La Habana (EFE) – En medio de gritos ensordecedores en el Coliseo de la Ciudad Deportiva en La Habana, expectante por el arribo del equipo Cuba, un estudiante de Dominica, de 18 años, mira a su alrededor confundido: «No me gusta el béisbol, pero supongo que esto es importante porque trajeron a toda mi clase».
Hace apenas unas horas, la escuadra caribeña quedó eliminada en semifinales del Clásico Mundial de Béisbol por EE.UU. por el abultado marcador de 14-2. Pero el ambiente es de fiesta.
Desde su aterrizaje, los peloteros han recorrido en autobús las principales calles de la capital. También los recibió el presidente, Miguel Díaz-Canel. «Cuba se unió y vamos a seguir soñando por volver a colocar nuestro deporte en la cima del béisbol mundial», aseguró.
A pesar de la paliza, los antillanos lograron colocarse entre los cuatro mejores del torneo por primera vez en 17 años. Es por eso que el maestro de ceremonias no para de repetir que los cubanos son, en realidad, los «campeones».
Así también lo creen los jóvenes en el lugar, aunque otros que se suman al aplauso por la inercia del ambiente y con la cara de un lunes por la mañana.
«Yo vine con mi escuela», le cuenta a la Agencia EFE María de la Caridad López, de 18 años, quien tiene una bandera cubana pintada en su mejilla izquierda.
Afuera del lugar, más de 20 autobuses forma una larga fila a unos metros de la entrada.
Los primeros estudiantes en llegar -los hay desde niños pequeños en uniforme hasta universitarios- están desde antes de las nueve de la mañana y el reloj ya pasa de las once sin que los jugadores arriben.
Luis Ernesto, de 15, es de los más emocionados por estar ahí, en donde la selección termina su recorrido por la capital. Él también aspira a ser pelotero y presume que su promedio de bateo está «por encima de las 300», en referencia a una media de 0,300, considerada alta.
«La derrota fue lamentable. Pero no pasa nada, ya superamos las expectativas», dice sobre el equipo nacional, que jugó por primera vez en su historia con jugadores que compiten de las Grandes Ligas (MLB).
LLAMADOS AL VOTO
A unos metros de ahí, en la fila para los baños, Adriana Fonseca, de 18, y Julio César, de 21, hablan de la polémica del momento.
Los jóvenes se refieren a las protestas antigubernamentales que se realizaron en el estadio LoanDepot de Miami, donde se disputó el encuentro.
Aunque en su mayoría fueron pacíficas, hubo momentos de violencia como cuando un pícher cubano lanzó una pelota hacia un manifestante que lo increpaba o la agresión a familiares de los jugadores caribeños que denunció un pelotero.
«No se debe mezclar política con deporte, pero todos somos libres en conciencia», se queja Julio César. Fonseca agrega: «Fue algo mal hecho. No era el momento ni el lugar».
Y, de repente, el Coliseo explota: los peloteros entran uno por uno con sonrisas de par en par. No todos, el cácher Iván Prieto desertó antes de viajar de vuelta a La Habana y los peloteros en ligas foráneas tampoco estuvieron presentes.
Al mismo tiempo, el discurso también se convierte en política.
El presentador no pierde la oportunidad para hablar de las manifestaciones del domingo. Subraya que hubo «una minoría que quiso empañar el espectáculo» y que «por eso vamos todos a votar». Se refiere a las elecciones parlamentarias del 26 de marzo.
No es el único que llama al voto. Con el micrófono en mano y al lado de la plantilla, Osvaldo Vento, presidente del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), sube el tono y carga contra la disidencia en Florida.
«Los odiadores de Miami demostraron su verdadero rostro, mientras que nosotros demostramos que ‘mejor es posible’ (eslogan gubernamental para motivar al voto). ¡Nos vemos el 26 (de marzo, fecha de las elecciones generales) en las urnas!», remacha.
El discurso recibe las palmas de la grada, pero los aplausos son tibios si se comparan con los que aglutinó minutos antes Alfredo Despaigne, capitán del equipo y líder histórico de jonrones en el torneo: «Fue un escenario muy complicado (el de Miami) pero para el otro Clásico tendremos la revancha».