Sandra D.
Rodríguez Cotto
PERIODISTA
El bofetón que el Príncipe de Bel-Air Will Smith le dio al comediante Chris Rock sigue dando de qué hablar. A los 15 minutos del golpe, Smith se llevó el Oscar como mejor actor, acto que quedó eclipsado
El galletazo que le dio Will Smith a Chris Rock en la ceremonia de los Oscar el domingo todavía es la comidilla a nivel internacional. Fue una sorpresa para mucha gente ver a esa famosa estrella de películas de acción y ganador de la estatuilla al Mejor Actor, perdiendo los estribos con un bambalán como Rock, cuyos mejores años en la comedia pasaron hace tiempo.
El inolvidable Prince of Bel Air convertido en motivador de Instagram, olvidó su imagen cuidadosamente cultivada de hombre sano y de mega estrella familiar, y se le salió el muchacho de los caseríos, o mejor dicho, “projects” de Filadelfia, que no le aguantan nada a nadie. Defendió la honra de su mujer, como hacen los machos. En realidad fue un festival de macharranismo tóxico lo que se vio allí. Por lo tanto, tiene muchas lecturas también lo que ocurrió.
La verdad es que Rock se pasó hace rato. Smith lo tenía en remojo hace tiempo porque desde el 2016 ya Rock venía relajándose a Jada Pinkett Smith, cuando en aquel momento ella fue una de las que promovió un boicot a los Oscar porque no tenían ni un solo actor negro nominado a premio. En aquel momento, Rock se burló y cogió a chiste diciendo que ese boicot era como si él se quejara de que no había sido invitado a los “panties” de la cantante Rihanna, burlándose de paso, de otra mujer. Así que el bofetón por safao’ se lo tenía ganado hace tiempo.
En esta ocasión se pasó aún más porque se burlaba de una condición de Jada, la alopecia, enfermedad que ella ha afrontado públicamente con valentía. No es fácil para una mujer en esta sociedad tan jodida que sólo mira ciertos estándares de belleza, el estar calva. Así que Will Smith le metió el trompón.
Pero esto tiene otras vertientes. Al poco rato del trompón, Smith se ganó el Oscar y empezó a llorar descontroladamente. Por momentos parecía un predicador cuando recordó unos consejos que le había dado el extraordinario actor ganador de múltiples Oscars, Denzel Washington, sobre evitar las tentaciones del Diablo. Dijo que se veía como protector de su familia, y de las actrices que interpretaron a las hermanas Serena y Venus Williams en la película por la que fue premiado.
Y Will Smith lloró. Quizás porque se dijo cuenta de que perdió la tabla y ese bofetón quedará por siempre atado a su Oscar. A lo mejor lloró porque sabe que ese desliz quizás le signifique que no le den papeles estelares. Hollywood es famoso por esas cosas.
La realidad es que la familia de Smith y su matrimonio nunca han sido convencionales. Todavía la gente recuerda cuando en el 2018 Jada tuvo un “entanglement” como ella misma llamó al enredo de infidelidad con el rapero August Alsina. Esa relación por poco le cuesta el divorcio en el 2018.
En un programa de Red Table Talk que Jada, su hija y su madre transmiten por Facebook, tocaron el tema y tanto ella como Smith dijeron que estaban separados y a punto del divorcio. La pareja logró superarlo, con el entendido de que es un matrimonio abierto. A Smith también lo han vinculado a actrices, pero en la memoria colectiva siempre quedará su cara en medio de ese chisme. En aquel momento la cara de dolor de Smith fue también la comidilla en programas y medios de Afroamericanos que no toleran que un hombre pase cuernos públicamente.
La verdad es que lo que pase en un matrimonio es algo que sólo saben las dos personas casadas, y que, si Will y Jada tomaron terapias, como han dicho, y decidieron salvar su relación, hay que respetarlo. Eso es cosa de ellos. Pero precisamente por eso es que el golpe los perseguirá. También hay que recordar que el instinto de protección de Will Smith lo hizo caer en los estereotipos del hombre abusador de tanto persiguen a los negros y a los latinos cuando se pierde la paciencia.
Otra de las principales lecturas del trompón es que un momento de gloria, que debió haber sido de alegría, se empañó por la violencia. Ni los Estados Unidos ni el planeta en estos momentos de guerra necesita más violencia. Además, opacó varios hitos que ocurrieron el domingo, como los premios a Mejor Película y Mejor actor de reparto a Troy Kotsur por la película CODA, sobre sordos. También dejó en segundo plano el Oscar a la actriz de ascendencia boricua y abiertamente queer que ganó el Oscar, Ariana DeBose.
En cuanto a Chris Rock hay que recordar que una cosa es hacer comedia y sátira, y otra es burla estúpida y cruel. Esos chistes que no dan ganas de reír acá en Puerto Rico los vemos constantemente en la televisión en los supuestos comediantes que hacen bromas burlándose de mujeres, de negros, de personas con diversidad funcional, de la comunidad LGBTTQI, de religiosos evangélicos o católicos, y de viejos entre otros.
Los vemos a diario en el programa de La Comay, que sirve de foro para hacer el trabajo sucio de ciertos políticos. Lo vemos también cuando tenemos que aguantar a cabilderos y expolíticos como supuestos analistas que se creen periodistas hablando sandeces, confundiendo al público y sin decir sus nexos, clientes, ni a quienes representan. Algunos de éstos manejan hordas de trolls en las redes sociales, y los tienen en televisión, embruteciendo al pueblo.
Pero claro, existe algo que hay que defender, y es la libertad de expresión. Tienen derecho a expresarse, aunque no le gusta a la gente, siempre y cuando no sea falso. La cuestión es que pocos tienen los recursos para probarlo en los tribunales. Por eso es en esa libertad que el público tiene que reaccionar y escribir, pedir y exigir a los medios respeto. Que los libretos no sean sexistas o racistas, que no se burlen de quien no tiene la misma exposición u oportunidad para defenderse. Es mejor educar que entrarse a golpes. La violencia no es la solución.