Lisboa, 10 de septiembre de 2021 (EFE) – Fueron refugios de la aristocracia, vivero que reunió vegetación del Viejo y Nuevo Mundo, y ahora proponen renovados recorridos para pasear por su vasta historia. El Bosque de Béjar y Mata de Bussaco, en España y Portugal, respectivamente, reviven gracias a un ambicioso proyecto transfronterizo.
Valorar y dinamizar son los dos verbos que mejor resumen el trabajo del proyecto Jarcultur, que se desarrolla en estos dos conjuntos, catalogados como Jardines Históricos Monumentales y próximos a las ciudades de Salamanca (España) y Coimbra (Portugal).
Con un presupuesto de 1,750,726 euros, de los cuales 1,313,044 proceden de los fondos FEDER a través del Programa de Cooperación Transfronteriza Interreg España-Portugal (POCTEP), equipos de técnicos han acometido durante meses una intervención integral que da nueva vida a paisajes cargados de historia, ya prácticamente listos para dejar de ser desconocidos entre sus propios vecinos, la otra gran misión.
RENACIMIENTO ITALIANO VS AIRE NEOMANUELINO
«El objetivo era establecer unas sinergias con un jardín semejante al otro lado de la Raya, como es el Bussaco, y luego en el caso nuestro, de Castilla y León, promocionar un jardín muy importante porque es bien de interés cultural que está muy protegido y es valioso, y vemos que no está suficientemente difundido, como es el del Bosque de Béjar», explica a Efe Enrique Gilarranz.
Este arquitecto, jefe del servicio de innovación y difusión en la dirección general de patrimonio del gobierno autonómico de Castilla y León, resume uno de los principales problemas: sacar a relucir la riqueza de estos parajes.
La Quinta El Bosque de Béjar es, destacan sus gestores, una «referencia única del renacimiento italiano en España». Fue ideada en el siglo XVI por los entonces duques de Béjar y se estructura en varias terrazas que mezclan edificaciones en piedra con espacios ajardinados.
El conjunto se declaró bien de interés cultural en 1982 y, aunque siempre se han hecho pequeñas intervenciones de mantenimiento, nunca hasta la llegada de Jarcultur se había pensado en una acción integral que atendiera las necesidades «globales».
La huerta, los jardines, las fuentes «que estaban sin utilizar», el sistema hidráulico; la larga lista es enumerada por Lourdes Pedrero, técnico arquitecto encargada de la gestión y desarrollo del proyecto Jarcultur por parte de la Junta de Castilla y León.
«Es una manera de intervenir en todo el conjunto, de restaurar y de poder conectarlo, conectar las distintas plataformas», sostiene.
Y si del lado español reluce el renacimiento italiano, al otro lado de la frontera brilla la arquitectura neomanuelina en las edificaciones de Bussaco, hoy hotel pero pensado en el siglo XVII como convento, para a inicios del siglo XX transformarse en zona de recreo de la aristocracia.
Sus ermitas y estanques están rodeados por una frondosa e «insólita» vegetación que combina especies autóctonas con variedades traídas por los conquistadores lusos del Nuevo Mundo.
La recuperación en esta zona se centra en más de 9,500 metros cuadrados de los Jardines del Palacio y 6,822 en el Valle de los Helechos, creados en el siglo XIX, donde los planes pasan por la instalación de nuevos sistemas automáticos de riego amigables con el medio ambiente.
«Esto no solo permite una gestión más eficiente de recursos, sino que ofrece condiciones para que el jardín presente un aspecto más agradable para los visitantes», apunta a Efe Guilherme Duarte, presidente del Consejo Directivo de la Fundación Mata de Bussaco, responsables por la parte portuguesa de la iniciativa.
EN BUSCA DE VISITANTES
«Parte del proyecto es la comunicación, no solo la infraestructura», advierte Pedrero. Difundir el trabajo ha sido otro desafío para Jarcultur por las limitaciones de la pandemia de coronavirus, aunque pese a ello han conseguido acercar el conjunto a los ciudadanos.
«Este verano, por ejemplo, hemos hecho varias actividades de talleres para niños o hemos desarrollado una guía para personas con diferentes capacidades, porque una de las cosas que intentamos sobre todo es acercar la accesibilidad a este lugar», cuenta.
El resultado de ese esfuerzo, que incluye la creación de una página web y visitas virtuales para abrir boca, ha empezado a notarse desde junio, llegando a recibir grupos de visitas «de 50 personas, cosa que antes no había», sostiene esta arquitecta.
«La covid nos ha metido en nuestras casas y hemos tenido una vida muy introvertida, entonces el hecho de poder disfrutar de un espacio al aire libre y de no tener a lo mejor que estar sin mascarilla permite disfrutar de forma relajada del espacio», propone.
Y tras conocer uno, quizá cruzar la frontera para seguir el paseo.