No es una tarjeta de crédito ni tampoco es una tarjeta de puntos, pero tal parece que esa es la filosofía de muchos puertorriqueños: el ‘Jaiba Platinium Program’
Cuando uno sale de viaje últimamente los ve por ahí en el aeropuerto. Los ves en bancos, en conciertos, en oficinas de gobierno y en muchos lugares. Son los que se cuelan, los que buscan subterfugios para salir ganando, los que mienten y engañan a otros para conseguir un beneficio rápido, que muchas veces no les corresponde.
El otro día un muy querido amigo que médico, indignado, me envió una foto de ellos en el aeropuerto Luis Muñoz Marín. Eran decenas y decenas de personas que hacían fila fingiendo ser personas con problemas de movilidad, impedimentos o que dicen ser envejecientes, y estaban sentados en sillas de ruedas para que los llevaran hasta el “gate” de salida. Eran como 25 y no era un equipo o un grupo con personas de diversidad funcional.
Compran así boletos de avión y fingen tener necesidad que obliga a las aerolíneas y al aeropuerto a poner a empleados a empujarlos sus sillas de ruedas. Los pasan al frente de los que llevan rato haciendo fila, se cuelan y les dan los mejores asientos en el avión, pero son personas sin ningún problema real. Simplemente son parte de ese “club”, esos que usan su tarjeta, aunque es tarjeta, no exista. No es una tarjeta de crédito ni tampoco es una tarjeta de puntos, pero tal parece que esa es la filosofía de muchos puertorriqueños: el ‘Jaiba Platinium Program’.
Es sentir que tienen ese permiso con el que piensan que tienen más derechos que los demás. Esa idea que los hace sentir que son ciudadanos de primera categoría o de una casta superior al resto de los otros boricuas. Me refiero a los que se cuelan en las filas, los que fingen ser más viejos de lo que realmente son para adelantarse en las filas de envejecientes en los bancos. Las mujeres que se hacen pasar por embarazadas para que las atiendan primero. Hay muchos adultos mayores en esas, que buscan el descuento de senior citizen en todo porque entiende que lo merecen, pero ocurre en todas las edades y géneros.
Es la misma gente que tú los ves con el carnet de personas con impedimento y no lo necesitan, ni tienen a ningún familiar con necesidad real. Lo ves bajándose de lo más feliz a hacer compras sin tener al lado a la persona por la cual le asignan la tarjeta, y sólo lo usan para tener los parkings más accesible sin tener que caminar mucho en los malls.
Este es un renglón que me toca a nivel personal y duro. Por años rehusé sacar ese carnet que he necesitado para mi hija, especialmente en emergencias. Muchas veces tuve que cargarla, o sentarme en las aceras en lo que pasaba un crisis epiléptica porque se me caía la cara de vergüenza de usar un carnet para personas en sillas de rueda, ya que ella camina. Finalmente tuve que sacarlo ahora, que ella tiene 19 años, por tantas emergencias. Me costó, porque no quería ser como tanta gente lista que abusa de esos permisos sin merecerlos y sin necesitarlos.
Esa actitud de aprovecharse y sacar ventaja es una modalidad de corrupción que nos atrasa como sociedad. Empiezan así, y luego lo extienden a mentir en la planilla de contribución sobre ingresos, o para conseguir algún programa del gobierno, como pasó con tantos miles que cogieron los chavos del PUA en la pandemia. A algunos, con un regaño quedaron en el olvido, pero otros terminaron en la cárcel. Son jaibas.
Un jaiba es una persona lista, tramposa y escurridiza. Viene de un vocablo indígena, ya que los taínos usaban esa palabra para referirse a una especie de cangrejo que es muy escurridizo y difícil de atrapar. Por eso, la palabra describe a la perfección a esos listos. Algunos le llaman “gansos”, o avispados. Esas comparaciones animalescas lo que describen son seres que se aprovechan de los demás. Son gente que tiene un problema endémico de no querer seguir las reglas de juego limpio.
El abogado y profesor Rubén Colón Morales hace unos años escribió que esta conducta posiblemente se haya desarrollado en el puertorriqueño como mecanismo de defensa y de sobrevivencia “ante duras realidades históricas de crónica opresión económica, sometimiento político y desigualdad social”. Dijo que es innegable que ese concepto del puertorriqueño jaiba fue cultivado por las clases políticas dirigentes del siglo XX. Concurro con él.
Los partidos dominantes en Puerto Rico, el Popular Democrático y el Nuevo Progresista no sólo han contribuido a crear electores con actitud jaiba frente al imperio estadounidense, sino también con respecto a los procesos internos en Puerto Rico, “en una simbiosis totalmente clientelista’, como dijo Colón Morales.
“El clientelismo constituye una forma de corrupción pública que convierte a los ciudadanos en consumidores de favores. Se pervierte la democracia remplazando nuestro derecho a que el Estado nos responda, por la “oportunidad de acomodarnos en el sistema”, según Colón Morlales. Se transforma nuestro derecho a exigir servicios públicos, por “el privilegio” de canjear por favores nuestras “millas de votante frecuente”, o los “puntos en la tarjeta de crédito de nuestro activismo político”.
Por eso donde más sabemos de los jaibas es en el gobierno, especialmente cuando vemos casos de corrupción. Son los contratistas deshonestos, los contribuyentes de las campañas y empresarios que financian candidatos para luego cobrarles en contratos y permisos. Esos ya se pasaron del Jaiba Platinum Program a la “black card” de los listos. Son, en esencia, unos malandros.
Los estamos viendo en estos días con los dos casos más escandalosos en la política puertorriqueña desde el caso del exgobernador Aníbal Acevedo Vilá. Me refiero a los casos del Súper PAC de amigotes y parientes del gobernador Pedro Pierluisi, y el caso de la exgobernadora no electa Wanda Vázquez. Ambos son casos de corrupción por esquemas nebulosos y asqueantes de financiamiento de campañas políticas. Irónicamente a Pierluisi a Vázquez y también al excandidato popular Charlie Delgado se les imputa recibir dinero del venezolano Julio Herrera Velenuti, de Bancredito Holding Corporation.
Desde el 2021 las autoridades federales investigan donativos hechos por extranjeros a las campañas políticas en Puerto Rico. Irónicamente, a los estadistas que suelen “mandar a Venezuela y a Cuba” a sus opositores, son los primeros que aceptan sus chavitos para las campañas. ¿Qué más prueba de que son jaibas?
Mientras sigamos con estas actitudes, ni la política se limpia ni la sociedad progresa. Por esas prácticas jaibas resulta tan difícil romper con el bipartidismo que nos mantiene estancados social, económica y políticamente. Las cosas no cambian porque nada se mueve. Pero la actitud empieza en el individuo, desde la raíz, luego va al colectivo. Por eso tenemos que combatirla todos por igual. Es hora de que cortemos esa “Jaiba Plantium Card”,y empecemos en limpio.
Es que el mas jaiba excusa su conciencia. Su sentir es «Yo no soy mas pend#$j@ que nadie» y asi olvidan que están utilizando un privilegio que no les corresponde, mediante engaño y trampa.