Por Wilda Rodríguez
Periodista
Ricardo Rosselló llega en mahones y sin medias y se desplaza por el país con sentido propietario. Un amigo se sorprende más de la desfachatez del gobernador Pedro Pierluisi que de la del exgobernador depuesto por el pueblo. “Es que lo invita a La Fortaleza como si lo estuviera invitando a la casa de su hermana Cari”, me dice.
Es que es lo mismo. Es el mismo sentido propietario de una élite que domina el poder, sea el grande de un país de Europa o el pequeño de una colonia en el Caribe. Pierluisi invita a Rosselló a La Fortaleza como si lo invitara a casa de su hermana Cari. Lo considera su derecho. Tan sencillo como el derecho a bañarse en la piscina esnús sin temor a críticas o represalias. Porque da la gana.
Rosselló hace lo mismo que hacen los que están seguros de que nadie se va a atrever a tocarlos. Lo hacen mafiosos y realeza en Europa. Lo hacen dictadores latinoamericanos. Lo hace el matón del barrio.
Dejando a un lado que su visita reciente es el mejor argumento contra las escoltas que se le asignan a los exgobernadores, hay que reconocer que Rosselló no le tiene miedo al pueblo aunque hace ocho años lo sacara a patadas del país.
Un músico inglés ha dicho acertadamente que los políticos no tienen miedo porque no son ni han sido las víctimas. Están protegidos hasta por el miedo. Difícil que los puertorriqueños aceptemos que padecemos de esa fobia social a la autoridad. Es más cómodo pensar que somos civilizados, buenazos o hasta pendejos como bien nos considera el propio Rosselló. Pero no es que le tengamos miedo a la autoridad, ¡qué va!
Piensen otra vez. ¿Debería Rosselló transitar en mahones sin medias por medio país con su esposa y su sonrisa de niño de papá sin sentirse siquiera un poquitito amenazado de que alguien le salga con una pachotá o hasta lo escupa?
Pues claro que no, los boricuas somos gente decente. Todos los días se tira un loco a la calle, pero qué suerte tienen los políticos que ninguno se tira contra ellos. ¿Suerte?
Piensen otra vez. Pero esta vez les voy a dar dos o tres pistas:
Maquiavelo, el papá de la ciencia política moderna, recomendaba cultivar el miedo en los súbditos: “Es más seguro ser temido que ser amado”. Me dirán algunos: ¿Y quién le tiene miedo a ese títere de Ricky? No sé, pero me parece que ese títere no anda solo. Es miembro de una sociedad de hampones que se ha salido con la suya robándose el país y no dejando mucho rastro. Hace mucho tiempo que comparto la teoría de que el Partido Nuevo Progresista no se transformó en corrupto de a poquito como una adicción maldita. Lo trajo en el ADN. Lo parieron corruptos con el único propósito de protegerse unos a otros mientras se repartían el poder y las riquezas – que pocas que muchas – del país y convirtiendo por conveniencia al Partido Popular en su cómplice junior.
Hemos visto cómo unos cuantos pejes pequeños y medianos han caído en las redes de unos federales molestos porque la colonia se les ha ido de las manos. Pero también hemos visto cómo la oferta de pejes mayores no prospera. Entonces, decir que no hay aunque sea un recelo generalizado – algo parecido a un miedito cauteloso – a la capacidad de hacer daño de un colectivo de hampones exitosos es ridículo. Ellos son dueños del miedo, grande, chiquito, mediano o disimulado.
El Maqui también dijo: “Quien controla el miedo de la gente, se convierte en el amo de sus almas”. Eso lo hemos visto en tantos países en tiranía, pero jamás lo asociamos con nosotros. ¿Deberíamos?
Hobbes, el filósofo inglés, decía que es precisamente el miedo lo que le otorga legitimidad a la tiranía.
No quiero meterles miedo, pero creo que es hora de darle pensamiento a estas cosas de las que nunca hablamos. ¿Por qué no ha prevalecido el espíritu del verano del 2016? Quizás porque nos dimos cuenta de que nada realmente cambió y la frustración mete miedo.
Cierro con una cita de una mujer: Alice Walker, la autora de «El Color Púrpura», que sí sabe de los misterios del miedo: “La forma más común en que las personas renuncian a su poder es pensando que no tienen ninguno”.
Contribuir a ese pensamiento es la especialidad de los Ricardo Rosselló de la vida. Se pasea con el guille de ‘mírame y no me toques’ que corresponde a su clase. La buena noticia es que no somos los únicos que hemos pasado por esto. Otros pueblos han probado que el poder se recupera una vez reconocido el miedo. “Primero acepto el miedo, después lo combato”, digo yo.