La pregunta es sencilla. ¿Por qué si hay dinero, no hay salud?
¿Qué es lo que pasa con la gente pobre en Puerto Rico que no consigue tener una mejor salud, si hay miles de millones de dólares asignados para eso?
Más allá de la falta de médicos, el problema es ASES que no da el servicio que merecen 1.3 millones de puertorriqueños pobres.
Pregúntele a cualquier persona que tenga su tarjeta del Plan Vital, y de seguro le va a decir lo difícil que es conseguir un referido a un especialista. Si tiene cáncer, la tardanza en referidos puede equivaler a que se empeore la condición.
Lo mismo pasa con los pacientes de sida. Y ni hablemos de los graves problemas de salud mental. Más allá de mencionar a los médicos que se van, la pregunta es ¿qué pasa con los pacientes? ¿Por qué se tienen que conformar con la lentitud en el servicio?
La respuesta no son los planes de salud. Es ASES. El por qué no se fiscaliza a quien debe velar por ese servicio. Esto se debe al poder de las aseguradoras que garantizan el silencio, ya sea mediante pauta publicitaria en medios y el auspicio a los políticos.
Quizás por eso esta semana pasó casi inadvertida la noticia de que ASES está descabezada. O mejor dicho, que nombraron a una interina porque la directora renunció. Es la tercera directora de la Administración de Servicios de Salud (ASES), que maneja los fondos para la salud de los pobres, que sale del puesto por algún lío en cuatro años.
La primera fue Angie Ávila, cuyo caso está en un limbo a nivel federal. Ella fue arrestada por las autoridades federales en mayo del 2019, el mismo día que a la exsecretaria de Educación, Julia Keleher, quien salió convicta por corrupción, cumplió una mísera sentencia de par de meses y ya está de “asesora” en educación en Delaware. Es que la corrupción le paga a los maleficentes en este país.
Pero el caso de Ávila es distinto. A base de lo que he investigado, no temo decir que creo que Ávila fue una víctima del esquema de fraude, lavado de dinero y conspiración que ideó el verdadero corrupto, que fue el asesor de Ricky Rosselló, Alberto Velázquez Piñol. Eso lo veremos después porque ese caso no se ha movido a nivel federal.
¿Por qué será?
Después de Ávila vino a dirigir a ASES un troll de Twitter, Jorge Galva. Solía insultar mujeres en sus redes sociales que borró cuando llegó a ASES, pero una vez salió, volvió a sus andanadas de insultos misóginos.
Pero en ASES, mis investigaciones demuestran que Galva intentó hacer buen trabajo. Tuvo varios aciertos porque logró ir enderezando el barco, y que se hiciera un nuevo estudio actuarial para entender por qué el dinero se lo quedaban las aseguradoras y no llegaba a los médicos, laboratorios, rayos X, farmacias, Ipas, centros 330, y otros proveedores.
La cosa es que tuvo roces con el presidente de la junta de ASES y secretario de Salud, Carlos Mellado, y quedó fuera. Fue ahí entonces donde entró Edna Marín.
Pero desde que entró Marín la única constante en ASES han sido las palabras “líos”, “problemas” y la “desinformación”. Marín, que tenía control en ASES, acomodó a su hija y a su exmarido como asesores de Mellado en el Departamento de Salud, y poco a poco, fueron sacando gente de ASES. Se fue la directora de cumplimiento, se fueron investigadores internos, varios empleados claves, y se creó todo un clima dictatorial donde la información nunca fluyó.
Ejemplo de esto fue el demoledor estudio que revelaba el caos en la salud mental y los malos servicios que se proveen a los puertorriqueños pobres que tienen la tarjetita del plan Vital, bajo APS Healthcare. Edna Marín escondió ese estudio por casi 10 meses, pero lo revelamos en diciembre pasado.
El estudio decía que APS no tiene la capacidad para brindar los servicios de salud mental que requiere Puerto Rico, no cumple con la ley federal porque no provee acceso a los pacientes y ellos mismos se autoevalúan, violando así el propio contrato con ASES. Nada pasó. El silencio encubrió a Marín.
Y ese silencio también encubrió los graves problemas que tiene ASES con los proveedores de salud. El por qué les permite a las aseguradoras ser proveedores, en competencia directa con los médicos. O sea, un plan médico tiene la información de una región, pero ASES le permite abrir una clínica y ese plan empieza a llamar a los pacientes para “pirateárselos” al centro 330, a la clínica IPA, al laboratorio o al centro de rayos X en ese pueblo.
Lo mismo pasa con las farmacias de la comunidad, a las que ASES les atesta golpes al abrir el mercado para fomentar negocio a las farmacias de cadena. Se puede decir que ambos son ejemplos del capitalismo feroz, pero el problema es que los proveedores locales, por eso están desapareciendo.
En ese sentido, se puede decir que Edna Marín y Mellado agilizaron el proceso para transformar el sistema de salud, eliminando esos negocios locales para pasarlos a las aseguradoras grandes. De esto no hay duda, porque en los pasados tres años el gobierno les pagó miles de millones a las aseguradoras, pero éstas no pagaron a los proveedores. Por eso deben cerca de $200 millones entre el 2019 y el 2022 y ASES nunca quiso cuadrar esas deudas.
Hace par de semanas Marín y Mellado anunciaron que habían cuadrado la deuda de los proveedores de cerca de $7 millones, pero cuando demostramos que eso era lo debido desde enero a mayo de 2023 y que está pendiente la de años anteriores, hicieron mutis. El gobierno movió su maquinaria para cambiar la narrativa y que nadie hablara de eso.
Había que hacer olvidar que hay pesquisas federales entremedio. Además, había que minimizar el efecto de la visita hace meses del segundo al mando de Medicare y Medicaid para toda la nación americana y sus territorios, Jonathan Blum. Las pesquisas federales por los excesos de aseguradoras, la falta de paridad y los posibles recortes en fondos, todavía están en agenda.
Por todas esas cosas es que hasta el propio gobernador Pedro Pierluisi tuvo que sacar cara. Lo pusieron a él a decir que aceptaba la renuncia de Marín y a enumerar sus “logros”, para minimizar así cualquier cuestionamiento.
Pero usar al Primer Mandatario y esconder al secretario de Salud, abre nuevas interrogantes, y evidencia que hay muchas cosas pasando tras bastidores. La principal, sigue siendo las pesquisas federales y la falta de información en ASES.
Y mientras el intríngulis del poder político y económico se centra en mantener el silencio, la pregunta queda en el aire: ¿qué pasa con el servicio?
La salud de los boricuas pobres, seguirá siendo pobre.
Por Sandra D. Rodríguez Cotto