Sandra D.
Rodríguez Cotto
PERIODISTA
Gracias a la Sociedad para la Asistencia Legal los pobres tienen una voz. Es hora que se reconozca y se apoye a esta organización
Honor a quien honor merece. Hoy aplaudo a la Sociedad para la Asistencia Legal (SAL) que esta semana volvió a dar a Puerto Rico una lección de dignidad, decencia y compromiso con la verdad en el caso de Elianni Bello Gelabert.
Elianni es la joven madre acusada de abandonar a su bebé de tres meses, tratada como a la más vil criminal, que los tribunales encadenaron de manos y pies, como a los esclavos. Después se supo que era un grito de ayuda lo que ella pedía.
Este caso ha estremecido al país porque nos demostró la miseria en la que viven tantas personas. A Elianni la arrestaron, la acusaron de abandono y rápido se le juzgó ante la prensa como si fuera una maltratante, cuando en realidad es una víctima. La joven de 22 años, lo que buscaba desesperadamente era ayuda para su bebé, porque a ella la habían desahuciado de su casucha alquilada por una deuda de $590. Se arriesgó a ir a la casa de quien la maltrataba, contra quien pesaba una orden de protección por violencia de género, sólo para que cuidaran a su bebé en lo que ella resolvía donde vivir.
Ella misma fue quien llamó a la Policía y ella misma explicó, pero la arrestaron, le quitaron a su bebé y la metieron presa con una fianza de $50,000. No es casualidad que ella es inmigrante dominicana, mujer, negra y vive en la absoluta miseria. La interseccionalidad de raza, género, estatus migratorio y pobreza obra mucho en estos casos en donde el prejuicio controla a los tribunales, a la Policía, al Departamento de la Familia y demás agencias. Son muchas y muchos en casos así, y casi siempre al que tenga ese perfil social es al que más cuesta arriba se le hace defenderse en Puerto Rico.
Grupos de activistas como la Colectiva Feminista, la Casa Dominicana, la senadora Ana Irma Rivera Lassén, psicológos y líderes comunitarios, entre otros, levantaron la voz de denuncia en el caso de Elianni. Ante el silencio absoluto de una Procuradora de las Mujeres que sólo sirve para cobrar su salario y una Secretaria de la Familia politiquera e incompete, el pueblo se alzó. Al final, se supo que este caso era injusto y el Departamento de Justicia, ante la presión pública bajó la fianza a $1.
Pero ante todo eso, en este caso, quien lleva la bandera de la defensa legal ante un sistema que aplasta a los pobres es la Sociedad para la Asistencia Legal (SAL).
Por eso es importante reconocer lo que hacen los abogados de la SAL. Yo los aplaudo y levanto mi voz en apoyo a su trabajo. Su función es ahora más vital que nunca, ante la pobreza que cada día se cierne más sobre Puerto Rico.
Ayer tuve un honor inmenso, de esos que se sienten cuando una se topa con personas verdaderamente honorables porque dedican su vida a defender lo justo. Así me sentí tras una larga conversación que tuve con las abogadas María Sáez Matos y Rosa Falcón Díaz de la SAL, quienes son las defensoras de la joven Elianni Bello Gelabert.
Me sentí honrada porque vi la pasión y el amor con las que defienden a los indefensos.
No todo el mundo tiene esa vocación ni ese compromiso.
Escuchar la entrega y firmeza con su trabajo frente a tantas adversidades, es de esas cosas que nos hacen pensar en lo verdaderamente importante.
Les hice mil preguntas y me narraron como encontraron a su representada. Cómo vivía, su estado físico y emocional, su absoluta indigencia y los maltratos que recibió. Elianni es una víctima, de verdad.
Muchas cosas de como la encontraron no se pueden decir públicamente por respeto a su dignidad y su derecho a la privacidad. Aún así, sorprende y aprieta el corazón entender la fortaleza con la que esas dos abogadas la defienden.
Yo no sé de dónde sacan las fuerzas estas dos abogadas, pero al terminar la conversación con ellas no puedo negar que se me saltaron las lágrimas al entender como vivía Elianni. Lo que ellas encontraron y con lo que tienen que lidiar.
Elianni está ahora en un albergue de mujeres maltratadas. El lunes tiene una vista en un proceso que será largo. El tiempo dirá que será de su vida, de la vida de su niña y de toda esa familia. Pero en este proceso las abogadas están y estarán. Merecen un aplauso.
Son los abogados de la SAL los que se enfrentan a la crueldad del sistema todos los días. Defienden a los pobres, casi sin recursos. Son la voz de esos que no tienen conexiones ni padrinos que los bauticen. A los que por vivir en un caserío o en una parcela, rápido les cae el carimbo de ser culpables y los marcan como criminales, muchas veces sin serlo.
Los abogados en la SAL se dedican a la representación legal en casos criminales para la gente más pobre y llevan toda la vida facilitando servicios de excelencia que garantizan la igual protección de las leyes.
No es una agencia de gobierno, pero financian sus operaciones mediante ciertas aportaciones legislativas recurrentes y no recurrentes, la venta del sello de la SAL y un arancel. El dinero no les da, y pasan precariedades.
Conozco bien ese compromiso social de la SAL porque
hace como 10 años tuve el honor de trabajar como voluntaria con los licenciados Juan José Troche, Liesel Costa y Luis Zambrana de la SAL, y otros, en la creación de un proyecto para apoyar y defender los derechos de la comunidad sorda en Puerto Rico. SAL por los Sordos ha sido el motor desde donde se originó todo lo que se ve ahora de los sordos. Desde allí se propiciaron cambios en leyes y reglamentos, y se ayudó a crear conciencia sobre las inequidades con las que viven sobre 300,000 puertorriqueños que son sordos o con problemas auditivos. Ese es otro de los proyectos de la SAL.
Tienen también un proyecto importantisimo sobre la salud mental en Puerto Rico, que es, sin duda, uno de los problemas más importantes y menos atendidos.
Son los representados por los abogados de la SAL los que más probelmas enfrentan con esta nefasta práctica de los tribunales de hacer los juicios virtuales. Está el juez, los abogados, los fiscales y testigos de lo mejor, pero el acusado, que casi siempre está en la cárcel, tiene que lidiar con cámaras que se caen o sonido que nos escucha en esas transmisiones. Sus derechos están violentados por esa política de juicios virtuales que impuso los tribunales y ratificó el Supremo, pero claro, otra vez los más perjudicados son los pobres. Con los hijos de ricos, a los políticos o contratistas del gobierno no les pasa eso. Esa doble vara también la combaten los abogados de la SAL. Su labor es imprescindible.
Y yo me pregunto, con tanto dinero que se bota en este país en cosas que no valen la pena, por qué no se aporta a la Sociedad para Asistencia Legal. ¿Por qué no se crea un fondo para ayudarlos? ¿Por qué no se hacen galas de recaudación de fondos? ¿Torneos de golf o donativos de empresas? Quizás deberían destinar un porciento de los contratos que da el gobierno para financiar la SAL, porque es la entidad que hace el trabajo que el gobierno y Justicia se supone que hagan. Atienden a los pobres.
Hace falta apoyo pars que esta entidad se mantenga y pueda seguir operando, y defendiendo a los que de verdad lo necesitan.
Desde este foro aplaudo a la licenciadas Sáez Matos y Falcón Díaz. Le pido a los que leen estas líneas, que también apoyen a todos los abogados y abogadas de la SAL. Son ellos quienes defienden a los que nunca tiene voz en casos criminales y civiles.
Gracias por defender a Elianni. Gracias por defender a los sordos. Gracias por defender a los pacientes de salud mental. Gracias por defender a los pobres. Gracias.
Lo primero que le dijo la licenciada Saez Matos a Elianni cuando la vio por primera vez fue «no estás sola». Que sirvan estas líneas para que las abogadas y abogados de la SAL sepan que los apoyamos. No están solos. El pueblo está con ustedes.