Kiev (EFE) – La guerra rusa contra Ucrania, que ahora cumple dos años, ha provocado en el país una larga lista de desastres naturales como el vertido de sustancias tóxicas a ríos y mares, la muerte de miles de animales y la destrucción de grandes superficies de bosques, que siguen agravándose en medio de las hostilidades y de los que las zonas afectadas tardarán décadas en recuperarse.
El peor «crimen ecológico» causado por la invasión tuvo lugar en junio de 2023, cuando una explosión voló por los aires la presa de Kajovka, una infraestructura situada en la orilla oriental del Dniéper clave para regular el flujo y garantizar la irrigación de los terrenos de buena parte del sur de Ucrania.
La destrucción de la presa asoló parcialmente decenas de miles de hectáreas de bosque en la región sureña de Jersón.
Según el Ministerio para el Medio Ambiente de Ucrania, en la voladura de esta infraestructura, que formaba parte de una central hidroeléctrica en la ciudad de Nueva Kajovka, se vertieron al Dniéper unas 150 toneladas de aceite de motor que hoy contaminan el tramo final del río y también el mar Negro, en el que desemboca.
Los animales muertos por las inundaciones o la toxicidad de los vertidos se calculan en miles, entre ellos centenares de delfines que se encontraron flotando en el mar Negro después de la destrucción de la presa.
Paradójicamente, esta catástrofe natural podría llevar a la emergencia de nuevas florestas sobre el terreno que ocupaba la presa.
Según explica a EFE Anna Kuzemko, del Grupo Ucraniano para la Conservación de la Naturaleza, «se está formando allí un bosque joven de sauces» del mismo tipo «del que existía antes de la construcción de la presa».
«Según información obtenida con sensores remotos, cubre actualmente cerca del 43% del antiguo reservorio», dice la especialista, cuyo equipo no tiene acceso a la zona por estar ocupada por Rusia.
«El tiempo dirá si continúan desarrollándose, mueren por causas naturales o son inundados por las aguas de una nueva presa», concluye.
Las plantas industriales
Infraestructuras estratégicas para la economía como la acería de Azovstal en Mariúpol, en la región oriental de Donetsk, han sido un objetivo prioritario para Rusia en esta guerra.
Rusia llevó a cabo un cruento asedio de Azovstal entre marzo y mayo 2022 durante el cual atacó la planta en la que se atrincheraban las tropas ucranianas con todo tipo de armamento.
La destrucción de los depósitos de almacenamiento y tratamiento de sustancias químicas y aguas residuales provocaron asimismo vertidos tóxicos a los ríos de la zona y a la costa del mar de Azov que baña Mariúpol, según documenta el Ukraine Accountability Project en un estudio sobre los efectos de la invasión sobre el medio ambiente.
Una situación similar se da en la planta química Azot de Severodonetsk, en el este de Ucrania, que fue bombardeada constantemente por las tropas rusas entre mayo y junio de 2022 para expulsar a las tropas ucranianas de su último reducto en la región oriental de Lugansk.
La planta depuraba las aguas de la ciudad y producía fertilizantes para agricultura. La destrucción de sus infraestructuras hizo que parte de las sustancias químicas utilizadas en el proceso se derramaran en los alrededores.
Los bombardeos contra depósitos de combustible y lubricantes son otra de las preocupaciones de los expertos debido a las graves consecuencias que los incendios y derrames tienen sobre el medio ambiente.
De parques naturales a campos de batalla
En la misma región de Jersón, en la que estaba situada la presa de Kajovka hay dos parques naturales que se han visto gravemente afectados por la guerra provocada por Rusia.
Situado a poco más de cuarenta kilómetros al norte de la antigua presa, el parque nacional de Kamianska Sich se extiende a lo largo de la orilla oriental del Dniéper, recuperada por Ucrania en otoño de 2022 después de meses de ocupación rusa.
Las tropas rusas dejaron atrás una densa concentración de minas explosivas que pone en riesgo a los animales del parque, según los expertos del Grupo Ucraniano para la Conservación de la Naturaleza que lo examinaron.
Las fuerzas de ocupación también cortaron numerosos árboles, construyeron fortificaciones y ensuciaron el paraje con basura, combustible y otras sustancias contaminantes.
Otra reserva de Askania Nova queda en la orilla este del Dniéper, y sigue por tanto bajo ocupación rusa.
Allí, «los ocupantes rusos queman tierras protegidas, eliminan a animales en peligro de extinción y destruyen flora única», dice a EFE Oleksandr Tolokonnikov, jefe adjunto de la Administración Militar ucraniana de la región de Jersón.