Buenos Aires, Rodrigo García/EFE – «Es una cagada». Esta frase de Facundo Campazzo resume a la perfección la sensación tras la derrota que deja a la selección campeona de América y actual subcampeona del planeta sin Mundial de Baloncesto por primera vez desde 1982: el «Alma» argentina queda por los suelos tras un traspié ante un equipo dirigido por otro argentino que nadie se puede creer.
En la bonaerense Mar del Plata, y con un polideportivo hasta la bandera de gente que no quería perderse el espectáculo del equipo liderado por Campazzo, República Dominicana dio el estacazo final a los argentinos, por 79-75, en el último partido de eliminatorias y logró el pase para el Mundial que se celebrará en Filipinas, Japón e Indonesia entre el 25 de agosto y el 10 de septiembre.
«Es una cagada». Así de firme se mostró Campazzo, quien rescató que «hay que vivir con este dolor y usarlo para trabajar» y que no pudo reprimir las lágrimas al término de un encuentro cuyo primer tiempo fue de algarabía para los argentinos, que desperdiciaron los 17 puntos de ventaja que llegaron a tener y vieron cómo los caribeños remontaron hasta el triunfo final.
Claramente, los astros se cruzaron. Solo tres días antes, el equipo que dirige el exinternacional Pablo Prigioni anotó una rotunda victoria argentina ante Canadá por 83-72. Hay quien asegura que la venganza del entrenador de República Dominicana, el histórico técnico argentino Néstor “Che” García, quien fue despedido como técnico de la Albiceleste en agosto pasado, fue terrible.
Aunque Argentina llegaba a los dos últimos partidos de eliminatorias en el cuarto lugar del grupo E, con 7 triunfos y 3 derrotas, nada hacía presagiar que el Polideportivo Islas Malvinas de una ciudad que ama el baloncesto, con capacidad para 8,000 espectadores, pondría punto final al camino mundialista de una selección habituada al éxito.
Incluso en el último momento, Gabriel Deck, que el jueves estaba jugando con el Real Madrid por la Euroliga, decidió hacer las maletas y viajar a Mar del Plata, adonde llegó el sábado, al igual que Nicolás Laprovittola, que jugó el viernes con el Barcelona y llegó a la ciudad bonaerense, casi sin dormir, el mismo domingo.
A eso se sumó la apuesta segura de contar para esta serie de dos encuentros con el base y capitán Campazzo, actual jugador del Estrella Roja serbio, algo que, en su etapa en la NBA, entre 2020 y 2022, hubiera sido imposible.
La estela de la generación dorada
Argentina es, desde 2019, la subcampeona del mundo tras perder la final del Mundial de China ante España. Y hace solo cinco meses, ya con Prigioni como técnico -que tiene como ayudante a otro integrante de la Generación Dorada, Leo Gutiérrez-, en una emocionante final, conquistó su tercer título de la Copa América al vencer a la anfitriona, Brasil.
Ya entonces Deck, el mejor argentino en la derrota de este domingo, fue premiado como el mejor jugador del torneo y de la final.
Pero el desempeño argentino viene de muy atrás, con un palmarés que incluye una Copa del Mundo, la de 1950, el primer mundial organizado por la Federación Internacional de Baloncesto y que se celebró precisamente en Buenos Aires.
Un brillo que volvió a su máximo apogeo con la aparición, a comienzos de la década de 2000, de la bautizada como Generación Dorada, que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 -eliminando en semifinales a la todopoderosa selección de Estados Unidos-, la de bronce en Pekín 2008 y la de plata en el Mundial de Indianápolis 2002.
Manu Ginóbili, Andrés Nocioni, Pepe Sánchez y Fabricio Oberto, entre otros ‘dorados’, hicieron soñar a los amantes del baloncesto durante años. Sin olvidar a Luis Scola, que aún brilló en China 2019 y fue el último eslabón de esa generación de oro en decir adiós a la selección argentina, al caer contra Australia, en 2021, en los cuartos de final de los postergados Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Cuatro décadas hay que remontarse, hasta 1982, para hablar de un Mundial sin la participación argentina.
Aquella cita, celebrada en Colombia, fue el último campeonato del mundo que Argentina vio desde la barrera para regresar en el Mundial de España 1986, en el que la Albiceleste logró ganar a Estados Unidos, que tenía entre sus universitarios -aún no jugaba con los profesionales de la NBA- a David Robinson y Steve Kerr.
Ahora, un jarro de agua fría ha mojado las ilusiones de un país -Prigioni declaraba anoche que «va a doler mirarlo por televisión»- que hace dos meses entraba en locura colectiva por el Mundial de Fútbol y que confía en recuperarse del tropezón con la pelota naranja mirando con confianza a los Juegos Olímpicos de París del año que viene y al siguiente mundial, el de 2027.