Por Wilda Rodríguez
Periodista
Es desagradable y ofensivo el argumento contra la capacidad del elector promedio para emitir un voto mixto correctamente en las próximas elecciones y no dañar la papeleta. Los que lo esgrimen se refieren, por supuesto, a la capacidad de votar mixto por pipiolos y victorianos sin meter la pata.
En un lenguaje que se reconoce en estos tiempos como pasivo-agresivo, políticos y analistas arguyen elementos de tradición, fanatismo, edad, inseguridad y hasta tiempo suficiente para aprender; y parten de la premisa de que se trata de un asunto complicado para el elector. El eufemismo esconde varias valoraciones de desprecio: somos lentos, cobardes, ignorantes o sencillamente brutos.
Eso sí que no somos. No somos brutos. Nuestra población ha probado tener un talento desproporcional a su tamaño y un ingenio agudo. Hemos sido valientes ante situaciones mucho más complejas, rompemos tradiciones cuando nos conviene, y son las condiciones de salud, educación o pobreza (acceso), las que inciden en la habilidad para manejar las nuevas tecnologías, no la edad.
Ignorante, especialmente carente de cultura política, sí que es la mayoría de nuestra población y nuestro elector promedio; pero confundir ignorancia con inteligencia es – en el peor de los casos – argüir intencionalmente para desmerecer y desalentar la ilusión de un cambio político desde las urnas. En el mejor de los casos, es condescendencia.
¿Podrá un buen sector del elector promedio entender y ejercer un voto mixto entre victorianos (Movimiento Victoria Ciudadana) y pipiolos (Partido Independentista Puertorriqueño) en las elecciones del 2024? Por supuesto que sí.
Los electores puertorriqueños van a saber bien claro cómo votar por la alianza electoral forjada entre pipiolos y victorianos. Que lo hagan es cuestión de voluntad y opción.
¿Que la mayoría de los electores son personas mayores y estos se aferrarán al voto íntegro para no meter la pata? Muchos de los fanáticos del corazón del rollo de los partidos tradicionales – que ciertamente pertenecen a un grupo de edad alta – se mantendrán en el voto íntegro. Ese no es el elector que explora la alianza MVC-PIP. La Alianza busca nuevos electores que, si aparecen, lo hacen con intención de variar el rumbo electoral del país. Y busca convencer a electores descontentos y frustrados con el comportamiento mendaz y corrupto del bipartidismo de alternancia.
Los números indican que el voto íntegro por esos partidos que se han alternado la administración de la colonia para saquearla comenzó a mermar y no van a parar hasta que se escocoten. Actualmente ese voto íntegro, que llegó a ser superior al 95%, figura en los alrededores de un 72%. Es un buen momento para apostar a cuánto descenderá en el 2024. Otro argumento contra la Alianza es la incredulidad de muchos analistas y medios de comunicación ante el riesgo de pérdida de franquicias y ante un nuevo escenario en el que ganen candidatos cuyos partidos tengan que volver a inscribirse para el 2028. ¿Y? Eso no ha sido ninguna ciencia antes, no lo va a ser ahora.
Recuerden que hay jurisprudencia repetitiva sobre el derecho al escaño de los candidatos que se lo ganan con el voto del elector, no por la insignia del partido. Lo que nos trae a la intención del voto como eje de las elecciones en toda sociedad que se precia de la democracia. Cómo va a incidir esa intención del voto y hasta dónde llegue legalmente si se complica el proceso eleccionario, es una de las cosas más interesantes de todo este proceso. Y más importantes para el futuro político del país.
Habrán muchas preguntas que contestar en el próximo año. Pero un año es suficiente para quienes saben lo que quieren preguntar. Una de las que debería figurar al principio de esa lista es cuán admisible es para el Gobierno Federal que la Comisaría Residente (un escaño federal) esté irremediablemente atado a la gobernación como si se tratara de elegir a un vicegobernador, cuando en la práctica (ley de sucesión) nada tiene que ver uno con el otro. Ni siquiera pagamos su sueldo, lo hacen los americanos de la metrópolis. Pregunten y manejen esa.
Quiero terminar con otra reflexión para esos días libres de la Navidad.
Antes de que se inventara la inteligencia artificial, se inventó la ignorancia artificial: un proceso de des-educación amparado en la narrativa de que la ignorancia es un derecho tan válido como la educación. Se construyen argumentos y opiniones desde la ignorancia como mérito (“Mi ignorancia es tan válida como tus conocimientos.”) Esa doctrina domina muchas de las sociedades modernas donde imperan los ignorantes que se sienten orgullosos de serlo. Eso es una realidad en nuestra propia sociedad donde el proceso de des-educar ha sido político e intencional. De eso a imponer el argumento de que el elector puertorriqueño es básicamente bruto, hay un buen trecho.
Las próximas elecciones son un juego de destrezas políticas viejas, pero también son un nuevo escenario para inventarse las reglas de juego para un país posible.