Humaitá (Brasil) (EFE) – Cuando las llamas comienzan a iluminar la noche en la reserva indígena de los Tenharim, sus mejores hombres se adentran en la selva para combatir los incendios. Son los bomberos del Prevfogo y su tarea principal es proteger las tierras ancestrales del fuego que cerca la Amazonía.
Como cada año cuando la época de sequía irrumpe en la región, los Tenharim sienten de cerca la amenaza latente del fuego en su reserva, un inmenso territorio situado al sur de Amazonas, el más grande de los nueve estados amazónicos de Brasil.
Pero desde hace algunos años en la casa de este pueblo originario viven también sus propios guardianes: una treintena de jóvenes indígenas dedicados al combate de los incendios en este tesoro medioambiental donde se encuentra la mayor cicatriz de la Amazonía, la carretera Transamazónica.
En esta carretera, construida en la década de los 70 por el régimen militar y que atraviesa la selva amazónica de este a oeste, los aspirantes a bomberos realizan algunos de las más duras pruebas para sofocar los fuegos.
Sin embargo, solo los más preparados consiguen alistarse a las filas del Prevfog, un centro especializado -dependiente del Gobierno federal- responsable por la prevención y el combate a los incendios forestales en Brasil.
Conocen como nadie la tierra donde crecieron, el curso de los ríos y la vegetación de la reserva Tenharim/Marmelos, la cual tiene con una superficie de cerca de medio millón de hectáreas, dos veces el tamaño de Luxemburgo.
Cuando las primeras llamas comienzan a pintar el horizonte de la reserva Tenharim, los bomberos ya están listos para calzarse las botas y vestir su tradicional chaqueta amarilla, en la que está bordada la silueta del oso hormiguero, una de las especies más amenazadas por las quemas.
Los cerca de los 30 indígenas que integran las brigadas antiincendios son el orgullo de los Tenharim, reserva en la que conviven diversos grupos indígenas, entre ellos los Jiahui, cuyas tierras originales fueron ocupadas por terratenientes hace varias décadas.
«Ellos son los primeros, son los brigadistas valientes que salen a combatir el fuego», explica a Efe el cacique Jupai Jiahui, líder de una de las aldeas de la etnia Jiahui.
Gracias a los jóvenes del Prevfogo, relata Jiahui, los indígenas de esta reserva han aprendido a deshacerse de la maleza de forma controlada. Antes, cuenta, el fuego se adentraba con facilidad en el bosque, porque no tenían «noción».
«Nosotros los necesitamos, están aquí para combatir el fuego. Nos ofrecen charlas, porque antes no teníamos la noción. Prendíamos fuego (para deshacernos de la maleza) y quemábamos los bosques. No teníamos noción de nada», agrega Jiahui.
A pesar de las intensas lluvias de los últimos días, atípicas en la época de sequía, los bomberos han tenido que proseguir con su incansable batalla de combatir los incendios en el pulmón vegetal del planeta, hoy amenazado por la deforestación y los crecientes incendios.
Y es que 44 % de los incendios forestales registrados este año en el estado de Amazonas ha afectado a reservas indígenas, áreas de asentamiento de recolectores artesanales y unidades de conservación ambiental, según datos divulgados recientemente por el Instituto de Protección Ambiental de Amazonas (Ipaam)
«Si no fuera por esos brigadistasa estaríamos cubiertos de incendios. Con los incendios perdemos alimentación, varios productos de la naturaleza», cuenta João Sena Tenharim, otro de los caciques.
Pero los Tenharim no solo luchan contra el fuego, sino también contra la presión de los terratenientes en medio de un conflicto de tierras que se expande por diferentes puntos del país y que algunas organizaciones no gubernamentales temen que pueda intensificarse con la llegada al poder del presidente Jair Bolsonaro, partidario de la explotación de la Amazonía.
«Esta área era nuestra, pero el dueño de la hacienda nos expulsó y ahora está todo devastado ahí (…) Nosotros logramos probar que era nuestra tierra y hoy en día conservamos el campo», asegura Jiahui, quien pide una mayor actuación del Gobierno para proteger la reserva.
«Nosotros protegemos esta área, por eso deberíamos tener más seguridad, pero no tenemos nada», lamenta.
La preservación de la Amazonía es fundamental para los Tenharim, quienes viven de la caza, de la pesca, de la recolección y de la artesanía. Por eso, dicen, es tan importante para ellos proteger la naturaleza, su principal fuente de «alegría».
«Sin la naturaleza es difícil que el ser humano viva», sentencia el cacique Tenharim.