Si Jennifer González barrió, Benito Martínez está mapeando…
Por Wilda Rodríguez
Periodista
Ni lo uno ni lo otro. JG no barrió. Cuando un 60% del país te vota en contra, no es eso lo que pasa. Benito lo que está es sembrando conocimiento y dignidad. Conocimiento es poder, dignidad es fuerza.
Por eso hay que preguntarse si este es el país que usted conocía. ¿O es que yo vivo en otro? En el que yo vivo hay una revuelta de alegría y autoestima que contrasta por mucho con lo que nos anticiparon las elecciones. Es político este movimiento, nadie lo ponga en duda. Política es el ejercicio de la voluntad de una sociedad. Si las elecciones favorecieron una voluntad de temor, esta revuelta favorece una voluntad de todo lo contrario.
Dure mucho o dure poco, dejará su marca. Por eso me parece risible el empeño en hablar de lo que va a pasar de aquí a cuatro años, con la seguridad con que los analistas hablan de la desaparición de la Alianza, el resurgimiento del Partido Popular de la mano de un heredero del Estado Libre Asociado, la reafirmación definitiva de la autoridad del Partido Nuevo Progresista sobre todo lo que sea bien y fortuna, y la corrupción como norma.
¿En serio?
No sé si estaré aquí para verlo (ustedes tampoco), pero no apuesto, ni les aconsejo que lo hagan. Sí sé que lo que se tenía previsto como presente se espatarró.
No estoy reclamando que la mayoría esté en la calle con Benito. Los grandes cambios siempre los han hecho las minorías. Esta es grande y peposa.
No les voy a tratar de explicar a Benito. No tengo un referente para ese fenómeno: un hombre que reafirma la identidad de todo un pueblo y exige al mundo que la reconozca, logrando ambas cosas. No, no tengo un referente, aunque sé de muchos que han hecho un trabajo extraordinario en este y otros países. Comparación, no tengo ninguna. Estoy aprendiendo de qué se trata. Solo sé que me gusta. Por eso no les voy a hablar de Benito. Les voy a hablar del país de Benito.
Puerto Rico es una colonia desde hace más de 500 años. No una colonia cualquiera: un país con historia y cultura propias. Es un milagro que 532 años no le hayan hecho más daño a la puertorriqueñidad. Aunque lo parezca, y afirmemos con tanta seguridad que nos van a despojar del país, ante la aceleración de planes ultracolonizantes de evacuación de puertorriqueños y venta del territorio al extranjero, surge un proceso de descolonización mental. Eso es precisamente lo que debe ocurrir previo a cualquier descolonización política.
No es noticia que eso se está dando simultáneamente en muchos más puertorriqueños que nunca antes, y en unas edades con futuro. Simultáneamente también se da más literatura descolonizadora, que es uno de los pilares de la resistencia y descolonización. Hay muchos más lectores de los que reconocemos.
Permítanme una digresión. También aprovecho para colar nuestra historia, como Benito.
En mi libro Periodismo puertorriqueño: Un deber con la memoria expongo lo que es el principio de la dependencia colonizadora de los dos imperios que nos han tocado. Se trata del Situado Mexicano. Eso fue en 1534: la asignación de fondos de la corona para pagar por la construcción de las fortificaciones en el Caribe —El Morro, las murallas, San Cristóbal, entre ellos. Por supuesto que España no sacó el dinero de sus bolsillos. Lo sacó de su colonia más rica por estos lares: México.
Ya saben por dónde voy. Esa fue la gran dependencia que nos inyectó el coloniaje. Duró casi tres siglos. Toda la actividad económica de Puerto Rico contaba con esos chavitos. Cuando México se zafó de España y nos cerró la pluma en 1810, Puerto Rico pasó por un cold turkey sin metadona. En 1898 llegó Estados Unidos. Ustedes saben el resto.
Traje esto porque una de las cosas que están pasando son las cápsulas de historia que atraviesan la agenda de Benito. También porque lo que relato conformó uno de los rasgos de nuestro perfil como colonizados: creer que no podemos hacer nada por nosotros mismos.
Eso está cambiando. La alegría de descubrir lo que somos y podemos ser juntos es contagiosa. El edadismo de la alegría desaparece bailando. La historia se aprende bailando. La consciencia se aguza bailando.
Parece haber un país paralelo. Creo que ya lo había en las organizaciones de comunidad y defensa de nuestro patrimonio, pero ahora se infló. Cuánto dure este momento no lo sabemos. Pregúntese mejor qué huella dejará y para cuándo.
Mientras tanto, no dejen de observar lo que está pasando en el otro mundo paralelo.
Hay un gobierno practicando para dios, y hay un 40% que chilla gomas por ese dios. Un gobierno que tiene que seguir cerrando puertas y aprovechar todas las rendijas para fortalecer la autocracia, porque sabe que ese 40% no le pertenece al partido que ahora lo representa. Ese número lo logró la deserción de fundamentalistas de su partido y populares del suyo. ¿Se quedarán?
Por si acaso, el gobierno va a aprovechar su hegemonía electoral para hacer lo que está haciendo ya: ordenar y colocar. Ordenar las leyes a su favor y colocar a los suyos en todas las posiciones que impliquen autoridad. ¿Por qué? Porque puede. Lo que llaman banquete total no es otra cosa que la corrupción como forma de gobernar.
Mientras tanto, continúa la campaña para disolver la Alianza mediante la confrontación. Desafortunadamente, como ha pasado siempre a la izquierda, hay elementos que colaboran con esa agenda. He evitado intervenir en ese conflicto. Creo que parte de premisas y emociones políticamente muy equivocadas. Suman lo que no suma.
Quedan cuatro años para que el gobierno fortalezca la muralla electoral contra la Alianza. Pierden su tiempo en tratar de deshacer la que hay, porque para entonces habrá que hacer algo distinto.
Mientras tanto, un joven heredero político está en un limbo que no se supera con buena presencia y mejor intención. Se supera con una cultura política veterana que todavía no alcanza para bregar con los vicios de un partido que ya dejó de ser. Sin ideología, sin estructura central, con tanto zorro al acecho y un déficit de consejo sabio y generoso, las alternativas no son muchas ni buenas.
Sí, todo eso está pasando a la misma vez. Este frenesí de identidad y una dictadura conviven. Creo que ya hay un resultado a favor de la calle. Son más los que no se van a ir, son más los que van a tomar más fotos, y son más los que ahora saben lo que le pasó a Hawái.
Habrá que aceptar que sí hay dos mundos paralelos y vivir en uno de ellos. Yo vivo en el que vive Benito.