Santiago de Chile (EFE) – Volver a pisar el Estadio de Chile, hoy renombrado Estadio Víctor Jara, y permanecer sentados en su galería es una experiencia dolorosa para Cecilia Coll y Osiel Núñez, ambos detenidos por militares al servicio del dictador Augusto Pinochet (1973-1990) y trasladados a este recinto el 12 de septiembre de 1973, un día después del golpe de Estado.
Coll y Núñez, quienes reciben a EFE acompañados del historiador y periodista Mario Amorós, que el próximo miércoles presenta su biografía de Víctor Jara, «La vida es eterna», compartieron con el compositor chileno sus últimas horas de vida encerrados en el estadio, que el régimen había convertido en centro de detención y tortura.
“Venir aquí es revivirlo todo, como si fuera el 11 septiembre del 73. Esa es la sensación más profunda”, confiesa a EFE Coll, quien al momento de la detención estaba a cargo del Departamento del Área de Extensión Cultural de la Universidad Técnica del Estado (UTE), hoy convertida en la Universidad de Santiago de Chile (y sus sedes regionales), donde, junto a Jara, Núñez y muchos otros, fue arrestada.
“Hay demasiados recuerdos que están metidos en uno”, comenta a EFE Núñez. Él, que entonces tenía 27 años, era presidente de la Federación de Estudiantes de la UTE y, según explica Amorós en su libro, después de ser interrogado, golpeado y sometido a un falso fusilamiento, “se ofreció a mediar (con los uniformados) para que el desalojo (de la universidad) se hiciera de forma pacífica”.
“A Víctor le tuvieron en muchos lugares dentro del estadio, pero yo estuve en uno solo, en esa galería, allá arriba, junto con los condenados a muerte, éramos cuatro condenados a muerte”, explica.
“Desde arriba yo miraba a mis compañeros de la universidad y, en una oportunidad, el tercer o cuarto día que estábamos acá, cuando las condiciones ya estaban un poco más sueltas, mirando hacia abajo, en la galería estaba Víctor conversando con estudiantes y con algunos profesores”, añade Núñez.
“SENTÍ UNA LARGA SENSACIÓN DE CULPA”
Cecilia Coll conoció a Víctor Jara antes de que ambos coincidieran en la UTE. Ella era encargada de cultura de la juventud comunista y, en esa calidad, le tocó preparar con el músico su disco «Pongo en tus manos abiertas», el tercero editado por Jota Jota, el sello discográfico del partido que posteriormente se conoció como Discoteca del Cantar Popular (Dicap).
El día del golpe de Estado, Coll fue a su trabajo porque el presidente Salvador Allende (1970-1973) pretendía llamar a un plebiscito desde la UTE y el centro preparaba un acto previo donde participaría, entre otros artistas, Víctor Jara.
“Me llamó y me preguntó: ‘¿Qué hago?’ ‘Vente’, le dije yo. Ni lo pensé porque sentíamos que la única cosa importante en ese momento era estar donde tenías que estar”, relata Coll.
“Víctor llegó con la guitarra, conversamos en mi oficina y le pedí que se trasladara a la Escuela de Arte, donde había la mayoría de la gente, para estar ellos y tocar la guitarra, pero después (los militares) rodearon la universidad, nos detuvieron a todos y por un largo tiempo sentí mucha sensación de culpa por haberle dicho que viniera”, continúa.
“TUVE LA ÚLTIMA SONRISA DE VÍCTOR”
“Mi primera oportunidad más cercana con Víctor Jara fue cuando fuimos electos miembros del Comité Central de la Jota (Juventud Comunista), en el 7º Congreso, sin embargo, nunca mantuvimos un contacto estrecho. Para mí, Víctor era alguien que yo miraba hacia arriba”, cuenta Osiel Núñez.
Su “encuentro más revelador” con el cantautor, recuerda, fue el 15 de septiembre, cuando empezaron a sacar a todos los prisioneros del Estadio de Chile para trasladarlos al Estadio Nacional, también convertido en centro de detención.
“Al caer la noche, formamos el último grupo y me incluyeron a mí. Formamos la fila en el pasillo. Yo no había visto a Víctor (en la fila), pero de pronto pasó un oficial sacando a prisioneros y tomó a Víctor Jara y, de detrás mío, tomó al (entonces director general de Prisiones) Littré Quiroga. A ambos les reservaron para la tortura y la muerte”, rememora.
Y cierra emocionado: “Cuando iba saliendo en la fila, miré hacia un costado y vi a Víctor. Yo digo que nos sonreímos, aunque lo más probable es que fuese una mueca que nos hicimos, pero creo que es muy lindo decir que tuve la última sonrisa de Víctor Jara”.