París, 9 de agosto de 2021 (EFE) – París aspira a organizar en 2024 los Juegos de una nueva era. No solo porque sueña con que para entonces se haya disipado el fantasma de la pandemia que ha marcado los de Tokio. También quiere que sean unos Juegos más sostenibles financiera, social y ecológicamente.
Por delante, la capital francesa tiene tres años para poner en pie un nuevo encuentro olímpico que debe marcar el retorno del público a las gradas y venir acompañada del ambiente festivo de las ediciones pasadas, que ha quedado al margen en Japón a causa del covid-19.
«Tenemos cita con la historia. Queremos un nuevo modelo de Juegos, más ejemplares, más participativos», pregona el presidente francés, Emmanuel Macron, dispuesto a que París albergue «los Juegos de un nuevo siglo».
Frente a los ciclos olímpicos de cuatro años, París afronta uno recortado por el retraso de Tokio, pero con optimismo, porque la mayor parte de las grandes infraestructuras están ya levantadas y, el resto, dentro de los plazos.
París se sabe examinada y quiere dar, al fin, el golpe de timón que el olimpismo lleva tanto tiempo buscando, unos Juegos responsables, que eviten los gastos desmesurados y las infraestructuras innecesarias, a lo que se suma la exigencia medioambiental y social.
El 95 % de las instalaciones están ya levantadas y, el resto, o son efímeras o tienen ya prevista una vida después de los Juegos, como la Villa Olímpica, que añadirá un barrio de viviendas sociales y despachos tras acoger a los atletas.
«Vamos a organizar los Juegos más sobrios desde hace muchos años», asegura el presidente del comité local, Tony Estanguet.
SOLO 3 % DE GASTO PÚBLICO
La organización no supondrá, en principio, un enorme gasto público, unos 100 millones de euros, puesto que el 97 % del presupuesto nacional tiene un origen privado y las autoridades insisten en que la economía francesa sacará partido de ser, durante el verano de 2024, el centro del mundo.
«Nuestro objetivo es organizar algo que cambie el país y que nos haga sentirnos orgullosos», repite Macron, que coloca la cita olímpica dentro del horizonte de reconstrucción de Francia que se ha fijado para 2030.
Con ese discurso, el presidente quiere convencer a los ciudadanos, puesto que el apoyo popular aparece por ahora como el eslabón más débil de los Juegos de París, que todavía no se han apasionado por la cita olímpica.
Los Juegos crearán riqueza, promete el presidente, que solo estará al frente del país en 2024 si el año próximo logra revalidar su mandato en las presidenciales de abril.
El reto de París consiste en resolver la ecuación de devolver el carácter espectacular y festivo de los Juegos y hacerlo sin disparar los costes económicos y ecológicos.
INAUGURACIÓN EN EL SENA
Para lanzar la primera parte, la capital francesa ha buscado un elemento innovador, una ceremonia de inauguración que no se desarrollará exclusivamente en el estadio olímpico, el de Saint Denis, y que tendrá como eje vertebrador el Sena.
Una «experiencia inédita» que servirá de plataforma de lanzamiento de unos Juegos pensados para desarrollarse en el corazón de la ciudad, con competiciones en algunos de los monumentos más emblemáticos, desde la Torre Eiffel, la plaza de la Concordia, el Grand Palais o Versalles.
París, que perdió la carrera para organizar los Juegos de 2008, 2012 y 2016 antes de lograr los de 2024, cien años después de los segundos que organizó, siempre ha tenido como vector situar las competiciones en el centro de la ciudad.
Un desafío en el que los impulsores de todas esas candidaturas siempre ponían como ejemplo a Barcelona’92, para muchos la última vez que no se construyó un barrio exclusivamente para los Juegos.
A ello contribuye mucho que se usarán buena parte de las infraestructuras ya existentes y que, además de la Villa Olímpica, solo el complejo náutico debe ser levantado.
El mundo estará pendiente de que París cumpla el resto de las promesas. De su éxito o su fracaso dependerá en buena medida el atractivo futuro de los Juegos, que en los últimos años han seducido a menos ciudades, hasta el punto de que los de 2032 fueron atribuidos a Brisbane, la única que postulaba.
París, la ciudad donde nació el barón Pierre de Coubertin, donde este dio el impulso al movimiento olímpico moderno y donde se organizaron los segundos Juegos de la nueva era en 1900, tiene la labor de dar un nuevo aliento a una de las aventuras deportivas más impresionantes de la historia.