Si usted es contratista del gobierno, empleado de confianza, cabildero, o pertenece a la cúpula del PNP o del PPD, no tiene que leer esta columna.
No le dé clic a esta página porque esto no es para usted. Usted es privilegiado, y para usted todo es color de rosa. Hoy escribo de algo que a usted en realidad no le importa ni le ha importado nunca.
Esto es para el resto del país. La columna va dirigida a la gente decente que todos los días se levanta a trabajar y buscárselas en un ambiente de tanta inestabilidad y represión como el que vive Puerto Rico.
Hoy escribo para los hombres puertorriqueños, porque hoy es el Día de los Padres.
Escribo porque el Día de los Padres del 2023 no es un día fácil y no lo será para muchos padres puertorriqueños, y por ende, para toda su familia. Y como sigue la rueda, tampoco será un día feliz para el país porque el sufrimiento de uno es el de todos.
En el mes de mayo la farmacéutica Merck anunció su cierre luego de 38 años de operaciones en Puerto Rico. Se pierden 600 empleos directos y como 300 indirectos. A principios de junio, Avon anunció el cierre de operaciones luego de celebrar su 25 aniversario el pasado año. Son 112 empleos directos y 150 indirectos que se pierden. Y el viernes Bristol anunció su cierre tras más de 50 años de operaciones en Humacao. Son 435 empleados directos y 350 indirectos.
No sé si usted lector nota un patrón aquí. Esto no es casualidad. Es algo grave que demuestra la incapacidad del gobierno.
Y no me digan que son cierres normales porque era el reducto, lo que quedaban de aquellas fábricas 936. No es eso. Esa Sección 936 de Código de Rentas federal daba unas garantías para fomentar que esas empresas invirtieran en Puerto Rico y generaran empleos. Por eso la manufactura llegó a ser casi la mitad del producto bruto interno, pero todo eso se perdió por la politiquería en los años 90.
Vamos a poner un poco de contexto histórico breve.
Cuando Estados Unidos empezó a negociar con Canadá y México el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (Nafta), y cuando se abarataban costos y se fomentaba la cooperación y competencia regional, el gobierno de Puerto Rico en vez de aprovechar las ventajas que tenía, politiqueó y aceleró la eliminación de esa Sección 936.
Luis Fortuño, Carlos Romero Barceló, Pedro Rosselló González y muchos otros cabildearon para eliminar esas ventajas competitivas porque supuestamente nos diferenciaba de los estados y nos alejaba de la estadidad. Jamás olvido cuando Pedro Rosselló me decía que la economía cambiaría de la manufactura a servicio y eso fue el titular de portada de un artículo que escribí para Caribbean Business en esa época de los 90. ¿Y qué pasó?
Se fue en caída libre la economía. Se perdió todo porque esas fábricas se fueron. Se aceleró la emigración en busca de empleos y el gobierno se convirtió en el gran patrono. Esto terminó en el colapso que nos trajo a la Junta de Control Fiscal con su “Commonwealth Manager”, el puesto que andan buscando llenar ahora. Algo así como el gobernador ‘de facto’.
Esa economía de los 90 se sustituyó por lo que impulsaron Fortuño y Alejandro García Padilla de las leyes 20-22 (ahora Ley 60) que está provocando la destrucción acelerada de nuestro país, que fomenta el desplazamiento, el robo de los recursos naturales y todas las crisis actuales.
¿En todo eso, dónde queda ahora el hombre puertorriqueño? Pues, son los chavaos. Los que se quedan sin trabajo o que tienen que depender de dos o 3 part-time para sobrevivir en lo que logran juntar chavitos para irse.
La inestabilidad que vive Puerto Rico a nivel económico pone en peligro las operaciones de aquellas empresas que se mantuvieron aquí después del caos de las 936 y que siguieron apostando a nuestra economía hasta ahora. Las empresas que aguantaron el embate de huracanes, terremotos y pandemia, ya no pueden más con el caos que deja la corrupción, el desgobierno y la Junta de Control Fiscal.
Y si a eso usted le añade la corrupción, no hay más que buscar. Hace unas semanas salió un estudio de la Pontificia Universidad Católica de Ponce que decía que el costo económico de la corrupción en el Gobierno sobrepasa los $527 millones al año. Desde el 2000 la corrupción le ha costado a la economía puertorriqueña $11,600 millones. ¿Cómo se logra desarrollar una economía con una base de tanta corrupción del gobierno?
No hay empresa que lo aguante a menos que sea parte del esquema de corrupción. Total, a corto y largo plazo los costos de operación las destruyen, y, por ende, se tienen que ir dejando a la gente en la calle. Como tenemos un gobierno con funcionarios que se enfocan en hacerse ricos en el menor tiempo posible, no se trabaja para retener lo que produce economía.
Entonces, las empresas que planifican a mediano y largo plano no tienen forma de predecir el por ciento de aumento en los servicios básicos como es el agua o la electricidad. Así que podemos vaticinar que vendrán más cierres y mucha más emigración.
Es triste porque todo esto tiene solución, pero requiere aceptar la realidad. Financieros, empresarios y expertos en el tema llevan años dando ideas para enderezar el barco. Se requiere trabajar con integridad, firmeza y ética para tomar las decisiones importantes ahora en vez de posponerlas.
No podemos darnos el lujo de seguir permitiendo la corrupción, el desplazamiento, la venta de nuestro país a extranjeros que no sienten ni les importa nuestra sociedad. Si vienen a ser parte, a aportar y a crear empleos, son bienvenidos, pero los que están llegando sólo les importa sus ganancias. El aprovecharse del paraíso fiscal que nuestro gobierno les ha creado.
Eso hay que combatirlo. De lo contrario, todos seguiremos sufriendo, especialmente los hombres. Cada vez más padres de familia optarán por irse y seguirán vaciando Puerto Rico.
Así que hoy, Día de los Padres del 2023, reconozco que no es un día fácil para ellos. Aunque sí es probable que muchos hombres recibirán hoy a sus hijos y familiares, y les regalarán algún perfume, pantuflas o quizás hasta un equipo para hacer BBQ.
Cualquier regalo típico del día. El regalo no importa en realidad. Lo importante es el estar y el ser. El estar en familia y el ser familia. El apoyar también al hombre cuando éste lo necesita.
Hay que entender las frustraciones que viven tantos padres de familia que están hoy en la calle o que viven en la agonía de saber que se quedarán sin empleo. La mayoría de los puertorriqueños que no están en la nómina del gobierno o de los cabilderos o contratistas, tiene que apoyarse mutuamente.
A los hombres que quedaron en la calle y a todas sus familias, vaya mi reconocimiento. Recordando siempre, que nos tenemos.
Por Sandra D. Rodríguez Cotto