El hombre puertorriqueño está bien “chavao”. Fastidiado con “j” a decir verdad. Me refiero a los buenos, a esos que trabajan, estudian, cuidan y respetan. Los que son gente decente y aportan a la sociedad. Esos son la inmensa mayoría de los padres que se sacrifican por sus hijos, pero no salen en las estadísticas. No se habla de ellos. Sólo se les recuerda un poquito en un día como hoy, que es el día de los padres.
Pero recordarlos un día como hoy no significa que no estén chavaos. Los hombres, como nosotras las mujeres en esta sociedad, enfrentamos una vida más dura, pero ellos tienen un doble carimbo. Aunque se niegue, todavía persisten los prejuicios de que el hombre es el que mantiene, es el proveedor, el “jefe de la casa”, y con eso, vienen presiones adicionales. Es increíble, pero todavía muchos piensan que es así, especialmente en sociedades machistas como la nuestra, donde, irónicamente la mayoría de la población somos nosotras, las mujeres.
Y como hoy todo está más caro, la gasolina sigue alta con todo y moratoria a la crudita, hacer compra es un suplicio porque el dinero no da, LUMA Energy nos espeta otro aumento del 17.1%, tenemos un secretario de Agricultura que dice que con un peso te da para desayunar, y el gobernador guarda silencio, esa idea de que el peso de la sociedad lo carga el hombre porque el hombre provee, pues, debe ser cierto para mucha gente. El que calla, otorga. Significa que para Pierluisi, por su silencio, todo está bien y que se chaven todos, especialmente los padres de familia.
Sin embargo, hay que reconocer que vivimos en un país tan desigual, tan violento y maltratante que el hombre muchas veces también es víctima. Los matan entre los jóvenes pobres que sólo ven como opción convertirse en gatilleros o mulas de los narcos. Los asfixian entre los que trabajan por un salario mínimo en dos o tres empleos distintos para poder sobrevivir y pagar pensiones. Los deshumanizan cuando se tienen que conformar con la mediocridad de un puesto insignificante en el gobierno, sólo porque no son parte del partido que esté de turno, y como no hizo campaña política, no los premian. O los dejan morir, ya sea como jóvenes en las cárceles, sin futuro porque les destruyen la Universidad, o como viejos abandonados por sus familiares.
No está nada fácil para el hombre puertorriqueño la vida que nos impone la colonia, la Junta de Control Fiscal y el gobierno. Todo es más caro y el pesito no da. Muchos se refugian en el alcohol, las drogas ilegales o se buscan la licencia del cannabis, para desconectarse. Muchos también se van de aquí para buscárselas y tener oportunidades, con todo lo que conlleva ser de la diáspora.
Como mujer y feminista tengo que admitir que este tipo de planteamiento no se suele discutir públicamente. Es más fácil denunciar y criticar al hombre por sus continuos excesos y abusos, que aceptar que también hay excesos y abusos que cometen algunas mujeres. Nos dejamos llevar sólo por las estadísticas, que realmente son aterradoras.
Hasta la semana pasada en Puerto Rico habían ocurrido 13 feminicidios, según el Observatorio de Equidad de Género. Más de 5,060 menores son maltratados anualmente de acuerdo al nuevo perfil que hizo el Instituto de Estadísticas. O sea, 10 de cada 1,000 niños y niñas en la Isla son maltratados. El Departamento de la Familia reportó 12,110 casos de maltrato a niños en el 2021. Esa agencia también tiene a 4,817 adultos mayores y personas con discapacidades bajo su supervisión por situaciones que, en la mayoría de los casos, responden al abandono o maltrato de parte de sus familiares.
Casi todos esos crímenes son cometidos por hombres. ¿Qué los llevó a ser así? ¿Es que el maltrato que recibieron y reciben lo replican hacia sus hijos y padres?, me pregunto siempre. En este país que hay templos e iglesias en cada esquina, parecería que ni la religión ni las creencias, ni el respeto se les enseñó. O si lo enseñaron, no se aprendió. Aquí se impone cada vez más la intolerancia y la violencia, y esto preocupa.
La realidad es que todos somos víctimas de una sociedad profundamente violenta y desigual, y la falta de empatía y respeto promueve que seamos las mujeres, las niñas y los viejos los que, por lo general, somos víctimas. El hombre, ante la falta de educación y de programas para canalizar sus frustraciones, casi siempre es el que más maltrata.
Y yo me pregunto, ¿hasta cuándo? ¿Por qué es tan difícil entender la urgencia de educar sobre el respeto a la dignidad de todo ser humano? ¿Habrá que esperar a la próxima generación porque ahora mismo no hay remedio? ¿O tendremos que esperar a que el momento de respetar otras vidas sea cuando se cumpla el vaticinio de los bambalanes del chat de Telegram cuando hablaban de un Puerto Rico sin puertorriqueños?
Somos 3.2 millones de puertorriqueños, según el Censo de 2010 y el 53% de la población somos mujeres. La proporción es de cerca de 1.7 millones mujeres y 1.5 millones hombres. En menos de 3 años, para el 2025, el Censo proyecta que la población total bajará a 2.9 millones y dos millones para el 2050. Eso significa que nuestra sociedad cambia a paso acelerado. Así de rápido e intenso también debe ser la educación para que se respete la dignidad de las mujeres, niños, viejos, personas LGBTQI o con diversidad funcional, pero también a que se respete y se reconozca a los hombres buenos. No podemos juzgarlos a todos por igual. El prejuicio no tiene género, a la hora de la vedad. Lo reproducen mujeres y hombres por igual.
Pienso que hay que luchar por una sociedad más justa y es en esa justicia en la que también se tiene que reconocer la importancia del rol de los hombres buenos. Me refiero al hombre verdadero, no a los patanes, que, por desgracia, también abundan. Hablo del que se educa, el que trabaja, el que es solidario, el que respeta.
Días como hoy muchos se acuerdan de esos hombres, y corren a comprarles en la farmacia un perfume o van a una tienda y se llevan una camisa de regalo, y ya. Piensan que con eso cumplieron. Se equivocan. El hombre también necesita apoyo y solidaridad. Estar presente en sus vidas. Muchas veces necesitan también palabras de consuelo, y un poco de tongoneo nunca está de más. Hace falta más empatía y cariño también hacia los hombres buenos.
Hace falta amor, porque con las huellas indelebles que dejan esos hombres buenos se entreteje la fibra de nuestro pueblo. En este Puerto Rico violento, machista y desigual, también hay muchos, muchísimos hombres que merecen nuestro respeto. Esos son los que se levantan día a proveer a sus hijos, a apoyar a sus parejas y respetarlas, a cuidar de sus viejos, a ser solidarios con quienes son distintos. Los que trabajan de sol a sol y no hostigan, ni roban, sino que luchan y se enfrentan a las desigualdades.
No permitamos que el verdadero hombre esté chavao. Apóyelo y apóyense juntos. Sólo así se hace familia y se hace país. Feliz día de los padres a esos, que son los hombres de verdad.