Puerto Rico está en venta. Es una venta a quemazón, o como dicen en inglés, un “fire sale”.
Por eso vemos a los achichincles del gobierno, parientes y dolientes de políticos haciéndose multimillonarios con esas transacciones, porque saben que parte de una política pública el vender nuestro archipiélago. Por eso los que mandan miran para el lado con los desplazamientos de comunidades enteras. Por eso no les importa si hay viejitos que se quedan en la calle, o si ven que cierran y dañan las playas, porque ese grupo de gobierno-parientes-cabilderos-empresarios son los que mandan. El pueblo, que se fastidie.
La desesperación que impulsa el gobierno por vender nuestra tierra a extranjeros que es tal, que parece que la verdadera intención es salir de la mayor cantidad de propiedades antes de las próximas elecciones. Como si tuvieran que salir a las millas de aquí, con los bolsillos llenos. Se las venden al mejor postor, y como dice el refrán, el que venga atrás, que arree.
Algunos en el gobierno se doblegan y les rinden pleitesías a los empresarios extranjeros. Les ríen las gracias en las galas o en los eventos, mientras el pueblo está desesperado porque no sabe qué más hacer. Esta misma semana se ha visto con el aumento en la electricidad y de Acueductos, a la misma vez que sigue la gasolina por las nubes y hacer compra es como ir a flagelarse, por lo caro que está todo.
Pero esa inflación parece que no afecta a la burbuja del real estate. Menos a las propiedades que el gobierno regala al mejor postor.
El frenesí de vender es tal, que por eso mismo han abierto las puertas para que empresarios Act 60 (antes leyes 20-22) compren todo el litoral, campos, propiedades y hasta parques, como están vendiendo en El Condado. El empuje de estos inversionistas se ve en la manera en que acaparan los espacios y de buenas a primeras, desplazan a los puertorriqueños.
Al principio la excusa era la crisis económica, que empujó a muchos a buscar dinero rápido como le pasó a la Iglesia Católica que vendió hasta el Arzobispado de San Juan y otras propiedades. Pero ahora es otra cosa. Ahora parece que simplemente es buscar sustituir a la población.
Se ve en los criptococos, como les llamo, a los empresarios de las criptomonedas, que invadieron El Viejo San Juan y Rincón. Que conste, que no sólo son extranjeros, ya que hay dos o tres de aquí con el capital suficiente, y están en las mismas. Quieren quedarse con propiedades históricas y patrimoniales, desde hace tiempo y el gobierno se lo permite.
Esos son los que construyen sin importarle el daño al ambiente. Hace unas semanas en este mismo medio presentamos 26 de esas construcciones en todo el país, pero son muchas más. Aguadilla, Añasco, Isabela, Cabo Rojo o Rincón, donde hasta el Tribunal Supremo dijo que hay que tumbar una verja construida en la zona marítimo terrestre, o sea, robándole tierras al pueblo, pero el gobierno se hace de la vista larga porque allí vive el primo y asesor del gobernador. Lo mismo pasó esta semana en Arecibo, donde permitieron una cantera ilegal que supuestamente da servicios a Acueductos y le pagan en cash.
¿Qué eso? Eso es un escándalo, pero el gobierno lo calla.
El ciudadano que se respeta a sí mismo sabe que no tiene otra alternativa que protestar. Pasó hace tres días allí mismo en Arecibo cuando unos jóvenes querían ir a la Poza del Obispo pero empleados de un empresario que tiene el negocio de la Estatua de Cristóbal Colón, los empujaron. Pasó también en Cabo Rojo hace dos días cuando un matrimonio cuestionó unas construcciones ilegales en la playa Buyé y agredieron al hombre. Pasa ahora en El Condado en un parquecito que era una parada de guagua, pero lo vendieron a un empresario. El mismo empresario que duplicó el alquiler en los condominios Bayola, y los viejitos que llevan allí alquilados hace 40 años, de buenas a primeras tienen que pagar $1,300 cuando antes pagaban $600 y $700.
Pasa también en Río Grande, en Santa Isabel y en Fajardo, donde empresarios y desarrolladores que compran tierras a quemarropa, cierran los accesos a la playa, los pescadores no ti3nen como ganarse sus sustento. Pasa en la Bahía de Jobos en Salinas, que estamos en récord denunciando los destrozos desde el año pasado, y finalmente intervinieron, pero el gobierno sigue arrastrando los pies y sólo ha intervenido con tres de los 12 invasores identificados. Varios de los trailers volvieron allí a Salinas porque sabían que el gobierno movilizó la policía para Rincón. Pasa en Vieques o en Culebra cuando no hay lanchas para ellos, pero separan hasta la playa para eventos privados como aquella boda que provocó retrasos en la transportación.
¿Hasta cuándo el pueblo va a soportar este ataque? Todo luce como un estratagema para destruir el país y venderlo. Quizás para que los que quedemos, seamos sirvientes de esos que vienen de afuera.
Y no es cuestión de ser xenofóbicos, porque Puerto Rico se desarrolló gracias a las aportaciones de miles de extranjeros. Pienso en los cubanos que tanto ayudaron a crear empresas aquí, en los dominicanos que trabajan tanto, o en los judíos y los mismos estadounidenses que llevan tantos años viviendo y siendo parte de nuestra sociedad. No son esos. Son los que vienen y no tienen nexos porque no les importa.
Como aque Salil A Zaveri, que jugaba golf y sin contemplaciones, sacó un revólver y asesinó a un humilde perro y no pasó nada con él. Pienso en el colombiano comprando alcaldes para que le otorgaran millonarios contratos de recogido de basura. Pienso en el grupo de extranjeros de dudosa reputación, adueñándose del litoral de la zona marítimo terrestre en playa y cerrándole el acceso a la gente todo esto con el aval de un gobierno que le importa un bledo lo que se haga ilegalmente. O como aquel otro que perdió millones en la caída de los bitcoins, pero no le importó bajarse los pantalones y enseñar las nalgas en una represa o pasarle con un jeep por encima a una zona donde había tortugas desovando.
¿Es que el pueblo va a aguantar esto o es que ya nos conformamos y vamos a permitir ser extranjeros en nuestra propia tierra? No creo. Por el contrario, me parece que el gobierno y los empresarios no están midiendo bien el sentir de la gente. La paciencia tiene un límite y pienso que la gente está a punto de alcanzarlo. La gente está harta, y esta semana con lo que hizo Luma, es más que evidente.
Pero también hay muchos que se desesperan y venden porque quieren irse de aquí. Cuando sé de esos y cada vez que pienso en lo que nos pasa, recuerdo una canción del grupo Moliendo Vidrio, interpretada la cantante y comediante Carmen Nydia Velázquez. La canción titulada “El gesto de la abuela”, se basó en un cuento de Abelardo Díaz Alfaro, pero es en la voz de Carmen Nydia en la que hace a cualquiera emocionarse. Cuando dice: