México, 30 may (EFE) – Un grupo de científicos reveló que, de 2011 a 2019, el denominado Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico (GASB) retuvo 19.3 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2), cantidad superior al total de gases contaminantes emitidos por la Ciudad de México en un año.
En un artículo científico, Daniel Lardizábal Gutiérrez, del Centro de Investigaciones en Materiales Avanzados (Cimav), expuso que, al igual que los manglares y pastos marinos, el sargazo secuestra ingentes cantidades de dióxido de carbono, uno de los principales gases de efecto invernadero.
La retención del gas sucede de tres maneras.
La primera es a través de la fotosíntesis.
La segunda es de manera indirecta, a través la fauna que viaja con ella. Esta macroalga, originada en África y que viaja hasta América, alberga una gran cantidad de poliquetos y moluscos, que absorben el CO2 al formar sus conchas.
La última forma, revelada por Lardizábal, en conjunto con cinco investigadores más, incluido uno de la Universidad Nacional de Colombia, quienes publicaron los resultados en la revista Environmental Science and Pollution Research, se trata de la absorción de CO2 para producción interna de carbonato de calcio en forma de mineral de calcita, que ayuda a retener gases.
«La calcita es una de las mejores formas para retener CO2 y mantener el equilibrio de este gas de efecto invernadero en la atmósfera de la tierra. La gran ventaja de este tipo de la fijación es que, a diferencia de la fotosíntesis, este CO2 no se incorporará al ciclo del carbono y, a largo plazo, será establecido como una roca sedimentaria», apunta Lardizábal.
LAS FASES DEL ESTUDIO
Para el estudio, los investigadores recolectaron 40 kilogramos del material en cuatro playas del suroriental estado mexicano de Quintana Roo, en mayo de 2019. El material se enjuagó y separó en tres partes para su análisis.
«Los resultados indican que las hojas contribuyen a la producción más alta de calcita, con 15.2%, seguidas por la rama, con 13%, y las vesículas, con 9.6%», se lee en el estudio.
Con estas muestras, y teniendo en cuenta que el Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico tenía, entre 2011 y 2019, una extensión de 8,850 kilómetros–según los autores- se calculó que el volumen retenido de dióxido de carbono en dicho periodo superó las 19 toneladas.
De acuerdo con el Inventario de emisiones de CO2, elaborado por el Gobierno de la Ciudad de México, la metrópoli emanó en 2016 unos 14.8 millones de toneladas: 4.5 millones por debajo de los absorbido por el sargazo en cinco años.
«Sería un error al eliminar el sargazo del mar abierto, donde también sirve como hábitat para varias especies. Sin embargo, cuando el sargazo está cerca de la costa, lo más probable es que muera, y su función para absorber CO2 habrá terminado», concluye el estudio.
LO ACOMPAÑA LA MALA PUBLICIDAD
Antes de esta publicación, el sargazo no tenía buena publicidad. Rosa Rodríguez, investigadora de la UNAM, explicó a Efe los problemas que este material genera, poniendo en peligro la biodiversidad por donde pasa.
Cuando flota en el mar, crea condiciones hipóxicas -de poco oxígeno-, y así, va a asfixiando los organismos a su paso, incluidos los arrecifes de coral.
Cuando recala en las costas y se descompone emana un lixiviado compuesto por ácido sulfhídrico, arsénico, nitrógeno, fósforo que, de no retirarse a tiempo, se infiltra hasta los ríos subterráneos.
El hedor que genera y el color atabacado que tiñe las aguas caribeñas, más el escozor que genera en la piel, ahuyenta a los turistas.
La presencia del CO2 en el mundo ha pasado de 300 a 414 partes por millón (ppm), de 1960 a 2020.
Por otro lado, ante el inminente arribo masivo de sargazo a Quintana Roo, la abogada Izarelly Rosillo Pantoja urgió a las autoridades estatal y federal a publicar una Norma Oficial Mexicana (NOM) emergente, que establezca reglas claras para su adecuado tratamiento.
De contar con una normativa, dijo a Efe Rosillo, se podrían establecer las competencias y la obligatoriedad de cada una de las dependencias y entes públicos del país en las labores de contención, recolecta, limpieza, transporte, acopio temporal, aprovechamiento y disposición final.
Así, da certeza jurídica a las grandes empresas y demás negocios verdes interesadas en usarlo. Y no tenerla, advierte, pone en riesgo la protección del derecho humano a un medioambiente sano.