Chile (14 de abril de 2021) – El derecho a la eutanasia, que en Chile está cerca de ser ley, ha recorrido en todo el mundo un camino cimentado sobre nombres propios. En España, Ramón Sampedro; en Perú, Ana Estrada, y ahora en Chile, Cecilia Heyder, una mujer que ha luchado con ahínco para reivindicar la muerte digna.
La activista, que padece cáncer metastásico, lupus y un trastorno sanguíneo, amaneció este miércoles con las esperanzas puestas en un proyecto de ley que podría aprobarse hoy en la Cámara Baja para despenalizar la eutanasia, una causa por la que lleva peleando desde hace más de una década.
«Tengo la esperanza de ver en vida que el derecho a la muerte digna sea ley y se garantice para todos como un derecho humano más», afirmó Heyder, de 54 años, conocida en Chile por su larga trayectoria como defensora de los derechos humanos.
Dice que su silla de ruedas es «su vida» porque la ha ayudado a soportar los paseos casi diarios para hacerse las transfusiones de sangre que necesita para sobrevivir. Lo que no menciona Heyder es que también le ha servido para salir ante los medios y remover conciencias con su campaña a favor de la muerte digna.
En 2015 decidió abandonar el tratamiento de su tercer cáncer, de mama, porque «quería vivir», relata, pero cuatro años después, el descubrimiento de una enfermedad que hace que su sangre no coagule y le provoca severos dolores la devolvió a los hospitales. Desde el pasado diciembre su sangre es «incoagulable» y su estado «terminal».
«No es normal sangrar por la nariz y no poder mantenerme o ir a comer y vomitar sangre. Mis articulaciones se desgarran por dentro y se inflaman. Los dolores son horripilantes y esto no es vida», aquejó la mujer, que se tiene que suministrar morfina cada 6 horas y tiene tres catéteres de forma permanente.
LA EUTANASIA, CERCA DE SER LEY
Su historia, que ha recorrido diarios y televisiones nacionales, ha logrado derribar tabúes en torno a la eutanasia, un logro no desdeñable teniendo en cuenta la arraigada tradición católica chilena que se ha encargado de llenar el camino de controversias y cuestionamientos.
«No puede ser que el Estado nos diga cuándo tenemos que morir, ya basta de que la religión y la ultraderecha nos diga qué hacer con nuestros cuerpos y con nuestra vida», Cecilia Heyder.
Antes de enfermar, la activista ya había participado y apoyado varios proyectos de ley en favor de la eutanasia, en 2006 y 2011, que nunca culminaron. Ahora, tiene las esperanzas puestas en la norma que se discute en la Cámara de los Diputados y que parece contar con un amplio respaldo.
El texto, que de aprobarse este miércoles tendría luego que debatirse en el Senado, permitiría que una persona con una enfermedad terminal e incurable, una patología que sea muy dolorosa o que derive en sufrimiento psicológico pueda ser ayudada a morir si lo solicita.
Si sale adelante la ley, Chile se convertiría en el séptimo país del mundo en despenalizar la eutanasia, y el segundo de Latinoamérica, una región eminentemente conservadora en la que este derecho también se está abriendo camino.
«SOLO QUIERO DIGNIDAD»
En Colombia es legal desde 2015 por decisión del Tribunal Constitucional, y Perú dio un paso en firme el pasado enero con el caso de Ana Estrada, una mujer que padece poliomiositis, y que logró acceder a la muerte asistida gracias a un inédito fallo judicial que ha sentado un precedente.
Algo similar buscaba Heyder, cuando en diciembre de 2020 interpuso un recurso de protección en el que solicita a las autoridades acceder a la eutanasia.
Sin embargo, la petición fue «malentendida» y el derecho le «fue denegado», manifestó la activista, puesto que según la resolución, solo se le permite acceder de forma voluntaria a cuidados paliativos en su domicilio pero no a la interrupción voluntaria de la vida.
«Hay un vacío legal que ellos no quieren llenar», alegó Heyder, que denuncia «insensibilidad» de las autoridades médicas y falta de respuestas por parte del Gobierno.
«Si en otros países ya es legal, ¿por qué no aquí? Yo no quiero suicidarme o tener que hacer cosas ilegales, pero tampoco quiero pasar lo que me queda de vida conectada a máquinas. Yo solo quiero dignidad», concluyó.