Por Wilda Rodríguez
Periodista
Se anticipa una campaña electoral tormentosa y unas elecciones caóticas. Dolores de crecimiento. Pasada la tempestad, comenzará el cambio. Eso es lo que muchos no quieren que yo analice porque les suena pesimista, alarmista, provocador. Pero no lo es. Para hacer la tortilla hay que romper los huevos primero.
Los estamos rompiendo. Ya hay bastantes cascarones en el zafacón. Si lo que quieren es un embuste que les dé sosiego, no cuenten conmigo. El Partido Popular no regresa a su apogeo. Muchos más abandonarán el barco. Se agrandará el vacío de poder por el que lucharán los que quieren quedarse de alguna manera en el loop. Esa lucha no será limpia ni bonita. Será desesperada y, por ende, perderán más de lo que ya han perdido. El Partido Nuevo Progresista no regresa a ser una fraternidad. Sea quien sea su candidato a la gobernación, no espere usted el Semper fidelis de antaño. Jennifer González tiene un gran escollo en su camino: no es del boys club. Es mujer y no es marista ni ignaciana.
Podrá llegar a ser la candidata, pero no tendrá consigo a la élite política porque no tiene lo que esa élite considera “clase” para llegar a La Fortaleza. Eso no lo perdonan los blanquitos aunque sean trigueñitos. Pregúntenle a Tomás Rivera Schatz que no ha podido superar el rechazo aún siendo uno de los políticos más eficientes de su partido. Pregúntenle a Wanda Vázquez. Por otro lado, la claque beligerante de Jennifer no va a a salir a votar por Pierluissi ni aunque los guinden por los pulgares.
Con la merma de esos dos partidos, ¿quién gana?
Esa es la pregunta que no quieren que se conteste porque la respuesta es evidente y asusta como todo lo nuevo en política. Gana el Partido Independentista Puertorriqueño, gana el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC), gana la Alianza y gana el Proyecto Dignidad (PD).
La mayoría de los puertorriqueños ya tienen la evidencia de que el PIP no va a traer la independencia si gana Juan Dalmau. Cinco gobernadores estadistas no han traído la estadidad. Juan Dalmau se convertiría en la opción.
El centro no tiene para donde coger que no sea el MVC, y la derecha no tiene otra alternativa que no sea el PD.
Siempre existe la alternativa de no ir a votar y esa también la veremos crecer. Entonces…¿la Alianza? La consigna es hacer creer que no es posible, que no va a cuajar y que no va para ningún lado. Ujú.
Cuando en los próximos 13 meses una porción notable de electores se dé cuenta de que los están cogiendo de soquetes con la ley electoral, la Alianza tendrá sentido. Deja que se enteren que la intención del elector es un principio de la democracia más allá de las formalidades y las reglas que imponga un gobierno de turno. Con lo mucho que nos gusta creernos democracia, eso va a ser un detonante para que muchos electores vayan a las urnas a votar como les dicte su voluntad.
“El principio de salvaguardar la intención del elector más allá de la corrección y el cumplimiento de los requisitos formales…” Está vigente en los países que se precian de democracia. Esa cita es de una sentencia de un tribunal de México. En Europa están al chavo las sentencias sobre el tema y las alianzas. Y a los puertorriqueños les quieren vender que el partido de gobierno les puede decir cómo y por quién votar.
La intención del elector va por encima de las reglas de votación…. Reglas de votación que son impuestas por los gobiernos de turno para tener la ventaja en las urnas. O, ¿ por qué creen ustedes que los dos partidos coloniales se dedican con tanto empeño a la ley electoral. La ley electoral debería ser el más simple de los estatutos, velando únicamente por un voto limpio y un sistema eficiente. Todas las complicaciones que le añaden solo tienen un propósito… arrimar la sardina a la sartén del inmovilismo.
Frente a una elección que promete ser contenciosa, el elector tiene que prepararse para ejercer su voto como dicta su voluntad y no como le impone el gobierno de turno. ¿Qué pasa si lo hace?
Se retrasa el resultado eleccionario o se forma la de San Quintín. De todas maneras nos espera un próximo cuatrienio complicado aunque no se abra el cielo. Habrá que preguntarse si el gobierno de turno está dispuesto a tomarse el riesgo de que miles de puertorriqueños se tiren a la calle a exigir que se respete su voto. Después de un verano del diecinueve, un otoño del veinticuatro no sería nada raro.
Y los jueces afiliados al PNP, ¿se jugarán su lugar en la historia por un partido en decadencia y sin brújula?
Dije y repito: se anticipa una campaña electoral tormentosa y unas elecciones caóticas. Dolores de crecimiento. Pasada la tempestad, comenzará el cambio.