Sandra D.
Rodríguez Cotto
PERIODISTA
Bendito, esta semana fue dura para los estadistas. Hasta dan pena. Entre las protestas por el mal gobierno que aumenta la pobreza, y el bochorno de ser el hazmerreír por tener como portavoz a una que se pega tenedores en el cuerpo, no saben qué hacer.
Aquellos estadistas que tienen vergüenza en la cara reconocen que la Premisa Desarticulada es la imagen que ellos mismos pusieron para representar su ideal y que en Washington se ríen de eso. Se ríen de todo lo que ven, en realidad. Saben también que la mayoría de los cabilderos por la estadidad son un problema, porque a uno el pueblo lo botó por corrupto, hay varios que ni siquiera pueden hablar en inglés y que ese invento es inconsecuente para los americanos. El problema detrás de todo es la deshonestidad.
La inmensa mayoría de los estadistas siempre han querido la ruta fácil, no la difícil. Llevan generaciones enteras promoviendo la “estadidad jíbara” con el español y las costumbres intactas si Puerto Rico se convierte en el estado 49, o 50, o 51, o al ritmo que va Washington D.C., entonces, el 52. De hecho, fue don Luis A. Ferré quien en un discurso en el 1968 dijo: “vamos a hacer comprender a nuestros compatriotas que convertirnos en estado no significa dejar de ser puertorriqueños. Que, por el contrario, la estadidad jibara, como yo la he llamado, conservara todo lo bueno de nuestra cultura y nuestras tradiciones, así como nuestra lengua española.”
No se pierde la cultura ni las tradiciones a menos que uno quiera borrarlas. Eso lo demuestran los millones de puertorriqueños que viven en la Florida, en Nueva York, en Texas o en cualquier parte a donde se han tenido que mudar generaciones enteras de boricuas buscando oportunidades de trabajo. Siguen con sus costumbres y con el idioma en sus casas, aunque poco a poco, con el tiempo, todo va cambiando. Se tienen que adaptar a su entorno y hablar inglés. Se tienen que asimilar a la nación a la que se mudaron. Aunque no olviden la bandera ni la comida, para integrarse, tienen que asimilarse.
Asimilación, integración, anexión. Esas son tres palabras malas para los estadistas en Puerto Rico. Nunca las han querido hacer parte de su promoción del PNP, ni de cuando hablan de ser estado.
Anexión (según la Real Academia de la Legua Española) es la acción y efecto de anexionar. Anexionarse, por lo tanto, es “incorporar o agregar una cosa, especialmente un territorio, a otra”. Asimilación, mientras, es la acción y efecto de asimilar. Asimilarse es incorporarse a algo para poder continuar. Integración o integrar, se define como “hacer que alguien o algo pase a formar parte de un todo”. La integración es el proceso y resultado de mantener unidas las partes de un todo. Puede ser aplicable en diversos ámbitos, como el social, político y económico. La integración es juntar diversos elementos que forman parte de un conjunto en común. En los Estados Unidos, es el lenguaje lo que unifica todo.
Las distintas tribus de nativos americanos, los chinos y sus descendientes, los italianos o cualquier otro grupo de personas que conforman la nación estadounidense, aunque mantengan sus respectivas culturas, encuentran en el inglés ese ente que los unifica.
Aunque Estados Unidos no tiene un idioma oficial, es así. En Miami hablan más español que inglés, y en Nueva York se consigue gente de cualquier idioma, pero el English-only se impone por la práctica común. Es el idioma del gobierno. Por eso el Congreso de los Estados Unidos nunca ha aprobado una ley en otro idioma que no sea inglés. Por eso el Tribunal Supremo jamás ha decidido en un caso que no sea escrito en inglés. La Constitución de los Estados Unidos fue redactada en inglés, no en mandarín ni en español.
Hasta la propia Casa Blanca bajo Joe Biden exige que para que se normalice el estatus migratorio de millones de personas, primero tienen que hablar inglés. En específico les exige que aprendan inglés y la cultura cívica americana para que puedan ser ciudadanos americanos. Acá en Puerto Rico nadie quiere hablar de estas cosas porque el miedo los arropa. Los que más miedo sienten son los estadistas.
Miedo porque reconocen que hasta el gobierno de los Estados Unidos sabe que la tiene dura con los boricuas. Por eso hicieron una ley que a la única colonia que le aplica es a Puerto Rico. El 48 USC 892 claramente ordena que quien sea Comisionado Residente en Washington tiene que hablar, leer y escribir en inglés. Eso no se lo piden a otros territorios como Samoa o las Islas Vírgenes. Sólo a Puerto Rico, porque saben que más de 529 años de historia y cultura, pesan. Saben que los puertorriqueños somos otra cosa. Aquí hablamos, pensamos y amamos en español.
No es como en Alaska o en Hawaii, a donde destruyeron a las comunidades nativas e impusieron el inglés los miles de “mainlanders”, o estadounidenses que llegaron a convertirlas en estado. Aquí somos puertorriqueños, somos distintos a ellos, y ellos lo saben. Los poquísimos estadistas que se atreven a hablar claro de esto en Puerto Rico lo saben. Reconocen que aquí el gobierno federal y el Tribunal Federal llevan todo en inglés, pero también saben que cuando necesitan mendigar por fondos en Washington, siempre tienen que enviar gente que pueda hablar el idioma.
“The controlling language in the United States of America is English”. Interesante, y hasta irónico, que hace cuatro días cuando miles de empleados públicos estaban en la calle protestando, en la Cámara de Representantes aprobaron la resolución para pagarle $23,000 millones a los bonistas antes que a nadie en el Plan de Ajuste de la Deuda. Esa R. de la C. 278 la redactaron en inglés. Dijeron que era porque el idioma financiero es el inglés.
Y mientras los legisladores hacían eso, cientos de los llamados “neocolonizadores”, siguen planificando y actuando para crear su “safe heaven”. Después de todo, la promesa que les hizo el gobierno local estaba clara: “un Puerto Rico sin puertorriqueños”. Eso es lo que quieren los multimillonarios de Ley 22 y los cryptoempresarios que han convertido a Puerto Rico en un paraíso fiscal y están comprándolo todo. Por eso promueven activamente que Puerto Rico se convierta en el nuevo Hawaii 2.0 y por eso están tan asustados por los posters criticándolos y las llamadas campañas “anti-gringo”. Eso, tampoco los estadistas lo quieren discutir.
Honestamente en Puerto Rico no hay un sentimiento anti-gringo generalizado como sucede en otros sitios, pero sí crece la molestia por los beneficios que ellos reciben y que el gobierno tan generosamente les da. Mientras maestros, bomberos y otros se tiran a la calle buscando proteger su retiro, saben que esos extranjeros vienen a desplazarlos, a quedarse con sus playas y a controlar a los políticos a fuerza de bitcoins o millones. Y en inglés
Puerto Rico, como dicen en la revista Newsweek, no es una extensión de Miami. Puerto Rico es una nación ocupada colonialmente por 124 años. La mayoría de los puertorriqueños rechazan entregar el país, la identidad nacional, el idioma español a cambio del voto presidencial.
Pero los líderes estadista empezando por el mismo don Luis Ferré, Romero, Fortuño, los Rosselló y hasta Pierluisi, todos han convertido la estadidad en mantengo. Todo es conseguir más fondos federales, pero se callan para no tener que explicar que ese mantengo viene con sus obligaciones. Las aspiraciones de libertad o mejor calidad de vida vienen con el dejar de ser lo que se es.
Lo que me trae de nuevo al asunto de cuantos políticos, pueden explicar todo esto en inglés. Es más, cuántos cabilderos por la estadidad pueden hacerlo, sin pegarse tenedores en el cuerpo, y que no se les rían en la cara.
ALGUNOS ENLACES DE REFERENCIA:
48 U.S. Code 892 Qualifications of Commissioner
https://www.law.cornell.edu/
The White House Fact Sheet: President Biden sends immigration bill to Congress (1-20-2021)
The colonizer next door
https://manomagazine.com/
Democrats and Republicans must consider Puerto Rican Nationhood
https://www.newsweek.com/