Barcelona (España), 25 mar (EFE) – El escritor e historiador británico Tom Holland escribe en su libro «Dominio» una biografía del cristianismo, una religión que, en su opinión, «afrontará el coronavirus como siempre ha hecho con las pandemias en su larga historia», prometiendo un mundo mejor.
En una entrevista concedida a EFE vía email, Holland, autor de ensayos de éxito como «Rubicón», «Millennium» o «Fuego persa», explicó que «el cristianismo afrontará el coronavirus como siempre ha afrontado las pandemias a lo largo de sus más de dos mil años de historia: animando a los cristianos a cuidar de los enfermos y ofreciéndoles la esperanza de que Dios escuchará sus plegarias».
En su habitual ejercicio del cristianismo de adaptarse a las circunstancias, Holland cree que «también ofrecerá a la humanidad la promesa de que, si la muerte no los perdona, hay un mundo más allá del nuestro».
En «Dominio» (Ático de los Libros) plantea el cristianismo como «la revolución más radical de la historia de Occidente», y recuerda en la entrevista que «el cristianismo es a la vez la herencia más duradera de la antigüedad clásica y el índice de su completa transformación, pues se formó a partir de una confluencia de tradiciones (persa, judía, griega y romana) y ha sobrevivido durante largo tiempo al colapso del imperio en el que surgió».
Se ha convertido en «el más poderoso de todos los sistemas culturales hegemónicos del mundo».
Incluso en el siglo XXI, cuando la ola de dominio occidental se retira de forma palpable, «las suposiciones nacidas de la fe ancestral europea siguen estructurando el modo en que el mundo se organiza, sea en Corea del Norte o en las estructuras de mando de las células terroristas yihadistas», sostiene y añadió: «El mundo al completo gira sobre un eje cristiano».
En medio de una pandemia como la del coronavirus, en que la esperanza mira a la ciencia y a las expectativas de una vacuna, Holland justificó la pervivencia del cristianismo a pesar de los avances científicos.
«La paradoja de la Iglesia católica es que, incluso mientras sirve como guardiana de la tradición, también era, en la Edad Media, la matrona de la revolución, pues en el siglo XI, cuando los radicales se hicieron con el control del papado, empezaron a forzar una agenda sin precedentes, se dividió la religio -unión- de lo saeculum -lo terrenal- y el mayor papa de la época, Gregorio VII, obligó a un emperador a arrodillarse frente a él en la nieve», dijo.
Identificar las leyes que gobernaban el universo era honrar al Dios que las había formulado y esta convicción, lejos de perturbar a los guardianes de las nuevas universidades, fue justamente lo que los animó.
En las páginas de «Dominio» planea la metáfora de una pecera, en la que, como dice Holland, «los ciudadanos del Occidente contemporáneo somos peces que nadan en aguas cristianas» y su esperanza es que el libro anime a algunas personas a «reconocer el tipo de pecera en el que nadamos».
Holland discrepa sobre la idea popularmente aceptada de que el cristianismo debería considerarse hijo del judaísmo y prefiere decir que «si acaso, son hermanos gemelos, pues el cristianismo y lo que los cristianos (no los judíos) llamaron desde el siglo II en adelante judaísmo, nació de forma simultánea de la misma matriz cultural».
Los cristianos enfatizaron al Dios de Israel como el Dios que había creado el mundo entero; los judíos, como el Dios de Israel, asevera.
Señaló Holland que los cristianos, tras separarse del pacto mosaico, proclamaron uno nuevo en el que nadie estaba ligado a la ley mosaica.
Cuando surgió, el islam, agregó el autor, fusionó elementos opuestos tanto del cristianismo como del judaísmo: «Absorbió el universalismo de la cristiandad y los compromisos duraderos de los judíos al concepto de una ley escrita que los cristianos habían abandonado ya durante la vida de Pablo».
Ante la coexistencia de dos papas, Holland opinó que «la Iglesia católica no se enfrenta ni a un cisma ni a una nueva Reforma» y entiende que las diferencias entre Benedicto XVI y Francisco son «una tensión como siempre ha existido en el cristianismo, entre la necesidad de confirmar la autoridad y la tradición y el deseo de dejarse llevar por la fuerza explosiva del fuego pentecostal».