Doha, EFE – El estreno soñado. La mayor goleada de la selección española en la historia de los Mundiales (7-0), relanza la ilusión con una pegada desconocida hasta el momento de una España que se ganó a pulso el derecho a soñar con algo grande en Qatar 2022, pasando por encima de Costa Rica y exhibiendo la perfecta combinación de fútbol y hambre de éxito.
«Puede ser mi gran noche», canción de Raphael, sonó por megafonía tras cada gol. Y tanto que lo era. España ya ganaba 3-0 con un dominio abrumador y una pegada pocas veces mostrada en la ‘era Luis Enrique’. Borrando del campo a una Costa Rica que no compareció, sin respuesta ante el aluvión de fútbol que se le vino encima en un inicio de Mundial para la historia de la Roja.
El excesivo respeto al debut recibió una bofetada de descaro. Desde Alemania 2006 no ganaba en su puesta de largo España. Desde su primera participación, Italia 1934, no marcaba tres tantos en el primer acto. A los que buscan similitudes entre la España que cambió su historia con su ‘generación de oro’ desde 2008, con el liderazgo asumido por el seleccionador Luis Aragonés y un grupo renovado aún sin estrellas, y el que ejerce Luis Enrique con su apuesta actual, tienen un puñado de argumentos más que añadir a su lado de la balanza.
Un grupo de jóvenes que no conocen el vértigo, supervisados por la experiencia de jugadores que aún brillan. Busquets pisa el balón, se gira y los años no pasan por él en la selección española. Disfrutando de un equipo que se instala en campo contrario y domina hasta aburrir a un rival que persigue sombras. Jordi Alba, un puñal en la banda izquierda.
Ha pasado tiempo para que se rebaje el peso de la estrella que luce en el pecho. Ya lo demostró España en la Eurocopa 2020, la competición en la que Pedri pidió paso siendo un niño. A su primer Mundial llega siendo el gran referente del juego, repartiendo fantasía para nutrir de balones al tridente. Se le sumó el despliegue de Gavi. Con calidad para asistir a Dani Olmo en el primer gol, como sobrada personalidad para meterse en cualquier batalla que arrebatase el balón en los pocos instantes de posesión costarricense.
La apuesta de Luis Enrique por Rodri de central, ante un rival del que esperaba pocos ataques, aumentó la calidad en la posesión. La ausencia del único 9 puro de la lista de inicio, Morata, la suplió Marco Asensio confirmando el mejor momento de su carrera. Vuela donde lo pongan.
Ya había inventado un pase medido Pedri al disparo cruzado de Dani Olmo y conectado con Asensio, que arma el disparo sin pensarlo, cuando España rompió el partido con rapidez y merecimiento. A los once minutos, con Costa Rica sin encontrar la forma de salir de su propio campo, Gavi rompió líneas y encontró el pase a Olmo, que picó con calidad ante la salida de Keylor Navas.
Alejada la leyenda costarricense de su verdadera identidad. Sin paradas salvadoras. Acariciando la rosca que le metió Asensio e impotente al ver cómo entraba en su portería en el minuto 21 el zurdazo del antiguo compañero con el que tocó el cielo de la ‘Champions’. A la presión habitual, las faltas tácticas inteligentes para evitar cualquier amago de contra de los ticos, España le añadía una pegada demoledora que pocas veces saca a relucir.
Con ella se gana el derecho a soñar con llegar lejos en Catar. Alejada de las barreras psicológicas del pasado. Disfrutando con su juego y queriendo siempre más. Así llegó el penalti inocente de Duarte a Jordi Alba que enganchó al partido a Ferran. Parecía el más impreciso con balón del tridente, pero afinó con calidad y calma en la pena máxima. Se enchufó y acabó firmando un doblete que le vuelve a convertir en el máximo artillero con Luis Enrique en el banquillo. Apuesta segura en la selección.
La seguridad defensiva de Costa Rica en su fase de clasificación se desplomó. Al equipo le temblaron las piernas. Ni la veteranía de Celso Borges contagió a un grupo renovado. Ni una mala entrada ante tanta inferioridad, ni una llegada con peligro ante Unai Simón. Asensio acarició el cuarto en el cierre de un primer acto mayúsculo y en el arranque de un segundo en el que tocaba medir esfuerzos. Lo firmó Ferran por fe y pasividad de la zaga costarricense.
Luis Enrique reservaba jugadores para próximas batallas y encontraba lo que todo entrenador desea, el hambre de los que salen del banquillo. España no levantó el pie. Sintió que era un día grande para disfrutar hasta el final. Morata buscó el gol, pero se topó con una rápida salida de Keylor y picó el balón para que Gavi, de volea ajustada al poste, hiciese el quinto.
Ya corría por el campo Balde, el último en sumarse a una selección en la que parecía que llevaba años. Explotó su velocidad en el carril izquierdo de un día que jamás olvidará, como tampoco la selección. Tomando el testigo de Nico Williams, que se sumaba a la fiesta desequilibrando por la derecha y metiendo un centro con el que Carlos Soler marcaba el sexto antes de que la conexión Olmo-Morata pusiese el broche a la «gran noche» que cantó Raphael. España deslumbra y se gana el respeto perdido.