Por Cristina Ondó Nieto
Nairobi (EFE) – Diecisiete países africanos encaminan o exploran su transición energética con el desarrollo de la energía nuclear, una solución que podría aliviar la creciente crisis eléctrica causada por el aumento demográfico, pero que requiere vencer una serie de desafíos financieros, logísticos o ambientales para que resulte una fuente útil y segura.
«En la mayoría de estos países, el crecimiento demográfico es alto y se prevé una gran expansión económica, por lo que el consumo medio de electricidad per cápita aumentará», explica en una entrevista con EFE el profesor de Física de la Universidad de Johannesburgo, Hartmunt Winkler.
Así, por ejemplo, el Banco Mundial (BM) anticipa que la población keniana pasará de los 55 millones de habitantes actuales a unos 57 en 2026.
En este contexto, el BM y el Banco Africano de Desarrollo (AfDB) anunciaron el pasado abril un proyecto conjunto para brindar acceso a la electricidad a 300 millones de personas en África para 2030.
Frente a este nuevo escenario, la construcción de centrales nucleares «duplicaría la capacidad eléctrica de muchos de estos países», afirma Winkler.
¿Una alternativa a los combustibles fósiles?
Kenia planea la construcción en 2026 de una planta nuclear en el pueblo de Uyombo, en la región costera de Kilifi, si consigue los permisos necesarios, lo que ha provocado un debate sobre la sostenibilidad de esta energía.
«La energía nuclear ayudaría a no depender de los combustibles fósiles», señala el ingeniero civil superior de la Agencia Nacional de Energía Nuclear de Kenia (NuPEA, por sus siglas en inglés), Elvis Njenga, en una conversación con EFE.
Por su parte, la activista medioambiental keniana Phyllis Omido ha expresado en varias ocasiones que el proyecto es un riesgo para la salud pública y el medioambiente, razón que llevó también a vecinos de Uyombo a manifestarse en contra el pasado junio.
Sudáfrica, único referente nuclear en el continente
Sudáfrica es el primer país de África subsahariana en incluir la energía nuclear como fuente de producción eléctrica y, aun así, se enfrenta a una grave crisis energética.
En sus 40 años de funcionamiento, la central de Koeberg, a 30 kilómetros de Ciudad del Cabo (suroeste), ha sufrido problemas técnicos que han provocado cortes de electricidad durante horas.
Koeberg ha sido sometida en varias ocasiones, la última en 2022, a la revisión de la Agencia Internacional de Energía Nuclear (IAEA) y la empresa estatal de suministro eléctrico, Eskom, podrá gestionarla durante 20 años más.
El caso sudafricano es el referente de países como Egipto, Nigeria, Ghana, Uganda o Tanzania, dispuestos a desarrollar esta industria energética.
Tiempo, coste y dependencia financiera
La planificación de un proyecto nuclear tropieza, en muchas ocasiones, con aspectos como el tiempo de construcción, el coste o la dependencia financiera.
«La construcción de una central nuclear puede alargarse hasta superar los diez años», apunta Winkler, que menciona el caso de Francia, cuya previsión de inauguración de la planta Flamanville 3 se ha atrasado doce.
El Gobierno ugandés, por su parte, ha firmado acuerdos con inversores chinos y rusos en un intento por construir dos reactores de mil megavatios cada uno para 2031.
«Si se construyese esta central, la capacidad eléctrica -que actualmente es de 1,400 megavatios- aumentaría considerablemente de la noche a la mañana», cuenta el profesor sudafricano.
El coste de su edificación supondría unos $20,000 millones, si se tienen en cuenta los intereses para quien financie el proyecto.
«Para un país como Uganda, este costo equivale a los impuestos que recaudan en todo un año», subraya Winkler.
Por eso, el ingeniero Njenga señala la importancia de escoger un modelo de financiación correcto.
Opciones de financiación
«Construir, poseer, operar y transferir» (BOOT, por sus siglas en inglés), es el primer modelo que, según Njenga, el Gobierno keniano contempla para financiar la planta nuclear de Kilifi.
«Una empresa (u otro Estado) invertiría en la construcción de la central, cuya propiedad le pertenecería durante un tiempo determinado, y también operaría la planta», explica.
Después del período de propiedad, normalmente de varias décadas, la empresa se transfiere al Gobierno del país en el que se ha construido la central, lo que limita su dependencia.
El otro modelo es el préstamo favorable, que consiste en que el interés que tiene que pagar la parte deudora sea accesible: «Las tasas deben adaptarse a nuestra situación financiera y las cuotas deben ser flexibles en el tiempo», aboga el ingeniero.
«Dependerás, en gran medida, del país que la haya financiado», apunta Winkler.
Rusia, con su gigante nuclear de propiedad estatal Rosatom, es el gran inversor en países en vías de desarrollo como estrategia geopolítica.
Si no se elige un buen modelo, Winkler alerta: «La siguiente generación tendrá que continuar pagando por algo que se construyó hace 20 años».