El caso federal de Sixto George tiene tres verdades irrefutables que ya todo el país no puede negar: Primero, que todos son unos corruptos y mentirosos que operan como una mafia. Segundo, que tenían a muchos medios de comunicación comprados y de aliados, bajo su nómina de corrupción. Y tercero: que el sistema sigue igual o peor.
Estamos en récord denunciando este esquema hace años, muchas veces sola. Y, aunque esto generó persecusión, difamación y burlas, ya finalmente esos esquemas están revelados ante los ojos de todos. Es momento de que mucha gente empiece a rendir cuentas. No es solo en el gobierno o en el Partido Nuevo Progresista. Esto incluye a los medios de comunicación de nuestro país.
Empecemos por el gobierno. Uno tras otro de los barbudos que han empezado a desfilar por la sala del juez federal Francisco Besosa han ido presentado al mundo cómo operaban su empresa criminal conjunta desde las estructuras del gobierno. Nos han dejado ver cómo, a billetazo limpio, pero con fondos públicos, iban comprando conciencias de la gente para manipular las masas y crear negocios con proyectos del gobierno. Pero la gran ironía es como una bofetada al pueblo.
Como dice el slogan de Teleonce: ¡Vívelo! Los barbudos no se fueron, siguen haciendo lo mismo ahora.
En junio del 2019, un mes antes de que revelamos el chat de Telegram y explotara el escándalo y las protestas masivas, publicamos una columna titulada “Los barbudos”. Habíamos observado que todos los jefes de agencia del gobierno de Ricky Rosselló, incluyéndolo a él, tenían un trasunto al look de Fidel Castro y el Che Guevara, pero no como comunistas corruptos, sino capitalistas corruptos.
El gobierno de los millennials en crisis quería proyectar madurez con esas barbas, porque sabían que les venía encima una crisis en ese verano del 2019.
Todos tenían sus barbitas, algunas incipientes y otras frondosas. Francisco Parés en Hacienda, Erick Rolón en Corrección, Christian Sobrino alias “tiremos cadáveres a los cuervos” en AAFAF, Ricardo Llerandi en la secretaría de la gobernación, el ahora analista y comentarista Carlos Mercader que estaba en Prafa, y Anthony Maceira, quien estuvo en La Fortaleza. Nadie puede olvidar a Maceira y su barba, fronteando a lo macho, y en medio del caos por las protestas de “Ricky Renuncia” cuando le salió lo de gánster y en una conferencia de prensa amenazó con “volar la cabeza” de los que atacaran al boss. Maceira, precisamente tiene mucho que aclarar.
Por más que llore en cámara ahora, como por poco le pasó a Mercader esta semana en el programa Jugando Pelota Dura de TeleOnce, su amigo Maceira tiene que rendir cuentas por sus acciones y lo que sale en el juicio.
Esta semana revelamos que Maceira se alambró y cooperó con los federales, pero no habló de su rol en la privatización eléctrica cuando dirigía los Puertos y dio información privilegiada al privatizador, una subsidiaria de New Fortress Energy. En la corte no mostró la prepotencia que le caracteriza cuando se dirige a los demás, especialmente a los periodistas. Estaba bajito, nervioso, porque sabe lo que le viene arriba.
De su propio testimonio se sabe que era chota hace hacía meses. O sea, traicionó a los suyos. ¿Lo hizo para proteger a Ricky o para zafarse él de una acusación peor? Eso lo dirá el tiempo. O a lo mejor no. A lo mejor termina con un puesto de analista como a otro de los grandes corruptos de su grupo, Ramón Rosario, quien tiene mucho que contestar con sus contratos y entuertos familiares. Todos se han ido enriqueciendo con el dinero del pueblo, a costa de conocer de antemano los negocios del gobierno, y montan sus empresas a la medida de lo que viene.
Es hora de que el pueblo conozca a todos los que se benefician de la corrupción. Lo que me trae a los medios de comunicación. Ya todos saben que sí, había corruptos pagando y había medios recibiendo pagos o beneficios. El chat lo demostró cuando hablaba de pagos de hoteles y restaurantes. También cuando los “brothers” decían qué periodista llevaría la línea de mensajes del gobierno en radio o prensa.
Cuando eso salió algunos medios como El Nuevo Día y El Vocero lo despacharon con sendos escuetos editoriales, y borrón y cuenta nueva. ¿En serio? ¿Así de fácil? ¿Pero qué ha pasado desde entonces? ¿Fue eso suficiente a la luz de lo que va trascendiendo ahora en corte? Esto es mucho más que la payola. Es chayoteo como le dicen en América Latina. Los chayoteros son los que prostituyen su credibilidad a cambio de dinero. Por eso todavía tienen que aclarar el récord.
Aquí tiene que rendir cuentas TeleOnce que revivió trayendo a periodistas de una trayectoria incuestionable a su noticiero, pero entonces los juntan con gente que obviamente son parte del clan de corruptos. ¿Cómo ponen a gente como Gary Rodríguez o a Ramón Rosario al lado de gente decente en ese canal? ¿Creen que con eso la gente se olvida?
Aquí también Mega TV, SBS y NotiUno tienen que explicarle al pueblo como mantienen en nómina y al aire a personas imputadas en un caso de alta traición al país y de corrupción como es el de Sixto George, que se ventila en el Tribunal Federal. Esto no se despacha con una entrevista simple, como la que hizo hace unos días la Burbu diciendo “no tengo nada que ver”. Esto toma tiempo y transparencia.
Los medios que les dan foro en su libertad de expresión a estos corruptos pretenden que la gente olvide. Y esto, es alta traición, porque mientras estas personas hacían sus negocios con contratos del gobierno y salían en los medios hablando, había miles de puertorriqueños muriendo.
Recordemos que eran 4,645 inicialmente, y después la cifra oficial se fijó en poco más de 3,000 personas que murieron tras el huracán María. Miles de puertorriqueños pasaron penurias, meses sin luz ni agua, algunos con hambre, y sin viviendas, mientras los que hoy desfilan en corte y después se pasean en la radio y la televisión como analistas, para ese entonces cogían aire acondicionado en el COI y se repartían los suministros entre ellos.
Las miles de botellas en la pista en Ceiba y los suministros en Ponce son la evidencia.
Prohibido olvidar.
También tienen que rendir cuentas las empresas y publicistas que endosan la desinformación. ¿Qué tipo de servicio a la comunidad ofrece a sus marcas el endosar la mentira de esos analistas hoy imputados en corte o los discursos de odio, racismo y misoginia, que hacen personas como hace Kobbo Santarrosa y otros de los señalados en este juicio? Claro que todos tienen su libertad de expresión como derecho constitucional que se tiene que respetar, pero, quienes los endosan y patrocinan son parte del engaño al pueblo. También tienen que rendir cuentas.
La hipocresía siempre tiene sus límites. Se apagan los televisores o se consume Internet y la prensa independiente como rechazo a los esquemas corporativos.
Ah, y las barbas, se afeitan.
Por Sandra Rodríguez Cotto