La cobertura mediática del caso del productor de reguetón Rafi Pina es la muestra más reciente de los intereses de las empresas noticiosas en un país violento, abrumado por el narcotráfico y la corrupción
Parecía la glorificación del maleanteo. Darse ‘guille’ de ser el Patrón del Mal, a lo Pablo Escobar, o querer proyectarse como El Chapo Guzmán, como el jefe. O quizás, como un santo varón que no cometió ningún delito, olvidándose de que el cuento no se lo comió ni el juez federal Francisco Besosa, ni los fiscales, encabezados por José Ruiz. Ni el pueblo lo creyó.
A pesar del minuto a minuto, de portada tras portada de periódicos, de ser la noticia con la que abrían los telediarios, no logró su cometido. Poco importaron los vídeos de su bebé balbuceando, de lucir como padre de familia o de vestirse ‘color-coordinated’ con su pareja para posar y acaparar titulares. Tampoco importó que fuera amigo de Daddy Yankee y pareja de Natti Natasha. Rafi Pina pararía en la cárcel porque violó la ley.
Es un criminal y no es un santo, aunque así lo haya pretendido proyectar su equipo de propaganda y muchos medios de comunicación. Es obvio que había una campaña grande para intentar limpiar la imagen y lavarle la cara, pero nadie se creyó la pantalla ni le comieron el cuento. Esta la perdieron Pina, y también María Domínguez, Francisco Rebollo, Manuel Franco y los demás abogados de defensa.
El productor y promotor de reguetón, fue sentenciado hoy a 41 meses de prisión, tres años de libertad supervisada y una multa de $150,000 por violación a la ley de armas. En las redes sociales parecía como si se hubiera paralizado el país. Los medios corporativos, que se montaron en la noticia hace tiempo, buscando likes, audiencia y pautas, siguieron hoy con la novela.
Todo fue parte de un esquema, de una campaña grande de propaganda, diciendo medias verdades, apartándose de la ética y del apego a la verdad. Con Pina vivían del engaño, presentándolo como un empresario y ocultando sus nébulas. Por desgracia, muchos en los medios le siguieron su juego para conseguir audiencias.
Pina pudo haber si sido tremendo productor musical e intentaron proyectarlo como un padre de familia, empresario y filántropo. Como un hombre de bien. Pudo haber sido todo eso, pero también era un criminal dos veces convicto a nivel federal. La primera fue por fraude bancario, y ahora por tener armas ilegales escondidas en su casa. Tenía en ese arsenal una Smith & Wesson Modelo SD40 y una Glock, modificada, para disparar de manera automática. ¿Para qué las tenía?, una se pregunta.
“Pina clama al juez por ver a su niña caminar, pero no le cuenta si con esas armas ilegales y alteradas hizo “sentar” o “poner de rodillas” a alguien”, como dijo mi amigo, el abogado Raúl Carrero Crespo.
La cobertura de este caso ha sido todo un “reality show”, como dice el poeta Alejandro Álvarez Nieves: “Y luego se preguntan porque uno les pierde el respeto a los medios noticiosos. Abrazo a quienes trabajan en la prensa y tienen que tragarse toda esta ñoña en silencio para poder sobrevivir profesionalmente”. Yo lo secundo.
Claro que el caso de Pina es un tema pertinente. Claro que era una noticia que había que cubrir. El problema fue el cómo lo hicieron. ¿Cuál era el beneficio de la sobredosis noticiosa si se compara con otros casos? ¿Quién o quiénes se beneficiaron de proyectarlo como un santo varón? ¿Por qué la doble moral mediática?
La ética periodística obliga a relatar los hechos tal y como acontecen, pero no se puede decir que eso precisamente fue lo que enfatizaron las empresas mediáticas. Para ellos era más parte de un espectáculo de alguien vinculado al género urbano, que después de todo, genera audiencias.
Si hubiera sido un muchacho de caserío o de una barriada, hace rato estuviera en la cárcel. Pero claro, él está casado con una que dice que canta, aunque sea con auto-tune, y eso genera clics en la web. Daddy Yankee, lo acompañó incluso hoy a su lectura de sentencia. Era un show, y la noticia iba a generar interés local e internacional ya que el reguetón nos representa como producto ante el mundo. Se enjuiciaba a uno de los grandes productores de este género.
En realidad, la excesiva cobertura mediática es la muestra más reciente de los intereses de las empresas noticiosas en un país violento, abrumado por el narcotráfico y la corrupción. Intentaron desviar la atención poniendo como héroe a alguien con una historia nebulosa, y esa responsabilidad cae sobre los medios.
Como dijo el juez Besosa antes de emitir la sentencia: «la indiferencia del señor Pina Nieves a la ley es inaceptable». El fiscal Ruiz recordó en sala que Pina admitió tener las armas ilegales en su casa de Caguas. También recordó que su oficina fue tiroteada, así como más de 500 tiros que hicieron contra el Coliseo de Puerto Rico en el 2019 en un concierto que él produjo para Daddy Yankee.
¿Se estará usando el caso de Pina para desviar la atención de problemas mucho más serios que enfrenta Puerto Rico? ¿Fue para desviar que no hablen de los casos de financiamientos ilegales de las campañas políticas de Pierluisi y Wanda Vázquez? ¿O fue para que el pueblo se olvide de los arrestos de alcaldes? ¿Glorifican a un criminal reincidente por audiencias?
Por donde quiera que se mire, está mal, y mucho más en los momentos que vive el país. Desde el sábado hasta hoy mataron a más de 10 personas, incluyendo los asesinados en una masacre. En algunos de esos asesinatos usaron armas como las que Rafy Pina tenía escondidas en su casa.
Las empresas mediáticas no deben endiosar a figuras vinculadas a ese mundo de bichotes y maleantes. Hay una responsabilidad empresarial y mediática con el país. Basta ya de convertir en “influencer” a los criminales. Si de algo sirve este caso es para demostrarle a la juventud que van “pa’dentro” si tienen armas ilegales. Toda acción genera una reacción. Piénselo.