Vivimos en un país suspendido hasta nuevo aviso. Ese aviso puede llegar en forma de desastre natural o puede llegar en forma de elecciones. Pero hasta que una cosa o la otra no ocurra, el país está «on hold». Estamos al pendiente.
Por Wilda Rodríguez
Periodista
Así es como se ve un impasse, que en su traducción del francés puede llamarse punto muerto. Nada se mueve. Nada avanza. Aparte de arquear las cejas y fruncir los labios, no tenemos ni siquiera una respuesta corporal vital a lo que está no-pasando. No nos movemos ni un chispito para reaccionar, por temor a caer de fondillo.
Lo que se supone que pase es que estemos discutiendo y hasta peleando por el país que queremos tener después del 5 de noviembre. Pero la pobre colonia, sujeta a los vaivenes de la metrópolis, está en trance porque la metrópolis está en trance. El debate de los candidatos presidenciales de Estados Unidos el jueves nos acabó de paralizar.
Así es como se ve la caída de un imperio.
¿Quién es que apuesta a que Jennifer González va a conseguirnos el favor de Donald Trump? Ese individuo no tiene intenciones de favorecer nada que no sea a sí mismo. ¿Quién cree que Joe Biden nos tratará siempre mejor? Ese otro individuo puede que de aquí al 5 de noviembre ya no sepa qué es Puerto Rico.
Vamos a dejarnos de chiquilladas. Este guille de paciencia y fe que exhiben tantos como acto de madurez política es una parálisis por miedo. Muchos no quieren ni pensar. No se atreven a pensar en lo que nos depara el destino, y como no están dispuestos a tomarlo en sus manos, lo único que hacen es esperar con cara de zoquete.
Que la colonia esté paralizada esperando a que el imperio dé instrucciones no es noticia. Pero que el imperio esté paralizado, sí lo es. Y muy mala noticia para la colonia y para el imperio.
Lo que vimos el jueves no es patético. Es trágico y posiblemente catastrófico. Estamos hablando de que Estados Unidos cae de manera aparatosa si cualquiera de los dos candidatos llega a la presidencia en noviembre. Claro, que la perspectiva de Trump es la peor de todas. Los analistas serios de esa nación y del mundo coinciden en que un segundo triunfo de Trump pone en peligro no solamente la seguridad interna de EE. UU. con una modalidad de guerra civil, sino que apunta hacia la posibilidad de provocar una tercera guerra mundial. Muchos dirán que esto es una exageración, pero no es mía. Es el consenso de muchos de los mejores analistas y estudiosos del fenómeno estadounidense.
Si Trump gana una segunda presidencia para llevar a cabo el plan de gobierno que ha adelantado y, además, actúa sobre su percepción del mundo desde su relación con Vladimir Putin, no estamos hablando como los locos. El loco es él.
Si ganara Biden, incapacitado como está, provocaría un desasosiego civil peligroso. Biden no va a poder seguirle el ritmo a la vorágine tecnológica que se avecina, mucho menos a la competencia comercial que Trump provocó con China y la serie de conflictos bélicos que van a retar la capacidad de Estados Unidos y su presidente. No va a haber inteligencia artificial que lo salve, si es que se ha enterado de qué se trata eso.
Hay que estar claros, un líder mundial no puede dar la impresión de debilidad y vulnerabilidad. A nivel mundial, esa imagen del bobolón del mundo se añadiría al desprestigio internacional de esa nación como potencia líder y a su deuda trillonaria. Deduzcan ustedes la peligrosidad.
Pero el peligro mayor no es que Biden revalide como presidente. Eso no va a pasar. El peligro mayor es que le dejen el camino libre a Trump. Y a Trump habría que… (no puedo escribir lo que habría que hacerle.)
¿Todavía creen que exageran los analistas mundiales? Vamos a enumerar las cosas que Trump ha dicho piensa poner en vigor si llega nuevamente a la presidencia de USA y que equivalen a una dictadura anunciada que a su vez amaga con una guerra civil y una posible tercera guerra mundial. Primero lo nacional:
- Criminalizar la inmigración y hacer campos de concentración para deportar a más de diez millones de indocumentados.
- Reducir los programas de asistencia social a los pobres, viejos y discapacitados.
- Reducir las contribuciones a los ricos.
- Debilitar las leyes de protección ambiental.
- Mano libre al fundamentalismo religioso.
- Eliminación de derechos civiles adquiridos en los últimos 60 años.
En cuanto a lo internacional, no olviden que Trump el jueves dijo que Putin era su amigo pero sabía del palo que trepaba y no se iba a meter con él (con Trump). Esa sería su política exterior rústica en un mundo convulso y tecnológicamente amenazante: una competencia amigable de orina larga con su aliado político y económico.
Este tema es mucho más complicado y amerita discusión más profunda, pero por ahora solo mediten en cuál sería la actitud del amigo de Putin hacia Ucrania y hacia la OTAN. Después den vuelta en su mente a cómo concibe Trump la idea de que Israel tiene que “finish the job” contra Palestina.
Mientras piensan en eso, permítanse una vuelta por China. China ha admitido que un segundo término de Donald Trump sería traumático y venenoso para esa nación. Debe serlo cuando fue el mismo Trump quien inició la guerra comercial con China en el 2018.
Frente a ese engendro de maldad temeraria, tenemos un candidato debilitado por la senilidad. Alguien que podrá parecer pasivo pero no deja de ser peligroso. Con su ñeñeñé, por ejemplo, Joseph Biden ha apoyado el genocidio en Gaza.
Que esté respaldado por un partido que tomará las decisiones de la presidencia no es garantía y mucho menos consuelo. ¿Quién realmente acabará presidiendo la nación estadounidense si gana Biden?
Lo que no deja de sorprender es que Biden sea el candidato demócrata. Y también que no se haya retirado voluntariamente. Está senil hasta el punto de hacer el ridículo inadvertidamente o no le permiten renunciar. Háganle la carta y que la firme aunque sea con una X.
Ya Estados Unidos no es la democracia modelo que presumió ser; pero en lo que se convierte a pasos agigantados es impresionante. Estamos viendo lo que es la caída de un imperio. Antes nos enteramos años o siglos después. Ahora lo vemos en vivo y a todo color.
No les voy a decir que despierten, boricuas. Ya sabemos que a muchos no les gusta que les interrumpan el sueño. Pero si abren los ojos un chispito se harían un gran favor. La caída de un imperio se ve de show.