Sheba, 17 de agosto de 2021 (EFE) – La grave crisis política y económica que azota el Líbano ha avivado la inestabilidad en la frontera con Israel, que teme que la situación aboque a otra guerra con la milicia chií Hizbulá que controla esa zona, donde también están ganando fuerza facciones palestinas armadas.
«Hizbulá continúa afianzándose aquí en la frontera y acumulando fuerzas, principalmente con la unidad Radwan, su fuerza de élite, que se está preparando para infiltrarse en Israel con el objetivo de matar a civiles», afirmó a Efe el portavoz del Ejército israelí, el teniente coronel Amnon Shefler, desde las Granjas de Sheba, un área históricamente disputada por Líbano y Siria en los Altos de Golán, ocupados por Israel en 1967 y anexionados en 1981.
Desde el Ejército alertan de que la grave crisis en Líbano, al borde del colapso y sin un gobierno estable, está dando alas a la milicia chií, cuya influencia va en aumento no solo en su feudo tradicional, en la frontera sur con Israel, sino también por todo el este en la porosa frontera con Siria, por donde estarían entrando armas procedentes de Irán, aliado de Hizbulá y principal enemigo de Israel.
«Están construyendo un arsenal masivo de cohetes. Hizbulá cuenta con 140,000 cohetes dirigidos hacia poblaciones civiles de Israel», señaló Shefler, cuando en la última guerra que libraron en 2006, que se prolongó durante un mes, la milicia tenía unos 10,000 cohetes.
Son cohetes «más precisos, más sofisticados y de mayor alcance», asegura el Ejército, como demostraron los 19 lanzados el pasado 6 de agosto por Hizbulá, de los que seis cayeron cerca de poblaciones del norte de Israel, donde viven unos 220,000 civiles israelíes a lo largo de la frontera, 120,000 a menos de 4 kilómetros del Líbano.
Era la primera vez que Hizbulá lanzaba una ofensiva de esa magnitud desde la guerra de 2006, que respondía al bombardeo aéreo la víspera de la aviación israelí en suelo libanés, el primero también en estos quince años.
El ataque aéreo fue, a su vez, una represalia al goteo de cohetes que Israel había recibido en cinco ocasiones desde el Líbano en los últimos cuatro meses, que comenzaron en paralelo a la escalada del pasado mayo en Gaza con el movimiento islamista Hamás, y están atribuidos a facciones palestinas armadas asentadas en el sur del país árabe.
Esos grupos lanzaron el pasado 4 de agosto tres cohetes y uno de ellos cayó a tan solo 200 metros de un centro comercial de la ciudad de Kiryat Shmona. «¿Qué hubiera pasado si hubiera impactado en el centro comercial, donde había cientos de civiles israelíes? Hubiéramos tenido que atacar, estaríamos a las puertas de una guerra», afirmó a Efe un oficial castrense.
«Son un viejo nuevo fenómeno» resumió el oficial para referirse a estos grupos palestinos, que tienen presencia en Líbano desde la década de los años setenta, pero ahora «están levantado la cabeza» en lo que para Israel es una nueva amenaza cuya magnitud es pronto para valorar.
Se entiende que mantienen vínculos con Hamás y con Hizbulá, pero no está claro cuál es su afiliación, a qué línea de mando responden o su grado de cohesión, aunque el Ejército sí está convencido de que los cohetes se lanzaron con la connivencia de la milicia chií, que controla todo lo que ocurre en el sur de Líbano.
Este repunte de la tensión en torno a la Línea Azul -la demarcación que separa ambos países establecida por la ONU tras la guerra de 2006- ha derivado en el mayor intercambio de fuego desde entonces, una situación que, según fuentes militares, puede desembocar en una nueva escalada.
«La situación se deteriorará si Hizbulá así lo decide. Israel ha elegido tener una frontera segura con Líbano pero estamos listos para actuar y defendernos si ellos nos agreden», matizó Shefler, quien admitió que Israel no tiene ningún interés en ir a una guerra, pero está listo para hacerlo.
Sin embargo, el Ejército ve con preocupación las continuas incursiones de combatientes armados de Hizbulá en el área de seguridad en torno a la Línea Azul -una violación de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de 2006 para un cese de hostilidades-, mientras que el Ejército libanés se encuentra cada vez más diezmado por la crisis económica.
Fuentes militares también aseguran, basándose en información recopilada por la inteligencia castrense, que Hizbulá está abriendo sus propios supermercados y farmacias, con alimentos y medicinas de Irán que entran ilegalmente al país por Siria, para mostrarse como los salvadores del colapso libanés frente al debilitado gobierno en funciones y ganarse el favor de la población.
Ayer mismo, el líder de Hizbulá, Hasan Nasralá, prometió que, ante la incapacidad del gobierno, su grupo importará gasolina y gasóleo desde Irán, para suplir el desabastecimieto de combustible y cortes de electricidad.
«Quieren aprovechar la inestabilidad en Líbano para convertirse en un Estado dentro del Estado, que sería un satélite de Irán», señalan fuentes castrenses.
La escalada de tensión se produce cuando el Líbano roza el colapso, azotado por una grave crisis económica, con la inflación disparada y con escasez de productos básicos, medicinas y combustible, mientras perdura el bloqueo político a la espera de que logre formar gobierno el primer ministro designado, Najib Mikati, el tercero en menos de un año.