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Por Wilda Rodríguez
Periodista
La expresión “Don’t push it!” le ganó a Pedro Rosselló González un aplauso de pie del pueblo de Puerto Rico hace unos veinticinco años. Con ella, advertía al Congreso de Estados Unidos que estaba agotando la paciencia de los puertorriqueños con la imposición de la Marina en Vieques, más allá del abuso.
El Partido Nuevo Progresista debería recordarla ahora en su empeño por ganar las próximas elecciones a como dé lugar. Forzar una victoria de forma precipitada podría costarles el partido definitivamente.
Eliminar de la competencia a partidos y candidatos legitimados por las leyes o la intención de los electores puede parecer astuto y político. Sin embargo, podría ser contraproducente y cambiar su suerte política de forma radical. Aquí es donde la imprudencia de otro Rosselló debería servir de recordatorio a los líderes del PNP de que no siempre han sido los más astutos.
El éxito que tuvieron en 2020 al modelar el código electoral para asegurar su victoria podría no repetirse si continúan forzando a los electores hacia un bipartidismo restrictivo. Podría haber un número significativo de electores que, desafiando las reglas impuestas por el PNP/PPD, voten libremente, lo que podría resultar en una derrota significativa para el bipartidismo o incluso en el caos del sistema electoral.
Esta posibilidad parece no caber en la mente de aquellos que se consideran astutos estrategas. Están convencidos de que han manipulado el sistema electoral a su favor, olvidando que el desgaste del bipartidismo no es un fenómeno reciente, sino que ha estado gestándose desde hace años. Entre 2012 y 2020, el PNP perdió unos 500 mil electores y el PPD unos 550 mil. ¿Qué les hace pensar que en 2024 las cosas serán diferentes?
Subestimar la capacidad de indignación de los electores ante posibles injusticias es un error grave. Un sector creciente de la ciudadanía podría frustrar los planes del bipartidismo de marginar a figuras como Eliezer Molina. La reducción en el número de electores significa que cada voto tiene más peso en el resultado electoral.
Intentar excluir a candidatos de Victoria Ciudadana y Proyecto Dignidad mediante artimañas legales es otro error. En 2020, estos partidos representaron casi el 20% del electorado. Si sumamos el apoyo del Partido Independentista Puertorriqueño a Victoria Ciudadana, esa fuerza electoral conjunta era del 25% en 2020, y las proyecciones indican que podría duplicarse en las elecciones de 2024.
Las encuestas internas de los partidos tradicionales no son alentadoras, sugiriendo que podrían retener solo el 50% del voto en 2024. Este panorama desafiante debería impulsar una mayor prudencia y estrategias menos arrogantes por parte del PNP.
A esto se suma la incertidumbre de las primarias presidenciales, que aunque puedan parecer irrelevantes para algunos, tienen un impacto emocional en los electores puertorriqueños. Un plebiscito honesto sobre el estatus político de Puerto Rico probablemente favorecería la libre asociación, dejando en claro las limitadas opciones consideradas por Estados Unidos.
En resumen, el año 2024 podría presentar un escenario completamente nuevo para dos partidos acostumbrados a jugar según reglas anticuadas. Como se dice en la diáspora, podrían estar “in for a surprise”.