Galápagos, Susana Madera/EFE – La rana de árbol (Scinax quinquefasciatus) es tan diminuta que cabe en la palma de una mano, pero su presencia en Galápagos encierra un inmenso enigma, pues el archipiélago no siempre proporciona condiciones ambientales favorables para los anfibios, por la falta de reservorios de agua dulce o vastos bosques húmedos, importantes para la reproducción.
Se trata de una especie de rana muy adaptable, de entre 33 y 38 milímetros, nativa del occidente de Ecuador, que probablemente llegó a las Islas Galápagos mediante la transferencia de carga a finales de los 90, durante un evento de El Niño particularmente húmedo, que facilitó el establecimiento de la especie en el archipiélago.
Según la investigadora alemana Heinke Jäger, de la Fundación Charles Darwin (FCD), los primeros registros de la rana se dieron en la isla Isabela y luego en Santa Cruz.
La rana -con manchas verdes, marrón o crema- «es muy dura, y probablemente esto ayudó a que se establezca en Galápagos, donde no hay anfibios porque no hay mucha agua dulce», comentó Jäger a EFE al anotar que la rana hace tanta bulla en la noche que los productores se quejan pues no pueden dormir.
Muchas incógnitas
Entre las incógnitas en torno a la rana figura su forma de desplazamiento: ¿Lo hace sola o la lleva el hombre?
«Pensamos que sí la lleva el hombre porque la encontramos más en la zona agrícola y en áreas del Parque donde hay turistas», explicó al anotar que en zonas de mucho lodo, la gente usa botas de caucho, y dentro de éstas suelen encontrar ranas pues son «muy robustas».
Otra interrogante es la alimentación. Tras el análisis del estómago de 500 ranas, en colaboración con la Escuela Politécnica del Litoral (ESPOL), determinaron que come principalmente insectos, sobre todo polillas, lo que «puede ser perjudicial para los pinzones que se alimentan de polillas, sobre todo si la rana se expande, pero no lo sabemos».
Con una presencia actual «manejable» en dos islas, la preocupación de los científicos es que algún día la rana llegue a Floreana, la única isla del archipiélago con una fuente de agua dulce, y tratan de entender por qué desapareció de San Cristóbal. «Saber esto nos puede dar una pista de cómo controlar (la expansión) de la rana», dijo.
Análisis ADN y grabadores
Los científicos conocen poco de la biología y ecología de la rana de árbol en Galápagos, pero ya han realizado análisis genéticos en el Senckenberg Research Institute Dresden, en Alemania, liderado por Raffael Ernst.
Además, Amanda McCormack y tres estudiantes del Occidental College, de Estados Unidos, pondrán desde este viernes dos grabadoras en Santa Cruz, y a partir del 4 de enero en Isabela para captar el croar de las ranas y avanzar en los estudios.
Asimismo, Holden Jones, de la Universidad de Hawai, llegará a mediados de enero para trabajar con la investigadora de la FCD Miriam San José, y capturar ranas, marcarlas, liberarlas y luego recapturarlas, si es posible, para estimar la abundancia de la rana.
Holden colabora con Juan Manuel Guayasamín, de la Universidad San Francisco de Quito, quien también apoya a la FCD en el proyecto.
Productores de Santa Cruz entrevistados por San José destacaron que en el 90% de sus fincas en Santa Rosa, el Cascajo, Guayabillos, Occidente y Bella Vista han escuchado a la rana, y la mayoría de ellos están dispuestos a participar en una red de monitoreo ciudadano de ranas.
«La esperanza es que en algún momento podemos capturar ranas para sacar los estómagos y hacer un análisis de la ADN ambiental, para poder identificar con certeza qué come la rana», dijo Jäger al señalar que también esperan hacer hisopados de la piel para chequear las potenciales enfermedades del anfibio.
E insistió en que «el problema con la rana es que hasta ahora no sabemos muy bien cuál es la distribución en Santa Cruz e Isabela, y qué comen».
«Si no sabemos con certeza qué comen, -dijo- no sabemos cuál es el impacto de esta rana sobre la fauna de Galápagos», declarado por la Unesco, en 1978, como patrimonio natural de la humanidad por su rica biodiversidad.