Por José Miguel Pascual Labrador
Doha, 7 oct (EFE) – El antílope árabe, de pelaje blanco y largos cuernos, es considerado el animal nacional de Catar, venerado por su condición originaria de la península arábiga, su belleza y su capacidad de adaptación a un clima tan hostil como el desértico, este mamífero comparte protagonismo con otras especies que, durante siglos, han forjado una relación especial con las comunidades locales.
El halcón, el caballo árabe y el dromedario -también conocido como camello arábigo- son algunos de los animales que han acompañado a la sociedad catarí en su desarrollo, teniendo un papel importante en el pasado como símbolo de prosperidad o medio de transporte hasta llegar al carácter lúdico y de reclamo turístico actual.
Ante el comienzo del Mundial de Catar 2022 en los próximos meses, muchas son las personas que se interesarán por conocer las particularidades del país y muchos serán los que descubran que no se puede entender su pasado y su presente sin la relación de su población con los animales autóctonos.
UNA TRAVESÍA POR EL DESIERTO
Con una tradición milenaria por los desiertos, los dromedarios fueron fundamentales para los desplazamientos en estos terrenos, dada su condición para sobrevivir varios días sin comer ni beber y la dureza de su piel, resistente al sol.
A pesar de que los dromedarios tienen una agilidad inferior a otros cuadrúpedos como los caballos, este hecho no impidió que fueran empleados en el campo de batalla o por lo nómadas para trasladar sus campamentos; ni tampoco que una de las principales actividades de ocio de atar hoy en día sean las carreras de camellos arábigos.
Estas populares competiciones nacieron en la década de 1970, y su escenario principal es Al Shahaniya, una ciudad a unos 20 kilómetros de la capital, Doha, donde se producen las principales carreras desde finales de septiembre hasta abril.
Entre todos los torneos nacionales e internacionales, que tienen lugar todos los viernes, destaca la Carrera Principal de Su Alteza el Emir, celebrada en marzo y abril, en la que el propio Emir es el que entrega el trofeo al ganador.
En los comienzos de esta actividad, los dromedarios eran montados por niños, generalmente de otros países de la región o de África, pero diversas polémicas por la obligación de que los menores no superasen cierta altura o peso hizo que a finales de los años 90 se prohibiese esta práctica.
A día de hoy, los animales son dirigidos por un operador en remoto que a través de un sistema tecnológico controla un jockey robot del tamaño de un niño pequeño, que a su vez aplica una antena látigo, controla las riendas y alienta al dromedario para alcanzar velocidades punta de hasta 65 km/h en el circuito corto y hasta 48 km/h en el trazado de resistencia.
Las pruebas están abiertas al público y en los exteriores de la arena del hipódromo se libra otra carrera; una de las mayores diversiones de los lugareños es seguir las carreras conduciendo, a toda velocidad, su propio vehículo a lo largo de la carretera que va en paralelo a la pista.
Tanta es la admiración por este animal que, cada día, la guardia del Emir pasea en manada por los alrededores del palacio de trabajo, situado en Doha entre el Souq Waqif y el Museo de Arte Islámico, a lomos de camellos arábigos.
EL VUELO DEL HALCÓN
Y de admiración en admiración, los cataríes pasan de la tierra al cielo, del dromedario al halcón. “Para nosotros no es un deporte, es una forma de vida porque la gente nómada en el desierto, usa estas aves para atrapar presas”, explicó a EFE el secretario y director de comunicación en Al Gannas Association, Zayide Al-Ali.
Con una visión casi ocho veces más aguda que la del ser humano, el estilo de caza de estos animales y su eficiencia a la hora de atrapar a sus presas hicieron que los beduinos los empleasen para conseguir su alimento y que introdujeran, hace siglos, esta tradición desde Irán a otros países de Oriente Próximo.
Su asociación, Al Gannas, se dedica al cuidado y rehabilitación de aves, en especial aves rapaces, para evitar que sean víctimas del contrabando o de peligros como la electrocución y el envenenamiento.
Un propósito relacionado con otra de las instalaciones icónicas de Doha, el Zoco de Halcones de Souq Waqif, un centro de referencia donde los halconeros acuden a comprar alimento para sus halcones, capuchas, complementos y, sobre todo, el Hospital para Halcones donde les tratan de posibles lesiones como una rotura del ala o revisiones rutinarias de sus picos o garras.
AL SHAQAB, LA CIUDAD DEL CABALLO
Y si es preciso destacar alguna instalación para animales en el país, no se debe dejar de lado el centro ecuestre de Qatar Foundation, Al Shaqab, fundado en 1992 por el anterior emir del país, el jeque Hamad Bin Khalifa Al-Thani, como lugar para el cuidado, el entrenamiento y la cría de caballos árabes.
En las 100 hectáreas de terreno en las que se extienden sus instalaciones se encuentra un estadio de competición con capacidad para 6.000 personas, cuadras dedicadas a diferentes disciplinas, pistas de entrenamiento y un centro veterinario de alto rendimiento en el que emplean tecnología para realizar cualquier tipo de prueba médica.
A este hospital llegan caballos de todo el mundo, ya que, además de realizar pruebas previas y operaciones quirúrgicas, se dedican a la recuperación de cualquier tipo de lesión.
El director de Protocolo y Relaciones Internacionales de Al Shaqab, Abdulrhman Alkaabi, aseguró a EFE que el propósito es “conservar la herencia de los caballos árabes”, para lo cual desarrollan diferentes programas que muestran, en su opinión, el amor de los cataríes de generación en generación por estos animales y los deportes ecuestres.
Junto con la Qatar Foundation, albergan una escuela de equitación con clases para todas las edades de los tres años “hasta alcanzar niveles de competición”, en los que incluyen también programas para niños con necesidades especiales.
El caballo de raza árabe, cuya principal características es la cabeza con nariz alargada y la cola siempre en alto, tiene un valor económico en el mercado internacional de unos 3,000 euros por cría, dada su reputada inteligencia, carácter fuerte y resistencia, lo que le convierte en una especie ideal para la doma.
Sin embargo, los caballos campeones pueden generar hasta 22,000 euros por cría, dada su reputación como ganadores de concursos; en Catar es de sobra conocido el nombre de ‘Marwan Al Shaqab’, un semental nacido en el año 2000 que ha ganado numerosas pruebas internacionales y por el que sienten veneración en su país.
“Lo que hace especiales a los caballos árabes es que conservan la misma línea sanguínea, no mezclamos sus genes con otras razas. Buscamos desarrollar sus genes para tener mejores caballos de exhibición”, finalizó Alkaabi.