Es cierto que la corrupción nos asfixia. Ver tantos y tantos corruptos hablando en televisión y radio todos los días, sabiendo que pronto se irán en volanda, arrestados por los federales, abruma. Eso, y la excesiva y hasta casi obscena obsesión por darle pauta a casos como el de la supuesta “influencer” Lisha, y otros por el estilo.
Claro, que no es que se deje de reportar el drama humano, pero es el overkill de esas cosas lo que cansa. En la colonia siempre nos han tenido entretenidos en esos asuntos que son graves, pero se hace para que la gente no piense en lo que de verdad importa.
La crisis social que se vive en Puerto Rico es profunda. Es multifacética y multicausal porque viene de distintos problemas desde el colapso de la economía, la dependencia en el gobierno como patrono, el narco-gobierno y otras cosas, que no se solucionan con una vara mágica ni con una política al estilo de aquella fallida de Mano Dura Contra el Crimen. Fallida porque ocupaban un caserío para coger un punto de drogas, pero ese negocio se movía y proliferaron los puntos y los crímenes. Eso no se detuvo. Hoy están casi por la libre, con menos policías.
Yo no tengo soluciones para el problema, pero de tantos años que vengo observando y cubriendo como como periodista lo que pasa en mi país, tengo que concluir que la base está en las familias, porque todo comienza en la casa. Si algo ha pasado en Puerto Rico los últimos años es que las familias han cambiado mucho.
No es que antes era mejor, porque eso sería negar la realidad de que antes también había mucha violencia y mucha marginación hacia la mujer, pero no podemos negar que antes había un mayor respeto a los adultos, a las personas mayores, y antes había más espacios de compartir unidos. Los hijos compartían más con sus padres, los nietos aprendían de los abuelos, los primos eran como hermanos y los vecinos eran como primos. Era una sociedad bien distinta a la del Puerto Rico del 2023.
Ahora uno mira las noticias y rápido se piensa en la criminalidad y en la corrupción, pero no se habla de que hay tantas mujeres solas criando niños sin apoyo de una figura paternal, sea padre o abuelo o tío. El peso de la carga económica y familiar cae sobre la mujer y eso también es violencia.
Tampoco se habla a diario de la enorme cantidad de viejitos que están solos porque sus hijos cogieron los bártulos, se montaron en aviones y se fueron a la Florida o a cualquier parte, y se olvidaron de que dejaron aquí a sus padres. Viejos solos pasando necesidades. Esos viejos solos no están únicamente en barriadas, residenciales y campos. Hay muchos en casas cayéndose en cantos en urbanizaciones de clase media y en casas de lujo.
A veces esos hijos que se fueron y dejaron a los viejos morir aquí solos, reaparecen para venderles los apartamentos o las casitas de sus padres, o para alquilarlos en Airbnb porque quieren sacar unos chavitos. Si los padres están vivos, entonces vienen a buscar en qué asilo meterlos. No todos se los llevan porque muchos viejos no se quieren ir. Eso también pasa. Y claro que hay de todo.
Hay muchos hijos que se encargan de sus familiares, pero se tuvieron que ir para generar el dinero que aquí no consiguen, porque para tener un buen trabajo tienes que pasquinar y politiquear. A pesar de todo eso, es innegable que el abandono a los viejos es evidencia de los valores que no existen.
Esto no significa que la supuesta “familia tradicional” sea la mejor. Mamá, papá, dos niños y un perro es el ideal de los libros. Esto también es un discurso que se usa para incitar al odio y separarnos aún más.
Muchos lo utilizan como excusa para regar su prejuicio hacia parejas del mismo sexo, sin pensar que las familias no tradicionales son las que abundan. Hay muchas abuelas criando nietos, y eso no es una familia tradicional.
También hay muchos jóvenes cuidando a sus abuelos. Uno de esos es mi amigo Carlitos, que vive pendiente y se encarga de su abuela. La semana pasada la Universidad Pontificia Católica presentó un estudio de como la vida de estudiantes universitarios se afecta porque son cuidadores de adultos mayores porque es un problema real.
Entonces, la pregunta es, ¿cómo podemos pensar en caminar hacia el frente si el problema básico es la unidad familiar? ¿Cómo mejoramos esta sociedad si no se logra reenfocar en esa base? Aquí, donde menos dinero se asigna es a esos programas.
Agencias como el Departamento de la Familia históricamente botan dinero en publicidad para pagar agencias que hicieron política, mientras no hay dinero para atender adolescentes evadidos de hogares sustitutos, hay sobre 10,000 querellas de maltrato a menores y nadie se escandaliza. Pensaba esta semana que si los casi $10 millones que botó este gobierno en el certamen de Miss Mundo y en la fiesta de fin de año para que saliera una imagen del Centro de Convenciones en la televisión de Estados Unidos por dos minutos lo hubieran usado para atender hogares de adolescentes que están con Familia, otra sería la historia.
No hay soluciones fáciles para los problemas sociales, así que pienso en la raíz. En el entorno cercano. Quizás la solución ya no es ir los domingos a la casa de los abuelos como se hacia antes, poque ahora cuando los nietos van, se ponen a mirar el celular y nadie habla. Quizás sea enseñarle a los hijos y nietos que hay que hablar, que hay que compartir, escucharse, saber cuáles son las necesidades de cada uno, conocerse.
Hay que buscar rescatarnos todos como seres humanos que somos. Es la única forma de levantar esta sociedad. Si no nos unimos en lo más básico, no hay esperanzas para lo más complejo.
Por Sandra D. Rodríguez Cotto