Mi cuñada Carol dice que le encanta leer los menús en los restaurantes porque le abre el apetito y la pone en ambiente para una buena conversación mientras mira qué platillo degustar. Mami es igual, pero el otro día fui con ella a un famoso restorán y tuvo que escoger la comida mirando en el celular. No le gustó para nada.
Yo le dije que no hay cosa más práctica que llegar a un restaurante y ver un QR code pegado en un sticker en una esquina de la mesa. Dependiendo del hambre y la curiosidad, saco mi Galaxy o mi Iphone para encontrar la oferta. El punto es que así encuentro el menú que aparece como por arte de magia en la pantalla del celular.
La tecnología está para resolverte la vida, y me encanta. El problema es que veo a tanta gente mayor pugilateados con la tecnología. Y esto va convirtiéndose en una crisis generacional. Cuando los adultos mayores van a un restaurante, ese shock de tener que buscar un menú con su celular, los bloquea. Eso me puso a pensar en lo difícil que se está haciendo todo para la gente mayor en este país y los negocios que no cooperan.
Se supone que sea lo contrario, que la tecnología esté para ayudar, pero hay una generación que no la entiende. Mientras más viejitos, peor es. Aunque tengan celular y usen el Facebook para ver a sus nietos, para encontrar viejos amigos, o para ver las cosas que venden en el marketplace.
¿Por qué los restaurantes en Puerto Rico están usando el QR Code y ya no tienen sus menús en papel o en un librito? Es más, ya ni en las fondas ponen el menú debajo de los manteles de plástico transparente. ¿Por qué? ASORE, que explique por favor. ¿Es la tecnología? ¿Es porque el papel está caro y es mejor no imprimirlos porque le cuesta mucho al dueño del negocio? ¿Es por moda para apelar a un público más joven? ¿O es por decir que son “in”? ¿Acaso no se dan cuenta de la población en Puerto Rico?
El asunto es que, la inmensa mayoría de esa población no puede o no sabe o se les dificulta buscar ese tipo de cosas porque son personas mayores. Puerto Rico es uno de los países con más viejos en el mundo y ocupa el séptimo lugar entre las naciones con el mayor porcentaje de personas 65 años en adelante. Un 28% de los habitantes en la Isla son de 60 años o más, lo que supone un total de 924,477.
A eso se le tiene que añadir los adultos mayores que viven solos porque sus hijos y familiares se fueron de aquí. Y sí, he escrito varias columnas sobre este tema del abandono a los viejos en los últimos meses porque siguen apareciendo muertos en sus casas y esto tiene que parar. Pero es que el problema empieza por lo básico que es el momento de buscar servicios, y ahí es que entra la brecha digital. Cuando te dicen “no sé qué toqué el celular” o se quedan con la cara lela cuando hablas de IOs, la nube, o blockchain. Es serio, y peligroso. Los viejos están en desventaja y eso los hace vulnerables.
Se pone peor porque ahora el gobierno quiere hacerlo todo por Internet y el viejito ni entiende cómo sacar un marbete digital. Entonces cuando llega a la gasolinera o a la colecturía, los tratan mal porque son más lentos dada su edad, o porque no entienden bien la tecnología, hasta se les ríen en la cara.
Pienso que entidades como ASORE que representa a los restaurantes, o la Cámara de Comercio, e incluso las compañías de telecomunicaciones, deberían diseñar campañas educativas constantes y permanentes para esa población. Sé que AARP tiene algunos proyectos, pero no son suficientes. Hay que cerrar la brecha digital ya, porque esta población mayor va a seguir creciendo.
La brecha digital es la desigualdad que existe a la hora de poder usar las nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), porque no sólo es cuestión de aprender a arreglarse con la banca online, usar la ATH o saber contestar mensajes. Parece raro pero muchos viejitos no saben ni siquiera cómo pagar una cuenta de Acueductos o de Luma por Internet, y ni siquiera saben cómo ver si el cheque de seguro social llegó a la cuenta del banco. El impacto en las vidas cotidianas de estas TIC es grande y los que no pueden acceder, se quedan atrás, y ahí viene la brecha.
Hay tres variables que afectan en la brecha digital: el dinero, las habilidades de uso y la calidad de estas habilidades. Es decir, ¿puede ese adulto mayor comprarse un teléfono inteligente o una computadora? ¿Sabe usarlo? Y, por último, ¿sabe cómo sacarle el rendimiento para el que ese equipo fue diseñado? El cerrar esta brecha digital puede ser determinante para la calidad de vida de esos seres humanos.
Entonces una se pregunta, ¿qué medidas se están tomando para cerrar la brecha digital? ¿Qué hace el gobierno? Más allá de anunciar millones para el 5G o para telecomunicaciones como hizo recientemente el gobernador Pedro Pierluisi, aquí lo que hace falta es que haya programas para la gente.
Hace como tres semanas vi una alternativa positiva. El representante del Partido Popular Democrático Jesús Hernández Arroyo radicó una pieza legislativa que me pareció extraordinaria. La medida buscaba realizar una investigación sobre las opciones que tiene el Departamento de Educación (DE) de elaborar un programa en conjunto con la Oficina del Procurador de Personas de Edad Avanzada para que los estudiantes de escuela superior cumplan sus horas comunitarias en centros de envejecientes y comunidades capacitando a los adultos mayores en el uso de tecnología. De ese modo, no sólo hay una relación entre generaciones, sino que los estudiantes ganan del intercambio, consiguen sus horas contacto y los viejitos aprenden.
Desconozco si fue aprobado en esta sesión, porque de la oficina del legislador informaron que no estaría disponible, pero ese es el tipo de proyecto que hace falta porque integra generaciones, une comunidades y educa. Es algo super positivo. Ojalá otros sigan su ejemplo y más allá de imprimir los menús, también se dediquen a apoyar a nuestros viejos, a tenerles la paciencia que tuvieron con nosotros cuando éramos niños, y a entender que en algún momento, nos tocará llegar a donde ellos están. Todo es cuestión de tiempo.
Por Sandra D. Rodríguez Cotto