Buenos Aires (EFE) – Emanuel Ginóbili, aquel “niño muy molesto” que recibió “más de un reto” por no dejar de picar la pelota y por el que «nadie apostaba que pudiera siquiera jugar en la Liga local», sumó otro hito en su carrera cuando este sábado ingresó al Salón de la Fama de la NBA.
Campeón olímpico en Atenas 2004, medallista de bronce en Pekín 2008 y subcampeón mundial en Indianápolis 2002; cuatro veces ganador del anillo de la NBA con los San Antonio Spurs (2003, 2005, 2007 y 2014); y triunfador en la Euroliga, Liga y Copa de Italia con Virtus Bolonia entre 2001 y 2002, ‘Manu’ llegó al estrellato mundial.
Pero en su Argentina natal se lo quiere y admira no solo por lo que hizo dentro de la cancha, sino por cómo se comportó fuera de ella, y así lo explican para EFE su biógrafo, uno de sus primeros entrenadores y jóvenes fanáticos para quienes el ‘Narigón’ es un «ícono» y un «ejemplo a seguir».
UNA CARRERA QUE (CASI) NADIE IMAGINABA
“Si vos preguntás en Bahía Blanca (su ciudad natal), a la gente que tuvo que ver con Manu Ginóbili hasta la adolescencia inclusive, sus 16 o 17 años, nadie apostaba que pudiera jugar ni siquiera en la Liga local”, asegura a EFE Daniel Frescó, el primer biógrafo del baloncestista.
El autor de “Manu, el cielo con las manos” (Aguilar, 2005 -ampliado y actualizado en 2018) habló con familiares, amigos, compañeros de equipo y entrenadores del baloncestista. Casi nadie le auguraba un futuro muy promisorio.
“Sin embargo, entrará al Salón de la Fama”, indica Frescó.
El periodista y escritor explica que el crecimiento de Ginóbili fue lento y progresivo.
“Fue paso a paso subiendo, escalón por escalón”, comenta. “Cuando escribía el libro entrevisté a mucha gente de la NBA, ya entonces hace cuatro años me decían que Manu estaba destinado al Salón de la Fama. Entró mucho más rápido de lo que se podía suponer y por unanimidad”, dice.
DE “NIÑO MOLESTO” A EJEMPLO
El director deportivo de Bahiense del Norte, Pablo Coleffi, que vio crecer y entrenó a Ginóbili cuando era niño, considera en diálogo con EFE que el escolta “ha dejado un legado a los jóvenes, y a los no tan jóvenes, como ejemplo de deportista y de los sacrificios que hay que hacer dentro y fuera de la cancha”. A pesar de la admiración que despierta, Ginóbili fue un niño, y “uno muy molesto”, que se ha “merecido más de un reto”, agrega el que fue su entrenador.
“Manuel era un chiquilín molesto, que no dejaba trabajar a los entrenadores porque se la pasaba picando la pelota alrededor de la cancha o jugando uno contra uno o uno contra cinco desde que terminaba la escuela hasta la noche y su familia lo venía a buscar”, recuerda Coleffi. Su exentrenador ve en ese “chiquilín molesto”, hoy transformado en el principal referente del baloncesto argentino y uno de los más relevantes a nivel internacional, a un hombre que la sociedad debe “imitar”.
“Me gustaría que la imagen de Manu sea el reflejo de lo que nosotros somos como sociedad. Apuntar al trabajo en equipo y pensar que al otro debo hacerlo mejor para que nos haga mejores a todos”, reflexiona.
LA IDOLATRÍA Y LA INSPIRACIÓN
Ginóbili es querido y admirado, no solo en su Bahía Blanca natal, la ciudad bonaerense declarada Capital Nacional del baloncesto, sino a lo largo y lo ancho de Argentina. No son pocos los chicos y chicas que ingresaron al mundo del baloncesto inspirados por el 5 de la “Generación Dorada”.
En el barrio porteño de Saavedra (norte) hay una pista pública de baloncesto, llamada La Copita, que cuenta con un imponente dibujo de Ginóbili sobre la cancha que el propio baloncestista visitó en 2018 y autografió con aerosol.
“Toda persona argentina que sea reconocida en el mundo es un orgullo. Quiero que el argentino esté en lo más alto y para mí es un orgullo que nos pueda representar y esté en lo más alto del básquet nacional y del mundo”, dice a EFE Juan Cruz Pesaresi, uno de los fanáticos de Ginóbili que es parte de la “comunidad” que se encarga de cuidar y mantener esa cancha.
Bruno Carbone, que a sus 19 años se dedica de lleno al baloncesto, y Milagros Marfil, que tiene la misma edad y juega en el club Sunderland, tienen a Ginóbili como un “ejemplo” que les causa “orgullo”. Marfil lo califica para EFE como “un ícono increíble que marcó la historia del básquet argentino”, y Carbone como un “ídolo” y un “gran deportista”.
Ellos tres juegan en esa pista callejera con Micaela González, capitana de la selección universitaria argentina, quien dice que el hecho de que Ginóbili entre en el Salón de la Fama «es una de las cosas más lindas que nos pasó a los argentinos”.
“Significa todo. Es el que nos impulsó a poder tener sueños y esperanzas en todo lo relacionado al básquet. Había cosas a las que creíamos que no se podía llegar, y alguien llegó. Entonces sabemos que los sueños están para cumplirse”, indica. Todos ellos contemplarán este sábado la materialización del sueño de aquel «niño molesto» que nadie imaginaba llegaría a triunfar.
Por Sebastián Meresman y Augusto Morel