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La fuerza femenina en la rítmica afroantillana

admin Por admin
8 de marzo de 2023
En ENTRENIMIENTO
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Por Hiram Guadalupe Pérez
Sociólogo y Periodista

Examinar la participación femenina en la música rítmica y bailable afroantillana sugiere una mirada extensa y profunda para calibrar el verdadero significado de la aportación de la mujer a la música, muchas veces vedada e invisibilizada por una industria que ha estado bajo el dominio de varones.

En ese sentido, hay que señalar que las mujeres han enfrentado muchas dificultades para hacer valer su presencia en un escenario cultural impregnado de la ideología machista, que ha requerido una lucha tenaz para que el talento femenino goce de un espacio digno y respetuoso.

Pese a eso, resaltamos la participación de espectaculares voces femeninas en nuestro pentagrama afroantillano que han jugado un papel primordial en ritmos como la salsa, el son, la guaracha y el merengue, sin obviar algunas menciones importantes al bolero. Advertimos que, por la amplitud del tema, nuestro acercamiento no está exento de omisiones, por lo que la aproximación que iniciamos es una general, destacando a quienes con más furor han hecho historia a lo largo del siglo XX hasta el presente.

Así que más que historiografiar la presencia femenina, este ensayo sugiere transitar por un sencillo homenaje a algunas de las mujeres que han aportado con su trabajo al desarrollo de nuestra música caribeña.

Para comenzar, en Cuba, en los albores del siglo XX, se registra una presencia femenina muy significativa en el canto lírico, destacándose los nombres de María Cervantes, Zoila Gálvez y, para los años 1950, Marta Pérez y María de los Ángeles Santana. Mas fue a partir de la década de 1930 que la participación de la mujer en la canción popular comenzó a emerger en un escenario triunfal. Ese es el caso de las hermanas Castro, creadoras en 1932 del Sexteto Anacaona, luego transformado en conjunto y eventualmente en orquesta. En esos años también se hizo sentir con fuerza la presencia de Guillermina Foyo, integrante de la orquesta Ensueño, así como Obdulia Menocal de la orquesta Hatuey y las Hermanas Álvarez.

En la historia musical cubana es importante subrayar el nombre de Celina González, quien a mediados de la década de 1940 y junto a su esposo Reutilio Domínguez conformaron uno de los dúos más famosos de la música cubana tradicional, recordado por su inigualable interpretación de la canción “A Santa Bárbara”, con la que ganaron fama dentro y fuera de su país. En la rumba y el guaguancó, por su parte, brilló la figura de Celeste Mendoza, así como Merceditas Valdés, Luisa María Hernández (La India de Oriente) y Xiomara Alfaro.

De Cuba también es María Teresa Vera, músico, cantante y compositora que, entre 1914 y 1924, formó un importante dúo musical con Rafael Zaqueira junto a quien dejó un registro de más de 200 canciones grabadas. La artista también integró el Grupo Típico de Carlos Godínez y, en 1926, fundó el Sexteto Occidente en compañía de Ignacio Piñeiro.

La lista de mujeres cantantes continúa con Omara Portuondo, más reconocida por sus trabajos de bolero y jazz, aunque también ha grabado sones y guarachas, además de ser uno de los íconos femeninos de la canción antillana que permanece muy activa y vigente en la escena musical actual. 

Omara, que nació en 1930, es parte de una generación de mujeres cubanas que irrumpieron en los escenarios con mucha fuerza en la década de 1950 aprovechándose del auge de la industria radial y el comienzo de la televisión en su país. Junto a ella lucen otras féminas importantes de esa época, como Celeste Mendoza, quien en 1951 participó junto a Omara en una de las primeras experiencias de agrupaciones vocales femeninas de esos años bajo la dirección del pianista y compositor Facundo Rivero. Allí también estaban Gladys León e Isaura Mendoza, hermana de Celeste.

Celeste Mendoza, guarachera y bolerista por excelencia, continuó alzando vuelo en la música como solista a partir de 1952 y se convirtió en la figura central del programa radial “Alegrías de Hatuey” transmitido por Radio Progreso con el acompañamiento de la orquesta del maestro Ernesto Duarte, hasta que en 1953 se convirtió en una de las primeras mujeres en irrumpir en la televisión.

En el año 1952 vio luz el Cuarteto D’Aida, formado por la pianista Aida Diestro y que se convirtió en una experiencia musical espectacular en la interpretación del bolero filín, esa tendencia rítmica iniciada en La Habana en la década de 1940 y que recorrió Cuba, México y Puerto Rico y en la que el bolero se fusionaba con armonías del jazz para darle un toque especial a la interpretación romántica.

Al Cuarteto D’Aida se le conoció como las “Reinas del Filín” y allí también estaba Moraima Secada, Omara Portuondo y Elena Burke. Poco después hubo cambios de integrantes y desde entonces han desfilado los nombres de Teresa García Caturla, Haydee Portuondo, Leonora Rega, Marisela Ramírez, Georgina Sánchez, Rosa Sánchez, Magaly Linares, Niurka Galarraga y Betty Tamayo.

Esa misma tradición de cuarteto y quinteto femenino se vivió en Puerto Rico con la creación del grupo Las Damiselas, integrado por Sylvia Rexach, la más importante compositora femenina de filín en el Caribe, y quien figuraba junto Idalia Rosario, Marta Romero, Elena Rita Ortiz y Ketty Cabán. Como dato curioso, y acentuando la importancia del trabajo musical y artístico realizado en Puerto Rico, Las Damiselas, que interpretaban boleros, surge antes de la formación de las otras dos experiencias de agrupaciones femeninas cubanas que hemos citado.

La tradición de cuartetos de voces femeninas de la canción romántica en Cuba ha continuado hasta el presente, como es el caso del grupo Gema IV, creado a mediados de 1991 por la cantante Odette Tellería. En la actualidad, el grupo está asentado en la ciudad de Barcelona, España, conformado por, además de Odette, las cubanas Tal Ben Ari, Michele Alderete y Laura Flores.

Desde mediados del siglo pasado otras mujeres cubanas también brillaron por su ejecución vocal tanto en interpretaciones románticas como rítmicas, como es el caso de las cantantes Olga Guillot, Blanca Rosa Gil, Marta Justiniani, Ela Calvo, Doris de la Torre, Gina León, Beatriz Márquez, Miriam Ramos, Anaís Abreu, Argelia Fragoso, Raquel González y Leo Montesinos. 

Aun cuando desde sus inicios el bolero y el filín cubano ha estado dominado por compositores varones, vale la pena destacar la presencia de las mujeres que se abrieron paso en la composición de ese género, como Isolina Carrillo, Enriqueta Almanza, Tania Castellanos y Marta Valdés. En Puerto Rico ya hemos mencionado a Sylvia Rexach, pero también están Myrta Silva, Ketty Cabán y Puchi Balseiro. En México, a su vez, destacaron María Grever, Consuelo Velázquez y Ema Elena Valdelamar.

Fuera de la canción romántica, y entrando en la escena rítmica de la máxima expresión caribeña, es importante consignar a Úrsula Hilaria Celia Caridad Cruz Alfonso, la gran Celia Cruz, quien luego de haber participado en orquestas como Gloria Matancera y Sonora Caracas le llegó el momento de integrar la gran Sonora Matancera de Rogelio Martínez.

Sin embargo, antes de Celia, la máxima agrupación cubana tuvo de cantante a la puertorriqueña Myrta Silva, con quien la orquesta logró situarse como una de las más portentosas bandas del hemisferio y alcanzó su época de oro. La propia Celia confesó en varias entrevistas que no fue fácil entrar a la Sonora Matancera a llenar los zapatos de Myrta Silva, mas lo logró con un don espectacular de la interpretación y un carisma sin igual que la hicieron despuntar en Cuba, México, Puerto Rico, Colombia, Venezuela, México, Estados Unidos y Europa. En fin, en todo el mundo.

Celia marcó un hito en la canción antillana y fue una de las voces femeninas más trascendentales de la canción popular que despuntó desde la ciudad de Nueva York en los años 1950 y 1960, siendo antecedida por el éxito de sus compatriotas Graciela Pérez, la voz femenina de Machito y sus Afrocubans, y la inigualable Lupe Victoria Yolí Raymond (La Lupe).

Desde Puerto Rico, es importante mencionar el valor de la cantante Ruth Fernández al colocarse como una de las voces de la música popular más trascendental de los años 1940, siendo una de las primeras mujeres contratadas para grabar por el internacional sello discográfico Columbia Records (1941) cuando tenía 22 años. Su primer éxito fue el tema “Cuando vuelvas”, una composición de la también puertorriqueña Myrta Silva.

Desde entonces, fueron notables sus apariciones en el famoso Teatro Latino de Nueva York, donde se ganó el nombre de “El alma de Puerto Rico hecha canción”. Luego, en esa época ingresó a la orquesta de Mingo y Los Whoopee Kids, con la que hizo presentaciones en todo el Caribe, Centro y Sudamérica.

Ruth Fernández fue la primera mujer afropuertorriqueña en tener una carrera exitosa en el mundo de la música y, lo más importante, gracias a ella se logró eliminar la barrera estereotipada que existía en la Isla hacia los negros y negras. En una ocasión, a finales de los años 1940, la agrupación Los Whoopee Kids fue contratada para amenizar un baile en el prestigioso hotel Condado Vanderbilt de San Juan y, de acuerdo con reglamentos del hotel, todos los cantantes y músicos de la orquesta tenían que entrar al hotel por la puerta de la cocina. Ruth, en cambio, violó las instrucciones y entró por la puerta principal del hotel y desde allí se desplazó hasta la tarima. Gracias a esa gesta se logró declarar ilegal esa disposición de los hoteles y, desde entonces, se abrió un espacio digno para la representación musical negra y afroantillana puertorriqueña en Puerto Rico.

En el transcurso de la década de 1960 hubo mujeres que brillaron en la escena musical como cantantes de ritmos bailables. Antes habíamos nombrado a Graciela Pérez y La Lupe, quienes destacaron en la ciudad de Nueva York previo al arribo de Celia Cruz. En Puerto Rico, una de las primeras personalidades femeninas de la canción antillana bailable, luego de Ruth Fernández, fue Lisedia Sanjurjo, quien integró el famoso y venerado Combo de Rafael Cortijo a finales de l960.

La historia de Lisedia continuó con otras agrupaciones importantes, aunque, lamentablemente, poco se conoce de su paso por las artes musicales.

Con el despunte de la salsa en Nueva York, a finales de 1960 y a lo largo de 1970, las mujeres apenas tuvieron presencia en el panorama musical. La excepción fue el caso de Celia Cruz y la actuación de la puertorriqueña Nydia Caro en una producción salsera de la banda del dueto Richie Ray y Bobby Cruz, quienes, apostando a la presencia femenina, optaron por incluir en su banda de forma permanente a la vocalista Mikie Vimarie. 

En Puerto Rico, en cambio, aparece a finales de los años 1970 la presencia de Yolanda Rivera como cantante de la Sonora Ponceña, una experiencia que marcó un hito en la salsa boricua. En ese periodo también refulgió en Puerto Rico la figura de Sonia López, músico, directora de orquesta y percusionista. La orquesta de Sonia López mantuvo una fuerte presencia en la Isla, sobre todo por la exposición lograda en la televisión. La herencia de Sonia se hizo valer en la presencia de su hija Deddie Romero, conocida como “La Salserita”, quien la acompañó como figura vocal de su agrupación desde temprano en su juventud.

Con el arribo de los años 1980 la figura femenina en la música se hizo notar un poco más. Linda Viera Caballero, conocida por India, irrumpió en la salsa de la mano del productor Ralph Mercado y se hizo sentir con fuerza como vocalista de la orquesta de Eddie Palmieri, al igual que sus trabajos como solista. Actualmente, es una de las mujeres salseras de más renombre en el género, seguida de la también puertorriqueña Virgen Milagros Orta Rodríguez, mejor conocida como Choco Orta, quien es hoy por hoy una de las intérpretes más completas e importantes de la salsa y la representación femenina de más valía en el cancionero popular puertorriqueño.

El poder de las salseras

Si de mujeres salseras se trata, no se puede escapar el nombre de Cita Rodríguez, hija de Pete “El Conde” Rodríguez, que entre alzas y bajas ha intentado trazar su carrera artística. En los años 1990 resaltó el nombre de la salsera Brenda K. Starr, mientras en el merengue hay que acentuar el trabajo artístico de las cantantes Olga Tañón y Melina León.

En tanto, en la escena musical contemporánea figuran, desde Puerto Rico, Nahyra Pérez, Michelle Sotomayor (Michelle Brava), Victoria Sanabria, Melina Almodóvar y la fabulosa agrupación Son Divas, una orquesta de música popular bailable integrada por 12 féminas y capitaneada por la excelsa trompetista Nicole Yomara Santiago Avilés.

Mientras, en Cuba resaltan las agrupaciones integradas por mujeres, como Orquesta Femenina Anacaona, Grupo Musical Femenino, Son Damas, Las Canela y Caribe Girls. Como vocalistas también figuran, entre otras, Haila Mompié, Vania Borges, Tania Pantoja, Yenisel Valdés Fuentes (que por 16 años integró la famosa agrupación Los Van Van), Vanessa Formell, Laritza Bacallao (hija de Ernesto Bacallao y nieta de Felo Bacallao, cantantes de la Orquesta Aragón), Brenda Navarrete, Zule Guerra, Aymee Regla Nuviola Suárez, Ivette Cepeda, Haydée Milanés y Lynn Milanés, estas últimas hijas del fenecido cantautor Pablo Milanés.

Mirando hacia la historia musical de la República Dominicana hay que destacar a Milagros Quezada Borbón (Milly Quezada), quien junto a su hermana Jocelyn creó en 1975 la orquesta Los Vecinos ocupando una importante página en la historia de la música bailable contemporánea de ese país con influencia en todo el Continente. Milly Quezada, conocida como “La Reina del Merengue”, es todavía una de las mujeres de mayor influencia en la música afroantillana. 

De República Dominicana también es Belkys Concepción, creadora del reconocido grupo Las Chicas del Can, y Maridalia Hernández, una de las voces más exquisitas del pentagrama de ese país y quien en 1984 participó en la fundación del famoso grupo 4:40, en el que también figuró la cantante Mariela Mercado y poco después, en 1989, Adalgisa Pantaleón. En la famosa agrupación liderada por Juan Luis Guerra participa actualmente la versada pianista Janina Rosado, quien además de fungir como directora musical del grupo formó parte de la plantilla original de los creadores de 4:40.

De Quisqueya hay que acentuar a la salsera Milagros Hernández y a la excelsa intérprete Sonia Silvestre. Asimismo, y realzando la rítmica caribeña desde su multiplicidad sonora, es necesario mencionar a la panameña Silvia de Grasse, así como de Venezuela hay que resaltar a Rogelia Medina Romero (Canelita Medina), una leyenda del cancionero popular de ese país.

De Venezuela también son las intérpretes afroantillanas Lila Morillo, Soledad Bravo, Tania Salazar Rodríguez (Tania de Venezuela), Janett Guevara García (Mariana, La Sonera de Venezuela) y Trina Medina.

Colombia también ocupa un rol importante en destacar la presencia de la mujer en la música bailable afroantillana. Recordamos, por ejemplo, a la admirable salsera Margarita Pinillos (Arabella), a quien también se le ha nombrado “La Dinamita de la Salsa” y “La Sonera Mayor”.

De tierras colombianas también destaca el papel del grupo Son de Azúcar creado por Diana Vargas, integrado por féminas. Mención importante merece la Orquesta Canela dirigida por María Fernanda Múnera y Álvaro Cuervo; y la Orquesta D’Caché. Hay que resaltar, a su vez, el nombre de la versada cantautora Carolina Ovalle Arango, conocida por Carolina La O, y Mimi Ibarra, esta última quien ha logrado colocarse con especial énfasis en el mundo de la salsa como intérprete y, más importante aún, como compositora.

En la actualidad, afortunadamente, podemos encontrar mujeres brillando en la escena musical rítmica antillana. Pero nadie puede pasar por alto que el esfuerzo ha costado trabajo. Vencer las visiones segregacionistas de género, imponerse al machismo y triunfar no ha sido fácil. Queda camino por recorrer, pero las mujeres van labrando su propia senda y escribiendo una historia dorada en el pentagrama rítmico antillano.

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