Por Wilda Rodríguez
Periodista
Si sobrevivimos a la Edad Media, sobrevivimos esta. Comparto esa convicción. Nos referimos a la Humanidad, claro está.
Pero se marcan sin esfuerzo las similitudes con la Edad Media de la Humanidad que se nos agudizan en el Puerto Rico de hoy – ignorancia, inmovilismo, fanatismo religioso, enfermedades, pobreza, precariedad, desigualdad, opresión, vejación de la mujer y el diferente, guerras, hambre. La Edad Media, que duró diez siglos (V al XV), fue una de retroceso catastrófico para la Humanidad… y la sobrevivimos. ¿Podremos hacerlo nuevamente? Creo que sí.
¿Puede Puerto Rico sobrevivir a su pronóstico apocaliptico? Creo que sí. Antes tenemos que reconocer sus signos en nuestra micro humanidad y esparcir las trincheras que impiden que nos pasen el rolo, aunque tardemos muchos años en enderezar verjas, hincar nuevos pozos, y sembrar nuevas cosechas.
¿A qué viene esto?
Si lo ponemos en términos silvestres, decimos que si la Humanidad sobrevivió la Edad Media, Puerto Rico puede sobrevivir el bipartidismo colonial, su corrupción y su decadencia. Eso hace indispensables las elecciones del 2024. Si no rompemos los huevos, no podremos hacer tortilla.
Piensen en las elecciones del 2036. Yo pienso. Pienso en Valentina, Matías, Daniel y Xavier, jóvenes de mi familia que crecen en este Puerto Rico. Son la razón por la que las decisiones de hoy son vitales para el futuro.
Pienso en que Valentina será una mujer estupenda estrenando la adultez; Matías será un quinceañero perspicaz, Daniel un hombre reflexivo, y Xavier estará entrando a una adolescencia inquieta. Esa es solo una muestra de la cepa de niños de la familia que se cría en Puerto Rico; pero me basta para visualizar lo que quisiera para ellos.
Como la mayoría de mis conciudadanos piensan en hitos de cuatro años, lo planteo desde la indispensabilidad de las elecciones del 2024. Lo que pase en ellas nos marcará por muchas décadas.
Muchos están pasmados esperando el apocalipsis. Muchos lo conciben como la distopía que se nos presenta en libros y películas: la miseria desesperada de la mayoría de la humanidad a manos de una super dictadura. Como si se tratara de una pesadilla por venir cuando eso está aquí ya: el 2% de los humanos es la sociedad dictadora del 98% que sobrevive a truco y resistencia en el mundo entero. Un 2% que sigue confabulado para acaparar lo que les falta y comprar bunkers para disfrutarlo.
Aquí no es diferente. Lo que nos distingue es la catástrofe propia de depravación y saqueo público cuyo cénit pueden ser las elecciones del 2024 si nos lo proponemos y nos decidimos a arreglar la frágil democracia de la que presumimos empezando a montar un gobierno honesto que funcione. Hablar de soberanía total y anticapitalismo es prematuro. Primero hay que hablar de un gobierno honesto que funcione.
Hay cosas que ni siquiera hay que analizarlas. (1) El desgaste que le producirán las batallas internas a los partidos precariamente mayoritarios los va a destruir. (2) El resultado de las próximas elecciones va a ser contencioso y acabará deteniendo lo poco que aún se mueve en el país. (3) La derecha se está abriendo un camino que no tiene obstáculos a la vista.
Lo que era evidente ahora está sostenido en números: El bipartidismo colonial se desinfló a un 65% del electorado en el 2020 con un 40% de los electores votando mixto o por candidatura. La sangría de electores por muerte o exilio es enorme y la inscripción de nuevos votantes es reducida. La decepción con la solución del status por medio del voto es un hecho constatable.
La lucha verdadera, por supuesto, sigue en las trincheras. Así se ha escrito la historia de un planeta abusado física y espiritualmente y puede volverse a escribir. Pero hay momentos que nos marcan la ruta.
En el 2024 no va a pasar nada que resuelva los problemas del país por arte de magia; pero puede marcarse la ruta.
Posiblemente los resultados del 2024 lo compliquen todo por un rato, si se produce lo que muchos esperamos: la caída de los dos partidos que se han turnado el saqueo. Entre la resistencia de los inmovilistas a esa caída y la fascinación por una nueva clase política habrá mucha tensión y mucho conflicto.
Esa es la encrucijada que debe ceder a una nueva normalidad: un gobierno honesto que funcione. Los super optimistas añadimos la soberanía sobre nuestras acciones; democracia se llama eso.
Lo que tenemos ahora es obviamente un desastre que nadie tiene que venir a nombrarlo, mucho menos los que lo han propiciado. Un país sin voluntad propia donde los sistemas de sobrevivencia esenciales han colapsado – educación, salud, vivienda, energía, seguridad, justicia.
Los dos partidos que nos han llevado hasta aquí están bailando una danza macabra sobre los escombros buscando si algo queda sano para romperlo y cobrar por eso. Así de sencillo, al PNP y al PPD les importa un bledo el país. Lo que les importa es quien maneja lo que queda para beneficiarse. “Chupárselo hasta el cabo”, es el dicho popular.
Nada de eso nos debería sorprender. A lo que no me arriesgo es a predecir lo que va a pasar en concreto en noviembre del 2024. Prefiero pensar que será el preámbulo de lo que empezaremos a cosechar para el 2036. Mi ventaja es que posiblemente no esté aquí para que me debatan.
Vamos a estar claros… todo lo que está sucediendo en la política puertorriqueña es nuevo para las generaciones que lo están padeciendo aunque no lo sea para Puerto Rico que tiene su cuota de momentos parecidos en su historia.
Yo, por ejemplo, vi caer al Partido Estadista Republicano y surgir al Partido Nuevo Progresista. Vi perder por peleas internas al Partido Popular en los 60 y al PNP en los 80. Podríamos citar un montón de otros momentos que dan idea de sus consecuencias. Pero atreverse a decir que por eso sabemos lo que va a pasar en el 2024 es de una arrogancia hasta cómica. Lo peor que puede hacer un analista es hacer pasar sus deseos como análisis.
A mi me da lo mismo que Jennifer González o Pedro Pierluissi sean los candidatos a la gobernación del PNP. Las posibilidades de que ninguno de los dos gane son altas y en eso confío. Si ganan, nos jode igual cualquiera de ambos.
El PPD no da mucho para analizar porque no le queda mucho que observar. No tienen plataforma, no tienen liderato y mucho menos tienen un plan.
Lo que hay que velar es en qué medida crecen las facciones opositoras. La proporción que se dé entre lo que pierden el PNP y el PPD y lo que ganen el PIP, el Proyecto Dignidad y Victoria Ciudadana. Y lo que pueda acumular una Alianza.
Y ahí estamos todavía tocando todos de oído.
Lo que sabemos sin duda es que el Proyecto Dignidad se perfila como una fuerza política de temer. De la Alianza, me temo que no sabremos mucho hasta que entre el próximo año y espero que me sorprenda agradablemente.
Algo que podríamos practicar entretanto, es distinguir astucia de inteligencia… Dicen que en la política vale más la astucia; porque la astucia presupone la disposición a engañar para lograr una meta. La prensa, la verdadera, nos podría ayudar mucho a distinguir entre ambas con comprobación de hechos y datos, como ocurrió esta semana con los verdaderos números electorales del 2020.
Recuerden que apenas empezó el periodo de candidaturas. No será hasta marzo que más o menos tendremos un cuadro o una papeleta de los corredores.
Denles espacio, hermanos, diría el alcalde de Ponce.