El debate presidencial entre Joe Biden y Donald Trump es evidencia de la decadencia de esa nación, pero aquí estaban pendientes al Miss Universe
Por Sandra D. Rodríguez Cotto
Dos seniles en un debate geriátrico evidencian cómo va esa nación. Esa, en síntesis, es la manera en que puedo resumir el debate de anoche entre el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y su contrincante, el expresidente Donald Trump.
Fue tan y tan malo el debate, que volvió a poner ante los ojos del mundo la decadencia en el liderazgo estadounidense. Cómo la nación que dice ser líder en el mundo tiene un liderazgo compuesto por personas mayores, muchas ajenas a la realidad de sus constituyentes.
Y aclaro, no es que no respete las canas como sinónimo de sabiduría o experiencia, es que ni Biden ni Trump están a la altura de lo que se necesita. Ninguno pudo articular políticas coherentes para resolver las crisis internas que aquejan a los Estados Unidos como la inmigración, la competencia comercial con China, la guerra en Ucrania, el genocidio en Palestina o la amenaza comercial de los BRICS, sólo por mencionar algunas cosas.
«This election is going to be bad for my liver» (Esta elección será mala para mi hígado), me dijo Bill, uno de mis mejores amigos, un abogado boricua nacido y criado entre Nueva York y New Jersey, que se mudó a la isla después del huracán María. «The best reaction I’ve heard from voters: Trump, hell no!; Biden: uh, oh!» (La mejor reacción que he escuchado de los votantes: Trump, ¡de ninguna manera!; Biden: ¡uh, oh!). O sea, ni uno ni el otro. El debate preocupó más que darle seguridad a los estadounidenses.
Ese temor fue más que obvio al ver las reacciones en las cadenas de televisión. Estaban en pánico. MSNBC parecía estar en estado de guerra. Allí se presentó David Pluff, uno de los directores de la campaña del expresidente Barack Obama, y dijo al aire que los demócratas estaban en ‘Defcon’. Aunque sólo han pasado poco más de tres años de las elecciones pasadas, el abismo entre Biden y Trump parecía de 30 años.
Hubo un intento de manejo de crisis y rápidamente salieron mensajes de que Biden tenía un catarro. Después sacaron a la vicepresidenta Kamala Harris a intentar hacer algo de «damage control» (control de daños) en varios canales. El desespero fue sorprendente si se toma en consideración que los demócratas la han tenido muy callada este cuatrienio.
Se puede concluir que Biden perdió porque no hizo ni una pizca de lo que se supone debía señalar en el debate. Su desempeño fue negativo. Lució demasiado perdido en todo el debate y parecía un viejito enfermo, carente de fuerza y de claridad de mensaje. Ido. En más de una ocasión se perdió en las respuestas, dándole municiones a Trump para lanzar dudas sobre su capacidad. Biden no pudo manejar preguntas fáciles en las que debió haber destruido a Trump.
Mientras tanto, el republicano, armado de mentiras, dominó el debate. Trump dijo varias mentiras, pero las disparaba con tanta fuerza, que convencía al más incauto. Biden no pudo hacerle frente. La ronquera, sus titubeos y lapsus, más la voz resquebrajada, desorientado, hacían lucir a Biden como un abuelito en vez de ser el líder de la mayor potencia del mundo.
Trump se mostró más enérgico y argumentativo. Trump acribilló a Biden con las críticas sobre el mal manejo de la economía, los problemas de política exterior y la enorme cantidad de inmigrantes ilegales llegando a suelo americano. Biden logró decir que Trump es un convicto y una amenaza para la democracia, pero se veía tan ido, que ese mensaje no percoló.
Ambos candidatos se acusaron mutuamente de mentir sobre temas que van desde los veteranos y la frontera hasta el estado de la economía estadounidense y la inflación, pero en ambos, el mensaje es que están en una nación en decadencia. Vieja. Son líderes de una potencia en franco deterioro y ambos son incapaces y peligrosos.
El mundo entero vio el debate y no dudo que muchas naciones se estuvieron riendo. Pero todos sabemos que el poder real no reside ni en Biden ni en Trump, sino en los que no se postulan, que son el complejo económico y militar. Esos son todavía más peligrosos aún, porque gane quien gane, lo va a utilizar como marioneta. Estados Unidos no está evolucionando sino involucionando con candidatos como éstos.
Lo que me trae a Puerto Rico. Mientras veía el debate de los dos ancianos que dirigen la metrópolis de esta colonia, que pueden ayudarnos o fastidiarnos aún más, me sorprendió ver dónde estaba el puertorriqueño. A juzgar por los temas en las redes sociales, la gente estaba hablando del Miss Puerto Rico Universe.
O sea, cuando no es Lisha ni Maripily con su Casa de los Famosos, ni el transformador de Luma en procesión como le hicieron a la elefanta Mundi, la gente se enajena con las misses. Cualquier cosa que sea con tal de no pensar en la realidad. Suceso difícil para los políticos locales que aspiren a llevar un mensaje de cambio.
Aquí no se habla de cómo el que sea presidente en Estados Unidos puede acelerar el caos económico en esta colonia. Vivimos en una burbuja hermética que nos impide ver la realidad… Baile, baraja y botella… Y así nos quieren los políticos… Total, la actitud de demócratas y republicanos hacia Puerto Rico es esencialmente la misma. Nos espetan su Junta para que siga exprimiendo al pueblo y le paguemos a los buitres.
Pero tranquilos, que Maripily ya vendrá con su obra de teatro. Eso, o calla, que ya viene un disturbio por ahí, el Invest qué sé yo, y estaremos sin luz y buscando cómo sobrevivir, si nos toca. Que Dios nos coja confesados.