¿Por qué es que en Puerto Rico minimizamos las masacres, pero nos conmueven cuando suceden en los Estados Unidos? ¿Es distancia, complejo de inferioridad o menosprecio propio?
Siempre es la misma rutina. Cuándo vemos los horribles ataques y masacres que ocurren por pistoleros solitarios en los Estados Unidos, como el que ocurrió en la escuela elemental Robb en Texas, la gente se conmueve. Llenan sus redes sociales con frases, oran, se lo sufren, y el tema acapara los medios de comunicación a nivel local. Pero, cuando son masacres en Puerto Rico, rápido dicen “es por droga” o, “ah, es que se matan entre ellos mismos”.
¿Por qué ese desdén propio? ¿Por qué las otras muertes nos conmueven y las nuestras las justificamos diciendo que son “ellos mismos”? Siempre me he preguntado si es que acaso los narcotraficantes y criminales que se matan entre sí no son seres humanos y por eso no los quieren ver como la tragedia social que son para nuestro país.
En lo que va de 2022 llevamos cuatro masacres. Esta última semana hubo sobre 30 muertes violentas en Puerto Rico, pero en los medios noticiosos se presentaban los titulares una como letanía, y escuché a muchos hablar con ese menosprecio usual, como si esas vidas si no valieran nada. Ese eterno box score del crimen, como pasó con las muertes del huracán María o ahora con las de la pandemia, parece que nos ha insensibilizado colectivamente. Es eso, o es la falta de amor propio que ocurre por que en nuestra psiquis colectiva nos acostumbran a creernos menos.
¿Será por ser una colonia? ¿Un complejo de inferioridad y menosprecio a nosotros mismos? ¿Será por la falta de educación y profundidad en la discusión pública o será porque cada vez hay más lumpen con agendas en los medios dirigiendo el discurso y las conversaciones? ¿O serán todos? ¿Es que unas vidas valen más que otros?
Los asesinatos son tragedias colectivas. Claro que las muertes de los niños indefensos en Texas nos estrujan el alma, pero debemos también reconocer que los que se “matan entre ellos” aquí en Puerto Rico, muchas veces también son niños o adolescentes. Hay una serie de causas sociales, de marginación, miseria y desigualdad que los empuja a ese mundo del narcotráfico, pero de eso no se habla. Eso no es “sexy” ni vende titulares. “Es aburrido”, como me dijo un famoso productor de noticias en un medio local hace unos años. Siempre me he rebelado contra esa visión.
Además, reconozco que casi todos los casos de violencia en Puerto Rico vienen como resultado de la desigualdad. Aquí la violencia nos abruma, con más de 10,000 querellas de maltrato a niños sin atender en el Departamento de la Familia. Con cientos, quizás miles de viejos abandonados y maltratados. Con sobre 60 feminicidios y un estado de emergencia que francamente, no ha hecho mucho hasta ahora, porque las estructuras en el poder no se han movido para cambiar el paradigma.
Aquí no se educa porque la violencia tiene múltiples vectores. Además, aquí se endiosan a los criminales y a la cultura del maleanteo. Por eso nos entretienen con la novela de Rafy Pina, que es un criminal doble y que tenía armas modificadas iguales a las que se usan para los asesinatos en la calle, como dije en la columna pasada. O nos entretiene ver el caso del actor Johnny Depp y su exesposa Amber Heard, sin mirar la realidad que peores violencias viven miles de personas en la isla.
Puerto Rico tiene promedio anual de sobre 600 asesinatos. Entre el 2017 y el 2021 hubo un promedio de 1.7 asesinatos por día, según un estudio que hizo la reconocida demógrafa Judith Rodríguez.
Por eso planteo que hay que buscar otras narrativas y otros ángulos. Uno de éstos, es el acceso a las armas. Acá en Puerto Rico eso ocurre por tráfico ilegal, ya que la posesión está regulada. En los Estados Unidos es un “free for all” en cuanto a posesión de armas. Es más fácil para un adolescente comprar un AK-47 que una cerveza, y por eso vemos tantas y tantas masacres recientes en la nación americana. Los políticos allá le vendieron el alma al NRA y prefieren estar armados antes de buscar soluciones a su crisis.
Se estima que hay entre 280 a 310 millones de armas circulando en la nación americana. Con una población de unos 319 millones de personas, eso significa que hay un arma por casi cada ciudadano estadounidense. Pero ante el hecho indiscutible que los Estados Unidos es el país con el mayor número de masacres a inocentes por atacantes solitarios, se está dando la discusión porque reconocen que hay que buscar soluciones.
Acá en Puerto Rico nos falta iniciar esa conversación. ¿Por qué hay tantas armas ilegales en la calle? ¿Por qué penalizan a los que tienen posesión legal con tanto papeleo, cuando hay gente que tiene montones de armas sin permiso? ¿Quiénes las trafican aquí? Además, hay que empezar a hablar de que las muertes “entre ellos” responden a otras variables que empiezan por la pobreza y el maltrato a los niños. El por qué los tiradores llegaron a ese mundo, qué los empujó ahí. Esos son los temas profundos que nadie quiere tocar, y mientras no lo hagamos, no vamos a salir de esta centrífuga.
Se requiere una discusión holística. Que hablen los profesionales de la salud, no los políticos y cabilderos. Menos mano dura y más mano compasiva. El discurso que se promueve desde los medios de comunicación nos hace a todos cómplices de la violencia. Cada vez que digamos “ah, es que se matan ellos” se justifica la tragedia colectiva que nos arropa. El verdadero odio es el desinterés.