Por Sandra D. Rodríguez Cotto
Raza, un tema del que no quieren hablar, pero hay que hacerlo. La sentencia a ocho años de cárcel por corrupción que se le impuso a Tata Charbonier el viernes me hizo pensar en el pelo, en la raza y en la famosa serie de televisión Scandal.
En una escena de esa serie, el padre de la protagonista Olivia Pope le decía: “Como mujer negra, tendrás que ser el doble de buena que ellos para conseguir la mitad de lo que ellos tienen”. Esa emblemática frase resuena en todas las que somos mujeres y negras porque es así.
El racismo y el prejuicio que imperan en la sociedad obliga a quienes somos visiblemente afrodescendientes a trabajar el doble para conseguir espacios. Si se es mujer o hay otras interseccionalidades como género o edad, el reto es aún mayor. Y para nosotras las mujeres negras, la vara también es mucho más alta.
Tienes que hablar correctamente. Tienes que educarte bien. Tienes que vestirte bien, arreglarte y preferiblemente estirarte el pelo, tener las uñas bonitas y así sucesivamente, porque se te exige más. Es más fuerte con una por ser mujer, pero también por ser negra.
Para que te acepten, para que te desarrolles, para que logres lo que a otros se les hace fácil, tienes que trabajar el doble y demostrar dos o tres veces que eres mejor que ellos porque vivimos en una sociedad que es racista y corrupta.
Por eso golpea duro lo que hizo la exlegisladora María Milagros “Tata” Charbonier. ¿Cómo fue que una mujer que logró escalar a las más altas posiciones de la política y del gobierno, y pudo abrir puertas para otras, cayó tan bajo? Sabiendo lo difícil que es llegar, ¿por qué lo ensució? No había necesidad para ello.
Fue abogada, legisladora por el Partido Nuevo Progresista, presidió la Comisión de lo Jurídico y candidata a alcaldesa de Río Grande. Fue la mano derecha a nivel político de tres exgobernadores: Pedro Rosselló, Luis Fortuño y Ricky Rosselló. Fue cercana al líder indiscutible del PNP Thomas Rivera Schatz y del representante Johnny Méndez.
Rompiendo las barreras de clase, género y raza, Tata logró llegar a posiciones importantes en el gremio político, que siempre ha sido dominado por macharranes. Pero al final, ella terminó igual o más pilla que ellos.
La Fiscalía Federal recomendó una sentencia de 15 años de prisión por ella ser la cabecilla de un esquema de conspiración, robo de fondos federales, soborno y otros cargos. Al final, su suplicio durará 12 años porque fue acusada hace cuatro y no ha parado hasta la sentencia del viernes, cuando se dijo que pasará ocho años encerrada.
Como quiera que se vea, es mucho. Tata, de unos 60 años, pasará casi una década en la cárcel. Pero al exrepresentante Néstor Alonso Vega, que tuvo un esquema similar al suyo, sólo le echaron 5 años y 3 meses. Esa misma fue la sentencia del exalcalde de Guaynabo, Ángel Pérez, a quien todo el mundo vio coger un sobre con dinero.
Al exalcalde de Aguas Buenas por el PNP, Javier García, lo sentenciaron a 3 años de cárcel y dos de libertad supervisada. Al exalcalde de Cataño, Félix “El Cano” Delgado, fue sentenciado a 1 año de prisión y tres años de libertad supervisada. Fue poquito, pero dicen que fue porque él cooperó.
Al corrupto empresario Oscar Santamaría, la mente maestra de casi todos los esquemas que implicaron a muchos alcaldes, le echaron 30 meses de cárcel, o sea, menos de dos años y medio. Mientras que a los primos corruptos del gobernador Pedro Pierluisi, Walter y Eduardo Pierluisi, los sentenciaron a 43 y 24 meses por robar dinero federal de Vivienda. Los dos salen antes de tiempo.
Si esos casos eran igual o peores, ¿por qué fue tan alta la sentencia a Charbonier? ¿Acaso fue porque ella fue a juicio y no hizo acuerdos? ¿Fue porque creyó que Dios la iba a salvar por ella ser “ungida” por su fe? ¿Fue por su soberbia? ¿O es que su género y su raza incidieron en la lección que quiso dar ese poder político-judicial de la metrópolis a los corruptos de su colonia?, me pregunto.
Hay que preguntarse también si por Tata ser mujer y negra le dieron más tiempo que a otros corruptos, que todos son hombres y de tez más clara. Pensemos. El promedio de convicción por corrupción a nivel federal en los Estados Unidos es de 24 meses de cárcel.
La sentencia federal más larga fue la del exsecretario de Educación, Víctor Fajardo, culpable de lavar y desviar sobre $4.3 millones. Le echaron 12 años y medio de cárcel a nivel federal y tres años de libertad supervisada. Nunca estuvo en una prisión estatal y a cada rato se le ve por la calle disfrutando de su retiro de sobre $6,400 mensuales.
Antes, a nivel estatal, se dieron grandes lecciones a los corruptos. Al exalcalde de Humacao, Juan Rodríguez Santana, le echaron 22 años a nivel estatal. Al exalcalde de Vega Baja, Edgar Santana, lo condenaron a 18 años. Al exlegislador Fernando Tonos lo sentenciaron a 17 años, pero cumplió uno. Me consta, porque lo vi ayudando a las víctimas durante aquellos meses después del huracán María, que Tonos cambió y de verdad se ha dedicado a ayudar a los demás.
¿Llegará ese nivel de arrepentimiento para Tata Charbonier? Desconozco. Ella ya perdió su poder en la política. Su marido irá preso y, al menos, su hijo no cogerá cárcel, pero la pregunta que queda es si ella reconoce su nivel de corrupción.
Ella resultó convicta por un esquema en que inflaba el salario a su ayudante Frances Acevedo Ceballos, para que le devolviera a la familia entre $1,000 a $1,500 bisemanales. Bajo el esquema, Tata recibió sobre $100,000 que no reportó ni en sus planillas contributivas ni en sus informes éticos. O sea, que mientras legislaba la moral, decidía los cambios al Código Civil y aprobaba el nuevo Código Penal, Tata delinquía.
“Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis”, dice la Biblia en Mateo 7, 16-20.
La historia está ahí. Cuando era secretaria general del PNP y mano derecha de Pedro Rosselló, decía que era cristiana, se estiraba el cabello como exigen las imposturas sociales a las mujeres negras que quieren estar cerca del poder, y estaba en todas. Pero cuando fue acusada, y ahora en la cárcel, se dejó el cabello natural porque las pasas la dominaron.
Volvió a la raíz y tuvo que aceptar su esencia de quien era y quien se negó a ser por años. Probó doblemente quién de verdad era Tata Charbonier.