Mineápolis (EE.UU.), 30 may (EFE) – Si la noche es sinónimo de caos en Mineápolis (EE.UU.) por los disturbios raciales, con el día llega la limpieza, en la que centenares de vecinos se afanaban este sábado para echar una mano a los negocios saqueados.
Casas lujosas, jardines, vecindario de mayoría blanca… Nada hacía presagiar antes del pasado lunes -cuando el afroamericano George Floyd falleció a manos de agentes al ser detenido, lo que ha desencadenado una ola de protestas- que este barrio acomodado del sur de Mineápolis se convertiría en un campo de batalla.
Una comisaría próxima incendiada, tiendas vandalizadas y un banco en llamas. Los daños a propiedades son numerosos, pero entre los centenares de voluntarios que este sábado han acudido a la zona pertrechados con palas, escobas y recogedores reina el estoicismo, y en algunos casos incluso la simpatía hacia los manifestantes nocturnos.
QUIERO HACER ALGO POR MI CIUDAD
«Hoy sabía que mi ciudad estaba sufriendo, y quería hacer algo», explica a Efe Mike, que vive cerca de la zona más golpeada por los disturbios del viernes.
Este hombre blanco, de mediana edad, con un sombrero para protegerse del sol ha decidido salir a la calle durante el día no para protestar, sino para arreglar los desperfectos.
Cuando los voluntarios empiezan a llegar el panorama para ellos es desolador y muchos lo comparan con un campo de guerra.
El fuego de la sucursal bancaria incendiada ha seguido ardiendo toda la mañana. El olor a quemado y el humo impregnan la zona y el resto de negocios saqueados están llenos de cristales rotos e inundados por los aspersores antiincendios.
ENTENDER MINEÁPOLIS A LA LUZ DE LOS DISTURBIOS
Heather se ha unido a esta improvisada brigada de voluntarios, junto a un grupo de amigos, casi todos ellos treinteañeros: «Cuando ves algo como esto y ves que afecta a negocios locales y a las familias del barrio, ayudar es lo mejor que puedes hacer», detalla a Efe.
Estas mismas razones se repetían entre unos y otros, no reconocen la Mineápolis del caos y la destrucción que ha dado la vuelta al mundo desde la muerte de Floyd el lunes y el estallido de los disturbios raciales el martes, aunque la entienden.
«Para nosotros tener una semana de estar asustados no es nada comparado con estar siempre asustado, así que lo que está pasando me parece una bendición en el cielo, porque nos ha obligado a entender», apunta a Efe Phil, uno de los amigos de Heather.
Algo parecido comenta Mike, para quien los manifestantes tienen «una ira justa».
«Eso lo entiendo», subraya.
Allison es una voluntaria que ha salido a limpiar las calles este sábado y que anoche participó en las protestas, aunque, eso sí, se marchó pronto para cumplir con el toque de queda que empezó a las 20.00 horas.
«Cuando no se le presta atención a una protesta, lo que viene después son disturbios», comenta Allison.
TIENDA POR TIENDA, DE DÍA Y DE NOCHE
De manera sistemática, como los saqueadores durante la noche, las brigadas de voluntarios, que se organizan de manera espontánea, van tienda por tienda, barriendo los cristales rotos, retirando el material dañado y finalmente drenando a la calle las aguas acumuladas, mientras los propietarios hacen inventario de desperfectos.
Más difícil es hacer balance de daños en la sucursal bancaria o de la oficina de correos -convertida en objetivo de los manifestantes por ser de propiedad gubernamental-, cuyas estructuras colapsaron por las llamas.
Precisamente entre los restos del banco, el ecuatoriano José no se muestra tan tolerante con lo ocurrido estas últimas noches: «Yo sé que todos tenemos derecho a protestar pero no de esta manera, no estoy de acuerdo».
«Hay un problema con la Policía, con esto quizás haya un cambio, de todos, no solo de la Policía», reflexiona.