Redacción Ciencia (EFE) – Los ecosistemas costeros tiene una cierta capacidad de adaptación a la subida del nivel del mar por el aumento de las temperaturas, pero su futuro depende de que el calentamiento global pueda limitarse a menos de dos grados centígrados, como establece el Acuerdo de París.
Un estudio basado en modelos que publica Nature advierte de que un calentamiento más allá de 1.5 o 2 grados, por encima de los niveles preindustriales, pondrá en jaque la supervivencia de manglares, marismas, arrecifes de coral, praderas y bosques de algas, de los que dependen millones de personas.
El equipo, coordinado por la Universidad de Macquarie (Australia), evaluó la vulnerabilidad y la exposición de los ecosistemas costeros -incluidos 190 manglares, 477 marismas mareales y 872 islas de arrecifes de coral- a las crecientes tasas de aumento del nivel del mar previstas en varios escenarios de calentamiento global, que oscilaban entre 4 y 10 milímetros al año.
Un aumento del calentamiento de 2 grados podría duplicar la superficie de marismas mareales expuestas a una subida del nivel del mar de 4 milímetros anuales en 2080-2100.
Con un calentamiento de 3 grados, se calcula que casi todos los manglares e islas de arrecifes de coral del mundo y el 40 % de las marismas cartografiadas estarán expuestos a una subida del nivel del mar de más de 7 milímetros al año.
Es probable que este ritmo se produzca para el año 2100 en la mayor parte del mundo si no se hacen grandes esfuerzos por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, señalan los autores.
Con ese ritmo, las islas de arrecifes de coral podrían desestabilizarse por el aumento de la erosión del litoral y el desbordamiento de las olas, y las marismas y los manglares se ahogarían.
La Universidad de Tulane, que también participó en el estudio, indicó que ya se están observando tasas más elevadas de subida del nivel del mar a lo largo de la costa del golfo de Estados Unidos.
Estudios previos de ese mismo centro mostraron que el ritmo actual de subida del nivel del mar podría «ahogar» las marismas de Luisiana, y posiblemente otras zonas de la costa del golfo, en unos 50 años.
“Ahora mismo vamos camino de un calentamiento de entre 2,4 y 3,5 grados para finales de siglo, por lo que se necesita desesperadamente un cambio de rumbo. Y esto tendría que suceder muy rápidamente”, advirtió Torbjörn Törnqvist, de la Universidad de Tulane.
A corto plazo, «los ecosistemas costeros pueden desempeñar un papel vital para ayudarnos a los humanos a mitigar el cambio climático al eliminar el dióxido de carbono de la atmósfera y ofrecer protección contra las tormentas oceánicas, pero también tenemos que ayudarlos», destacó Simon Albert, de la Universidad de Queensland (Australia).
Sin medidas de mitigación, los aumentos relativos del nivel del mar, según las proyecciones actuales de cambio climático, excederán la capacidad de adaptación de espacios como los manglares y las marismas, lo que provocará inestabilidad y cambios profundos en los ecosistemas costeros, advierte el estudio.
Nature publica además un estudio sobre el impacto de las olas de calor marinas en la biomasa de los peces demersales, aquellas especies que viven cerca del fondo del mar, como el bacalao, el rape o la merluza.
La investigación coordinada por la Universidad de California en Santa Cruz (EE.UU.) indica que las olas de calor marinas tienen “un impacto limitado” sobre la biomasa de esos peces (peso total de ejemplares en una superficie determinada).
Aunque algunas especies experimentaron “disminuciones significativas” después de eventos de calor de corta duración, estos fueron la excepción, no la regla, mientras que la biomasa general de peces solo se vio “mínimamente afectada”.
Los resultados plantean dudas sobre las causas de esta variabilidad y ponen de relieve la necesidad de comprender por qué estos fenómenos parecen afectar a algunas especies más que a otras, con el fin de preservar estos ecosistemas a medida que las temperaturas globales continúan aumentando.
El equipo analizó el efecto de 248 olas de calor marinas en el fondo del mar desde 1993 hasta 2019 sobre los peces marinos en los ecosistemas de plataforma del hemisferio norte en climas que van desde los subtrópicos hasta el Ártico.
Una ola de calor marino fue definida como un período de al menos cinco días con anomalías de temperatura del fondo marino que estaban por encima del percentil 95 que varía estacionalmente para esa región.