Sídney (Australia) (EFE) – Las oleadas de turistas que tratan de escalar la cima de Uluru, el rojizo monolito sagrado de Australia, y los desechos que dejan, entre ellos restos fecales, han creado una crisis de sostenibilidad en el paraje turístico.
El Uluru, declarado Patrimonio de la Humanidad y sagrado para el pueblo aborigen Anangu, es una inmensa mole rocosa de 348 metros de altura y 9 kilómetros de contorno que se levanta en medio del desierto australiano y dentro del Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta.
En pleno periodo vacacional, miles de excursionistas, apremiados por la prohibición de subir a la cúspide que entra en vigor el 26 de octubre, ansían pasear por las sendas de arena rojiza del remoto entorno polvoriento.
El último registro de visitantes muestra un incremento del 20% o un total de casi 400,000 viajeros entre julio de 2018 y junio de 2019.
«Es probable que continúe el incremento de visitantes debido a la temporada vacacional y al aumento de los vuelos (al aeropuerto de Yulara, a menos de 20 kilómetros del monolito)», apuntó hoy a Efe la oficina de prensa del Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta.
Con la práctica totalidad de los alojamientos con el cartel de «completo», muchos viajeros han optado por montar las tiendas de campaña a lo largo de las carreteras que llevan al lugar e incluso ocupar parte de terrenos privados para pernoctar, según ha señalado la Oficina de turismo Australia en la zona central.
Las montañas de desperdicios abandonados por los turistas «pueden impactar en el ecosistema mediante la contaminación del agua o el consumo por los animales. También puede dañar la belleza de Uluru y muestra una gran falta de respeto a los dueños tradicionales», dijo a Efe Marty Middlebrook, de la ong ecologista Planet Ark.
Lyndee Severin, dueña de una estación agroganadera aledaña a Uluru, denunció en la cadena ABC que ha visto a excursionistas vaciando sus inodoros portátiles dentro de su propiedad.
«Hay un riesgo potencial de violar los estándares orgánicos y además es asqueroso», agregó la ganadera.
Una afirmación refrendada por el guardabosques Andrew Thompson, a la emisora SBS, donde incidió sobre los «montículos de basura» junto a los asentamientos provisionales de cientos de personas «a lo largo de las carreteras» hacia el Uluru, antes conocido como Ayers Rock, de 600 millones de años de antigüedad.
El parque Uluru-Kata Tjuta, que abarca unos 1.325 kilómetros cuadrados, es además importante enclave medioambiental donde tienen su hogar 21 especies de mamíferos, 73 reptiles y 178 aves.
Para los indígenas Anangu, que en 1985 recuperaron la propiedad tradicional de las tierras donde habitan desde hace 30,000 años, el Uluru es un lugar sagrado donde viven seres de su mitología y que tienen como cometido guiar a los aborígenes por la vida.
El ecologista de Planet Ark urgió a los turistas a «marcar la diferencia» con sus acciones y llevarse consigo la basura para evitar dejar un impacto negativo durante su viaje.
Además, pidió a los operadores turísticos que realicen campañas de educación y brinden facilidades para la gestión de deshechos, y a las autoridades que refuercen la penalización por las acampadas ilegales y el hecho de arrojar basura.