La campaña de Jennifer González se apoya en la manipulación y el miedo, pero llega un punto en que las mentiras saturan, y hasta los propios seguidores empiezan a dudar
Por Wilda Rodríguez
Periodista
Embustes, miedo y charrería son las tres patas en las que se monta la campaña eleccionaria del Partido Nuevo Progresista y su candidata a la gobernación, Jennifer González.
Ese trípode está asentado, a su vez, sobre un sistema electoral diseñado por ellos mismos para ganar a toda costa, con trampa. Porque ya es sabido que esa es la forma en que se han celebrado históricamente las elecciones por los dos partidos que se han turnado el gobierno desde 1968: con trampa.
¿Se podrá evadir esa emboscada para darle un nuevo giro de decencia a la gobernanza de Puerto Rico el martes 5 de noviembre? La respuesta debería ser un “sí” rotundo, pero no lo es. Depende de si tornamos la esperanza en voluntad y confianza. Sobre todo, depende de que sean más los seres humanos honestos los que manejen el sistema ese día y den al traste con cualquier plan de robo, aun por parte de su propio partido.
Inspirar esa determinación de decencia es optimista. Aunque parece que ya hay quienes empiezan a sentir vergüenza de su propio partido. Uno de sus líderes fue capaz de articular que el exgobernador Luis A. Ferré se revolcaba en la tumba al leer el mensaje de “bellakería” con el que abrió la asamblea de programa del PNP de Jennifer el domingo pasado.
Recuerdo cuando gobernaba Luis Fortuño y se supo que estaba asesorado por Xavier Domínguez, el famoso consultor de comunicación política que escribió un libro que asustó a muchos: Mienta pero no engañe.
Para el 2012, el estratega catalán era considerado ya uno de los mejores del mundo entero. Aunque al principio trató de negarse su vinculación a Fortuño —porque es carísimo—, el ex gobernador luego ha admitido en publicaciones europeas que “conocer y laborar con Xavier es una experiencia como pocas. Él está lleno de energía positiva y te invita a compartirla. Aparte, su creatividad y su agilidad mental te retan a comunicar siempre con pasión”.
¿Comunicar qué? La mentira política.
Domínguez, un Maquiavelo moderno, cree firmemente que la mentira es natural y necesaria en la política, pero diferencia la mentira del engaño. El engaño es mentira con malicia para beneficio propio y se la adjudica mayormente a empresas comerciales en su venta de productos al consumidor. La mentira política es otra cosa para Domínguez: es un instrumento legítimo que se detiene en la exageración, no en la malicia.
El consultor político sostiene que la gente sabe cuándo le mienten, por qué le mienten y por qué permite que le mientan. Cree que hasta quiere que le mientan. No estoy de acuerdo con lo que me parece cinismo. La mentira manipula la ignorancia, y la ignorancia es una cosa terrible. El ignorante no distingue la mentira del engaño. En ese renglón, participo de la opinión de la historiadora alemana Hanna Arendt:
«Mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que ya nadie crea en nada. Un pueblo que ya no puede distinguir entre la verdad y la mentira no puede distinguir entre el bien y el mal. Y un pueblo así, privado del poder de pensar y juzgar, está, sin saberlo ni quererlo, completamente sometido al imperio de la mentira. Con gente así, puedes hacer lo que quieras.”
¿Qué pasa cuando los embustes empalagan?
Porque llega un momento en que al embustero se le va la mano. Siempre llega ese momento. A Jennifer González le puede haber llegado ese momento. También puede haber llegado a cruzar la línea, hasta en la teoría laxa de Domínguez: pasó del embuste al engaño.
La insistencia en el acecho del comunismo —además de ser una característica del nazismo— ya no es creíble, aunque cuente con la facción menos educada de su partido, como Donald Trump cuenta con los rednecks.
González confía en que los que saben menos le compren los embustes, sean víctimas del miedo que ella difunde como pastora fundamentalista, y disfruten de las charrerías con las que adorna Carlos Bermúdez su campaña.
La charrería es lo menos preocupante. Todos podemos ser charros y bellacos (y lo somos) algunas o muchas veces.
Los embustes son los que ya empalagan y disgustan hasta a los suyos. Todos recuerdan el chat que le costó la gobernación a Ricardo Rosselló, en el que se pregonaba que en el PNP “cogemos de pendejos hasta a los nuestros”. Desde el primer momento supe que esa frase sería lapidaria para Rosselló. Eso fue lo que hizo que los penepés mantuvieran la lengua en el estuche mientras arrastraban a su líder por las cunetas. Les dolió. Porque la mentira indigna, el engaño duele y lo dice el mismo Domínguez:
“El engaño claramente está basado en el engaño a los valores, en el intento de aprovecharse de una situación, de aprovechar el poder. Eso sí es un engaño que finalmente sí perjudica al electorado… al ciudadano”.
Por cierto, Domínguez ha pregonado muchas veces que las campañas políticas son mejores cuando se basan en valores y no en ideología; que la ideología no gana mayorías y que la izquierda se ha visto obligada a aprender esa lección: deponer la ideología ante los valores. Nada que no sepamos y hayamos visto, pero que lo diga Domínguez le otorga un valor añadido.
¿Cuándo es que la mentira política se convierte en engaño? También lo hemos visto. Hemos sido testigos muchas veces de cuando la mentira política cruza la línea y se convierte en engaño. Igual hemos visto cómo ha triunfado demasiadas veces tanto la mentira como el engaño político.
Hay un punto neurálgico en esa transformación de mentira a engaño que, si los electores lo perciben, puede ser peligroso para el embustero: cuando los embustes empalagan.
Cuando los embustes empalagan, la gente deja de creerte. Punto. No es lo mismo decir un embuste que alternar embustes sobre el mismo tema hasta que se convierten en cantinflada. Como no es lo mismo intimidar que aterrorizar. Meter miedo que sentenciar.
Sí, eso es lo que estoy diciendo: Jennifer González es una Cantinflas terrorista… en drag. Podrá llegar a ser gobernadora, como auguran encuestas y analistas. Pero, como diría mi abuela: La mona, aunque la vistan de seda, mona se queda. Y que me perdonen las monas.
Buenísima exposición…
La mentira y el engaño, caminan tomadas de mano…
Donald Jackass Trump-Mussolini, me sirve como evidencia, de esta postura.