Washington (EFE) – Solo dos horas. El expresidente de Estados Unidos Donald Trump pasó este jueves el menor rato que pudo en Washington DC, ciudad a la que siempre ha despreciado con el apodo de «pantano». Pero fue suficiente tiempo como para quedar embarrado en el mayor caso judicial que pesa en su contra.
El republicano tuvo que regresar obligado a la capital, donde apenas se le ha visto desde que dejó el poder en 2021, para comparecer ante el tribunal donde está acusado de intentar revertir el resultado de las elecciones de 2021 que perdió contra Joe Biden y de haber instigado el asalto al Capitolio.
WASHINGTON NO ES MIAMI
Era evidente la incomodidad de Trump por tener que acudir a una ciudad hostil para él -el 93% de los washingtonianos votaron a Biden en 2020- y se esforzó al máximo por hacerlo notar.
No se repitió el saludo a la prensa que dedicó en abril pasado cuando entró a la corte de Nueva York para la lectura de cargos de su primera imputación penal, en ese caso por el soborno a la actriz porno Stormy Daniels.
La Gran Manzana es también eminentemente demócrata, pero no deja de ser la ciudad natal del expresidente y hogar de su icónica residencia en la Torre Trump de la Quinta Avenida.
Y todavía menos quiso regalarle a Washington una imagen como la que protagonizó en junio pasado después de acudir en Miami al tribunal donde fue imputado por haberse llevado ilegalmente documentos clasificados cuando dejó el poder.
En ese entonces, tras declarase no culpable, Trump se dio un baño de multitudes en un restaurante cubano de Miami, un auténtico bastión de los republicanos.
Nada de esto pasó hoy en Washington, una urbe de veranos húmedos plegados de mosquitos, que para Trump nunca dejó de ser un «pantano» que tenía que ser «drenado» del «establishment» y la corrupción.
El republicano llegó desde su campo de golf en Nueva Jersey hasta el aeropuerto de Washington en su avión privado, del que descendió con semblante serio.
En pocos minutos, una comitiva con una decena de vehículos blindados entraba por el estacionamiento del Tribunal del Distrito de Columbia, por donde han pasado casos históricos como el asesinato de Abraham Lincoln o el escándalo del Watergate.
A la lista se le suma ahora el intento de pucherazo de Trump, aunque al republicano no se le vio entrar ni salir del juzgado, una imagen ansiada por los centenares de periodistas que esperaban en uno de los despliegues mediáticos más grandes que se recuerdan en la capital estadounidense.
Adentro, donde no se admitían cámaras, Trump se declaró ante la jueza Moxila Upadhyaya no culpable de los cuatro delitos que se le imputan y que comportan penas máximas de hasta 20 años de cárcel.
Los casos judiciales, sin embargo, no han mermado su popularidad, pues es el gran favorito para la nominación republicana del próximo año y aspira a volver a ser presidente, abriendo el camino a un posible autoindulto.
EL CIRCO Y LOS GRAFITIS
Afuera, la reducida pero variopinta concentración de seguidores y detractores de Trump con ganas de salir en la tele se volvía cada vez más pintoresca. Todo con la cúpula del Capitolio como telón de fondo, para no olvidar de qué va la imputación.
Un simpatizante disfrazado de Trump a bordo de una limusina y un hombre vestido de prisionero con grilletes en las manos para exigir el encarcelamiento del exmandatario dan cuenta del «circo» montado en la zona.
Este último es Dominic Santana, un cubano-estadounidense que ya estuvo semanas atrás ante la corte de Miami y que se encontró en Washington con un ambiente menos favorable al republicano.
«Trump es el Dios de los cubanos en Miami. Si les dice que se tiren de un puente, se tiran. Están ciegos», dijo a EFE Santana, temeroso de que el expresidente gane las elecciones y cumpla «prisión domiciliaria en la Casa Blanca».
En dos horas, Trump volvía a estar en el aeropuerto, donde finalmente habló a la prensa para declararse víctima de un montaje que busca apartarlo de la carrera presidencial.
Pero no quiso dejar el «pantano» sin antes entrar en el barro con una pulla dedicada a la ciudad que odia pero donde quiere volver a vivir: «Fue muy triste circular por Washington DC y ver la suciedad, el deterioro y los grafitis. Este no es el lugar que dejé».
Otra declaración de desamor entre Trump y Washington, que las urnas y los tribunales decidirán si unen de nuevo o separan para siempre.