Nueva Delhi (EFE) – «Hace calor, pero tenemos que trabajar si queremos sobrevivir», se resigna Sushila bajo un sol de justicia mientras lucha por aguantar la ola de calor con temperaturas de casi 50 grados que estos días afecta a millones de personas en toda la India.
La mujer se gana la vida en el centro de Nueva Delhi vendiendo comida para palomas, que los transeúntes compran para alimentar a una nube de estas aves en una rotonda cercana, proporcionándole a la vendedora unas rupias para poder permitirse un vaso de agua fresca con limón.
«Bebemos agua con limón, tenemos con nosotros glucosa y agua fría. Así es como sobrevivimos», relata Sushila a Efe bajo un enorme paraguas que ayuda a sobrellevar una jornada de trabajo que comienza a las 8.30 y se prolonga hasta bien entrada la noche.
Para más inri, la mujer se queja de que las autoridades locales no la dejan sentarse en el mismo lugar durante mucho tiempo.
Si bien la visita de esta ola de calor dificulta el día a día de los habitantes de la ciudad que disponen de un techo y electricidad para hacer funcionar ventiladores, esas molestias palidecen ante las que afrontan las familias que sobreviven a la intemperie.
Ya sea bajo una sombra cualquiera o en las bocas del metro, estas personas enfrentan el calor con la ayuda de un trozo de cartón, un abanico casero y alguna que otra limosna que reciben de los transeúntes.
Sin embargo, una vez se esconde el sol las circunstancias no mejoran, puesto que el abrigo de la oscuridad no es suficiente para llevarse las altas temperaturas de las vidas de los sintecho.
«Hace demasiado calor por la noche también. ¿Dónde dormimos?», se pregunta Ajay Singh en declaraciones a Efe mientras busca por la capital una sombra donde poder descansar.
La carencia de las condiciones mínimas para una vida digna complica todavía más su situación, debido a que no tienen suficientes recursos para mantenerse hidratados ni disponen de cobijo en el que buscar un respiro a las elevadas temperaturas.
Sunil Dahiya, representante de la ONG ambientalista Greenpeace en la India, alerta a Efe de que «esta situación impacta en todo el mundo, pero los más pobres son a los que más les impacta todo debido a la escasez de agua».
Entre ellos, los más golpeados son, como siempre, los agricultores y campesinos, que «al estar en el eslabón más bajo son los más damnificados» no sólo en lo relativo al calor, sino también ante el azote de las inundaciones y otros fenómenos meteorológicos, precisó el activista.
En ello coincide el Centro para la Ciencia y el Medioambiente (CSE, en inglés), que en un informe publicado esta semana con motivo del Día del Medioambiente advierte de los daños a los habitantes de zonas rurales y los sintecho.
De acuerdo con el estudio, que recoge datos de diferentes organismos y organizaciones, el causante de las irregulares temperaturas es el cambio climático, y sus consecuencias no hacen más que deteriorar la realidad a la que se ve expuesta la gran mayoría de la población en la India.
En 2018, once de los 29 estados del gigante asiático sufrieron eventos meteorológicos «extremos» que se cobraron un total de 1,425 vidas, por debajo de la media de los últimos 17 años, cuando se registraron unas 2,169 muertes anuales.
CSE cita datos del Banco Mundial (BM) que apuntan a que para 2050 cerca de 600 millones de indios podrían sufrir las consecuencias de la escasez de agua por el cambio climático, lo que costaría a la nación un 2.8% de su Producto Interior Bruto (PIB).
Es más, las olas de calor con más de 100 muertos son ahora un 146% más probables que en 1960 en la India, aunque la temperatura tan solo subió 0.5 grados desde entonces, según un estudio publicado en 2017 en la revista Science Advances.
Por ejemplo, 1,300 personas murieron en 2010 en la ciudad de Ahmedabad (oeste) por una ola de calor, mientras que en 2015 fallecieron cerca de 2.500 personas por esta razón en todo el país.
«Ya estamos acostumbrados. Incluso si enfermamos, ¿a quién se lo decimos?», lamenta Sushila.