Me acabo de enterar del fallecimiento de don Antonio Luis Ferré. Para mí esta es una noticia muy triste, porque Don Antonio fue una de las personas más importantes en mi carrera en el periodismo, que más me apoyó y que a pesar de nuestras profundas diferencias ideológicas, el respeto que siempre me ofreció deja imborrables recuerdos en mi vida.
Gracias a Don Antonio Luis me convertí en corresponsal y viajé por muchos países del mundo comenzando por Cuba, donde establecimos allí el primer viaje oficial con permiso de los gobiernos cubanos y estadounidenses. La intención era abrir la primera oficina de El Nuevo Día en Cuba, 1997, pero los pleitos con el gobierno de Puerto Rico, lo impidieron entonces.
Aquella cobertura de la vista del Papa Juan Pablo II pasará a los anales de la historia en el periodismo, en gran medida, gracias a su apoyo.
También gracias a él, desarrollamos aquella vieja revista de Negocios del Domingo, el Mundo de las Comunicaciones y muchos otros embelecos que su hijo Albi Ferré, Héctor Peña, Pedro Rojas, David Colón, y muchos otros compañeros en la redacción, lideraban. Fue también Don Antonio Luis quien me impulsó y apoyó en mis primeros viajes y recorrí muchos países.
A pesar de nuestras ideas a veces conflictivas, don Antonio Luis siempre respetó, entendió mi función como reportera, y me apoyó en momentos álgidos de la historia del periodismo reciente. Uno de esos fue el momento en que periódico El Nuevo Día se enfrentó a la censura previa y a la campaña de descrédito de la administración de Pedro Rosselló González, que provocó la canción de anuncios y publicidad oficial.
Jamás olvidaré el momento en que el gobernador canceló los anuncios como represalia por la cobertura, y cómo don Antonio Luis respetó cuando le expuse en plena redacción que ese sería un camino solitario para el periódico, puesto que El Nuevo Día no había sido solidario con otros periódicos que habían vivido experiencias similares antes, como Claridad, El Reportero o El Mundo. Tengo de testigos a varios reporteros que presenciaron esa conversación.
En mi mente y en mi corazón quedaron grabados el respeto y el apoyo de Don Antonio Luis en ese momento, luego durante la demanda y más adelante, respetó cuando le expresé oposición a la transacción a la que llegaron con el gobierno.
Jamás olvidaré aquella vez que tuve que viajar a última hora a Guadalajara, México, a una cumbre de la Sociedad Interamericana de Prensa, y me enviaron con una computadora dañada. Fue don Antonio Luis quien, personalmente, se aseguró de resolver ese lío del departamento de Sistemas que, por economizarse uno miles, compró computadoras viejas “refurbished” que no servían.
Siempre recordaré su oficina de puertas abiertas, el respeto con que siempre se dirigió a mi persona, y su sentido del humor.
Tampoco olvidaré que él solía disfrazarse en Halloween y los empleados no sabían que era él. Varias vergüenzas que pasé apretándolo, porque lo confundía con Kiko, el mensajero de la redacción, y don Antonio Luis lo tomó a chiste. Era una época hermosa de El Nuevo Día, y del periodismo en general que no tiene marcha atrás.
Era una época de respeto al trabajo y a las posiciones distintas en la sala de redacción. Aún en las diferencias ideológicas o de perspectiva que teníamos, don Antonio Luis siempre nos respetó. Y cuando ya esas diferencias entre la ética y la línea editorial se hacían insostenibles para mí, respetó mi independencia de criterio y mi renuncia al periódico en el 2004.
Francamente esta noticia me duele mucho y me hace recordar que también tuve el privilegio de tener una gran amistad con su padre, el exgobernador Don Luis A. Ferré, con quien también chocaba profunda e ideológicamente, pero respetaba él también mi criterio.
A pesar de que padre e hijo eran distintos, y que don Antonio Luis siempre procuró así demostrarlo, tenían muchas semejanzas. Muchas de las mismas las plasmé en aquella entrevista en profundidad que le hice a don Antonio Luis en la antigua Revista Domingo de El Nuevo Día.
En ese reportaje me habló de su deseo de ser legislador, de cómo fue con Edison Misla Aldarondo a lograr el puesto pero que su padre en La Fortaleza, se lo impidió y lo mandó a dirigir los negocios de la familia: la cementera y el periódico, entre otros. Todavía tengo por ahí el viejo cassette con el audio de esa entrevista con don Antonio Luis.
Sé que estaba enfermo y que la partida de su esposa también pesó, pero era su momento. A todos nos va a tocar algún día y sólo Dios lo sabe el momento en que nos tocará. Sin embargo, no puedo dejar de lamentar en el corazón su partida.
Me da mucha pena esta noticia, pero sé que va a descansar. Mi más profundo pésame a toda su familia, especialmente a sus hijos Albi y María Luisa, y a todos los compañeros de El Nuevo Día. Don Antonio Luis fue muy especial y esos 10 años que viví en esa empresa son imborrables en la historia del periodismo contemporáneo, en gran medida, gracias a él.
Que descanse en paz y bien,
Sandra Rodríguez Cotto
Reproduzco aquí la noticia de El Nuevo Día sobre su partida.https://www.elnuevodia.com/noticias/locales/notas/fallece-antonio-luis-ferre-fundador-de-el-nuevo-dia-y-primera-hora/