Quito, 10 dic (EFE) – «A todos les digo que nos unamos en esta lucha para proteger la selva verde, para las futuras generaciones», este es el sentido mensaje de Nemonte Nenquimo, la dirigente indígena ecuatoriana que ha sido galardonada este jueves por la ONU con el premio «Campeones de la Tierra».
Concedido por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el galardón se suma al que esta mujer de 35 años recibió la semana pasada de la Fundación Goldman por el Medioambiente por su decidida lucha por la Amazonía y por la vida.
En su idioma nativo, Nenquimo ha pedido la unión de todos como una última oportunidad para evitar el desastre, pues teme que el desmedido interés comercial de las industrias extractivistas y el cambio climático puedan generar efectos irreversibles en la selva y en el planeta.
En una entrevista con Efe, la lideresa waorani afirma que para ella es un orgullo recibir el premio en nombre de toda su comunidad. Y es que su historia no sería nada sino se sustentará en las ideas de los viejos sabios de su pueblo que, subraya, le han colmado de ideas y coraje.
Unos «pikenanis» (ancianos waoranis) que precisamente hoy acuden de nuevo a la Justicia ecuatoriana, esta vez en la ciudad de Orellana, para presentar la que es la primera demanda en el país por afectación al cambio climático, contra empresas petroleras que operan a la entrada de la principal reserva del país, el Yasuní.
VICTORIA JUDICIAL
Los pueblos amazónicos, amenazados como nunca antes, «dependemos de nuestra selva, por eso queremos seguir protegiendo y luchando en nuestra casa», insistió Nenquimo que no oculta que su pueblo, el waorani, es guerrero y es ese espíritu el que le ha llevado a superar los prejuicios y enfrentarse con las autoridades para defender lo suyo: su selva, la vida, su comunidad.
Ella, que en sus jornadas de resistencia suele pintarse el rostro de rojo, un color guerrero obtenido del achiote, una semilla colorante, alcanzó notoriedad en julio de 2019 al conseguir un fallo judicial favorable en un litigio con el Gobierno por la concesión de una zona petrolera en territorio waorani.
Un tribunal de la provincia amazónica de Pastaza falló entonces a favor de la demanda waorani y suspendió la negociación para la concesión del llamado «Bloque 22», reconociendo la vulneración del derecho a una consulta previa, libre e informada, en favor de los indígenas que dijeron «No» a la explotación en su territorio.
Desde entonces, la lideresa waorani también ha sido reconocida por la revista TIME como una de las cien personas más influyentes del mundo y por la BBC entre las mujeres más inspiradoras.
Su nuevo premio «Campeones de la Tierra», anunciado desde Kenia y que es el mayor reconocimiento de la ONU en materia medioambiental, lo comparte con primer ministro de Fiji, Frank Bainimarama; el científico alemán Fabian Leendertz; la empresaria estadounidense Mindy Lubber; y el burkinés Yacouba Sawadogo.
Pero para Nenquimo, su lucha no es sólo contra la industria extractivista que quiere explotar su tierra, sino también contra el capitalismo que lo que busca es «dinero fácil», sin importarle el daño que pueda causar.
«En general los pueblos indígenas hemos luchado y no hemos sido reconocidos por los gobiernos ni por el capitalismo» que quiere explotar petróleo, minerales, madera y agricultura a costa de un gran perjuicio para la sociedad, mencionó la lideresa wao.
UNA LUCHA PLANETARIA
Ellos, los ultra-capitalistas, «fácilmente pueden destruir la vida de la selva» por un puñado de dinero, agregó Nenquimo con frustración por la depredación ambiental a lo largo de los siglos.
Y se pregunta por qué los gobiernos, los Estados y la comunidad internacional «no piensan en alternativas» de desarrollo que no impliquen la depredación del medio ambiente.
«Sólo se quiere dinero fácil» y con esa filosofía «podemos desaparecer», apostilló al reconocer que el cambio climático ha puesto en un peligro inminente a los pueblos indígenas de la Amazonía.
Nenquimo calcula que si continúa la deforestación en el que es el principal pulmón del planeta, a la selva y a los pueblos que la habitan les queda también poco tiempo.
Por ello su llamamiento a una acción planetaria para defender la vida humana, amenazada por todos lados, tanto por las armas de destrucción masiva como por el cambio climático.
«Las sociedades no deberían esperar que los pueblos indígenas salgan a luchar por la naturaleza», debe ser la propia gente la que «debería salir a luchar» porque se trata de su supervivencia.
Los próximos treinta años, si todo sigue igual, «podría ser demasiado tarde para los pueblos indígenas», y remarcó que, justo por eso, los pueblos «no podemos quedar con los brazos cruzados».