Por Sandra Rodríguez-Cotto
Opinión
(24 de enero de 2022) – Tumbaron la estatua de Juan Ponce de León en San Juan, después un maestro de historia se encaramó en el pedestal a protestar y ese ha sido el tema de discusión. Muchos critican que este acto se diera el mismo día que llega el Rey de España Felipe VI, otros lo defienden. Sin entrar en la legalidad o ilegalidad de derribar estatuas de colonizadores, la pregunta de fondo aquí es: ¿se justifica o no? La respuesta dependerá de quien contesta.
Si la contesta un funcionario público de este gobierno o uno de sus contratistas, dirá con toda razón que es un acto ilegal, que es vandalismo, y que los que lo hicieron, violan la ley. Pero, como pasa en otras partes del mundo, si es un indígena o un negro o una víctima de los asesinos que la historia honra, entonces la respuesta es bien distinta.
Lo que sucedió hoy en Puerto Rico es parte de una tendencia que viene dándose en el mundo con bastante frecuencia en los últimos años. En Alemania, por ejemplo, no permiten tener estatuas de Adolfo Hitler por lo que representó su exterminio de judíos, gitanos, gays y millones de personas. Pero esa prohibición, sin embargo, no significa que en Alemania, (como en toda Europa, Canadá y en los Estados Unidos), no haya seguidores de ese ideal hitleriano ni que los grupos neonazis no dejen de estar creciendo.
En Argentina, por ejemplo, es irónico que tengan una estatua del campeón de boxeo Carlos Monzón, quien mató a su esposa, la actriz uruguaya Alicia Muñiz hace décadas. Ese vil asesinato se convirtió en uno de los casos más dramáticos de violencia doméstica que cambió la legislación en varios países de Suramérica. Hay muchos que todavía hoy, defienden esa estatua.
En los Estados Unidos la desigualdad racial y social que se persiste hacia los negros provocó una serie de incidentes a raíz del vil asesinato de George Floyd en el 2020, que incluyeron vandalizar, destruir o escribir grafiti en estatuas y monumentos confederados. Todos los afrodescendientes recuerdan la esclavitud y viven hasta el día de hoy el racismo institucional, la segregación racial y la desigualdad.
Cualquier negro que ve esas estatuas siente en su piel el mismo horror que cualquier judío sentiría si viera una estatua de Hitler. Por eso es que algunos gobiernos han tomado acción correctiva. No se trata de reescribir la historia, como dicen algunos. Se trata de contar todos los ángulos de la historia, no sólo el de los asesinos.
En ciudades como Birmingham, Alabama, eliminaron un monumento confederado de 115 años cerca del sitio donde cuatro niñas negras murieron en un atentado racista contra una iglesia en 1963. Estos actos de restitución siguen dándose, a pesar de la resistencia de muchos apologistas de los confederados, casi todos blancos y republicanos. Muchos de esos fueron los mismos que irrumpieron en un intento de golpe de estado en el Congreso el año pasado y todavía la mayoría de los casos siguen sin esclarecerse. Mientras tanto, los Estados Unidos demostraron al mundo cómo violan su propia seguridad interna y cuán dividido está el corazón del imperio.
En América Latina también se han visto muchos derrumbes de estatuas coloniales, principalmente porque representan la represión hacia pueblos originarios, según reportó Global Voices el año pasado.
En septiembre del 2020 indígenas de la etnia Piurek, del Cauca colombiano, derribaron una estatua del fundador de la ciudad de Cali, el conquistador español Sebastián de Belalcázar. Los indígenas decían que esa estatua celebraba las masacres, abusos y genocidio de sus ancestros.
En la Ciudad de México tuvo que retirar una estatua de Cristóbal Colón de la avenida Reforma, una de las principales en todo México, luego de que en Internet se realizaran convocatorias para que el gobierno eliminara las esculturas que rinden “homenaje al colonialismo”.
Actos similares han ocurrido entre mapuches en Chile, al igual que por mujeres bolivianas en La Paz quienes rebautizaron la Plaza Isabel de Castilla con el nombre de como la Plaza de la Chola globalizada.
Todos estos incidentes en Colombia, Bolivia y Chile, por ejemplo, coincidieron con un aumento de asesinatos, movilizaciones forzosas, violencia y amenazas históricas contra grupos indígenas. Coinciden además con gestos oficiales que exigen la reparación de daños o por lo menos, un desagravio institucional. El Vaticano, por ejemplo, la pedido perdón por los casos de pedofilia y hasta por los genocidios en la Conquista de América. Muchos dirán que el tiempo pasó, pero la verdad es que, por lo menos, algo hicieron para reconocer los momentos más nefastos de la historia.
El año pasado hubo una polémica cuando el presidente de México Andrés Manuel López Obrador, le pidió precisamente la Rey de España que llegó hoy a Puerto Rico, Felipe VI, que se disculpara por los excesos de la conquista. ¿Cuál fue la respuesta más contundente? La burla el mismo discrimen. Todo el planeta vio cuando el expresidente José María Aznar ridiculizó a AMLO y se burló cuando le dijo: “¿Él cómo se llama? Andrés por la parte azteca, Manuel por la maya…”
En aquel momento muchas voces en España dieron que “el indigenismo es el nuevo comunismo”. Es el mismo discurso de algunos conservadores en los Estados Unidos que dicen que los negros y el movimiento Black Lives Matter es una “amenaza”. Hoy aquí en Puerto Rico se han visto a muchos políticos y comentaristas “todólogos”, o sea, de los que todo lo saben, calificar de “socialistas, comunistoides y criminales” a los que tumbaron la estatua de Ponce de León.
La pregunta es sencilla ¿lo son? ¿Son meramente unos vándalos o es que usaron como símbolo esa estatua porque no pueden tumbar a los Brock Pierce, Logan Paul y otros multimillonarios que tienen a Puerto Rico como su cryptoparaíso sin pagar impuestos? ¿No es vandalismo cómo esas personas arrasan con lo poco que queda de empresarios y capital local, destruyen el medioambiente, y el gobierno les rinde pleitesía?
Más que eso, ¿tienen derecho a pedir reparación de agravios aquellas poblaciones que históricamente han estado marginadas? ¿O es mejor que pasen la página porque eso es historia?
¿Es la estatua de Monzón en Argentina, la de Cristóbal Colón en México, las de Lee en Estados Unidos o la de Ponce de León aquí un reconocimiento histórico o son un premio a los asesinos? ¿Merecen golpes esos que tumbaron la estatua, como reclaman muchos hoy en las redes sociales?
Definitivamente hay leyes que determinan qué está o no está bien. De lo contrario, no habría sociedad. Un daño a una estructura pública, al final, perjudica a todos y le cuesta a público. Pero lo que no quieren tocar ni con una vara larga es ¿cómo se paga el daño por el discrimen y la marginación social? La reparación histórica en tiempos de racismo, discriminación, feminicidios, corrupción y persecución de líderes sociales y comunidades marginadas demuestra que esto exige, cuando menos, una conversación. Hablando la gente se entiende. A la cañona, llegamos al aquí. Es hora de conversar y educar.
Sandra Rodríguez-Cotto saludos: Hay que aclarar la diferencia entre feminicidio y femicidio.
Femicidio es acto de asesinato de una mujer.
Feminicidio es el acto de una persona que asesina mujeres de forma seguida por odio a las mujeres. Un hombre que asesina a su pareja no lo convierte en feminicidio, pero síes un femicidio.
Feminicidio es como un asesino en serie pero únicamente de mujeres por odio o asco a la mujer.