Tegucigalpa, 8 ene (EFE) – La vacuna Corbevax que el Hospital Infantil de Texas (EE.UU.) y el Colegio Baylor de Medicina han lanzado libre de patentes y a bajo coste, supone un alivio para los países pobres afectados por la pandemia de covid-19, según la microbióloga hondureña María Elena Bottazzi.
«Hace 10 años recibimos unos fondos para empezar un programa para enfermedades emergentes, enfocándonos en dos coronavirus, primero en el SARS y después el MERS, y esos conocimientos nos han permitido que a partir de 2020 logremos después desarrollar prototipos para la vacuna contra la covid-19», dijo Bottazzi a Efe vía teléfono desde Houston, Texas.
INDIA AUTORIZA SU USO DE EMERGENCIA
Bottazzi, codirectora del Hospital Infantil de Texas y la Escuela Baylor de Medicina, instituciones sin fines de lucro, explicó que el modelo de vacunas que impulsan «no patenta porque de esa forma su tecnología puede ser transferida no exclusivamente a solo un grupo, sino a muchas organizaciones de manufactura para que puedan no solo aprender sino también producir y escalar».
Además, «hacemos todo con publicaciones que son abiertas para que también la comunidad científica pueda ver cómo hicimos nuestras ingenierías, cómo se pueden producir y eso es lo que lo hace de una manera un poco más genérica. No se mantiene ningún secreto del proceso y eso se puede replicar en varios lugares alrededor del mundo», subrayó.
Cerrando 2021 ambas instituciones anunciaron que la Corbevax, una subunidad de proteínas covid-19, cuya tecnología fue creada y diseñada en su Centro para el Desarrollo de Vacunas, había recibido la aprobación para su uso de emergencia en India, para lanzarse en ese país y otros desatendidos a seguir.
«La estamos llamando la vacuna del mundo», señaló Bottazzi al referirse a la Corbevax y su bajo coste, de uno a dos dólares, comparado con el alto de otras de reconocidas farmacéuticas.
Agregó que la primera alianza que han hecho para que la Corbevax sea producida a gran escala es con la empresa Biological E, de India, con capacidad para poner en el mercado 100 millones de dosis al mes, aunque entre enero y febrero esperan tener 300 millones, y pronto podrían calificar para exportar.
«Al mismo tiempo estamos trabajando con otras organizaciones de manufactura en Indonesia, Bangladesh -que también podrían producir 100 millones de dosis al mes cada país- y otras que quieren establecer capacidad en África», enfatizó Bottazzi, licenciada en Microbiología y Química Clínica por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
PROYECTO PARA CENTROAMÉRICA
Bottazzi aboga porque su proyecto de la vacuna Corbevax, que codirige con Peter Hotez y un equipo de científicos, llegue a la mayor cantidad de países pobres, principalmente de Latinoamérica, la región del mundo con la más alta incidencia de covid-19.
La científica, de nacionalidades hondureña, italiana y estadounidense, también impulsa otros proyectos para crear una capacidad de investigación y desarrollo en Centroamérica y el Caribe, y espera pronto lograr algo concreto desde Panamá.
El proyecto en Centroamérica y el Caribe, según Bottazzi, puede ser posible con la financiación del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre otros organismos.
En lo que respecta a Honduras, aboga porque haya una mayor conciencia para incentivar la investigación y desarrollo en la UNAH, además de incentivar a las nuevas generaciones y que el Gobierno que asumirá el próximo día 27, con Xiomara Castro como presidenta, «reconozca que hay que invertir en la ciencia y la salud pública».
Desde que la pandemia de covid-19 se comenzó a expandir en Honduras, en marzo de 2020, el país con 9,5 millones de habitantes ha registrado al menos 10.444 muertos y 381.254 contagios, según el estatal Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (Sinager).
FARMACÉUTICAS DEBERÍAN DE SER MÁS ALTRUISTAS
Bottazzi, quien se comenzó a introducir en el campo de la investigación en Honduras, señaló además que en EE.UU. lleva más de 20 años trabajando en el desarrollo de vacunas, y que empezó «con un enfoque muy específico», en desarrollar fármacos para enfermedades tropicales desatendidas, muchas conocidas en Honduras que tienen que ver con lombrices intestinales, el mal de Chagas y la leishmaniasis.
«Muchas de esas vacunas están avanzando, lentamente porque su desarrollo es lento, pero lo es más todavía para este tipo de enfermedades (la covid-19), porque serían para gente obviamente pobre y tendrían que ser de muy bajo costo y accesibles», enfatizó.
La profesional indicó que las multinacionales de la industria farmacéutica tienen ciertos objetivos e incentivos, y recibieron una cantidad enorme de subsidios, tanto de Gobiernos como de países en particular para la producción de vacunas contra la covid-19, por lo que considera que «tendrían que ser un poco más altruistas, ofreciendo un poco de beneficio al mundo, especialmente cuando estamos todavía en una situación de emergencia».