París (EFE) – Algunas propuestas, pendientes de mucha concreción, se escucharon este jueves en París para financiar simultáneamente la lucha contra la pobreza y contra el cambio climático en el mundo en una cumbre organizada por el presidente francés, Emmanuel Macron, en la que se hicieron manifiestas ciertas fracturas Norte-Sur.
Macron, que logró reunir a más de 40 jefes de Estado y de Gobierno, en su práctica totalidad de países del Sur, en una conferencia de dos días en la que están representados un centenar de Estados, insistió en que el objetivo es conseguir lo que llama un «electrochoque de financiación pública».
A sabiendas de que la llamada «cumbre por un nuevo pacto financiero» no tiene mandato para tomar decisiones, que en todo caso se tomarán en otras citas internacionales durante los próximos meses, Macron pidió «soluciones muy concretas» para reformar ya la financiación del desarrollo de forma que los países afectados puedan afrontar también las consecuencias del cambio climático.
Insistió en que «hay que invertir mucho más», y que eso pasa por «una movilización de las instituciones internacionales» como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial, pero también por la implicación del sector privado, al que acusó de no estar «a la altura» y al que avisó de que tiene que ponerse «al servicio del planeta».
El secretario general de la ONU, António Guterres, denunció que la actual estructura financiera internacional es «obsoleta», que contribuye a acrecentar las desigualdades, y reconoció que no tiene esperanzas de que prospere la reforma en profundidad que él había propuesto, por eso apostó en su lugar por «medidas urgentes» para una mayor «justicia mundial».
PROMESAS DE REFORMA EN EL FMI Y EL BM
Directamente atacados, el FMI y el BM anunciaron un comienzo -tímido- de reforma de sus modos de funcionamiento. El primero indicó que se ha conseguido un acuerdo para redirigir $100,000 millones de los llamados derechos especiales de giro (DGS en sus siglas en inglés) en favor de las poblaciones más vulnerables.
El BM, por su parte, presentó un laboratorio inversiones que va a tratar de salvar los obstáculos para que los capitales privados alimenten de forma masiva los mercados emergentes con los «billones de dólares» anuales que harían falta cada año.
La secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, insistió por su parte en que hay que reducir la deuda de los países más endeudados mediante una renegociación con los acreedores porque la viabilidad de esa deuda «es un pilar esencial para la estabilidad económica».
A ese respecto, Francia no se privó de dar a conocer en esta primera jornada de la cumbre el acuerdo alcanzado el pasado día 16 sobre la reestructuración de la deuda de Zambia con sus acreedores bilaterales, en la que están implicados los miembros del Club de París, pero también otros del G20, y en particular China.
A partir de ese acuerdo que afecta a $6,300 millones de deuda pública bilateral, el país africano se compromete a buscar un tratamiento equivalente con sus acreedores privados.
También se hizo pública una «asociación para una transición energética justa» suscrita por Alemania, Francia, la Unión Europea, Reino Unido y Canadá con Senegal por la que los primeros movilizarán en los próximos tres a cinco años 2,500 millones de euros para que ese país africano avance en el acceso universal a la energía para toda su población y al impulso a las renovables.
EL SUR EXIGE CAMBIOS RADICALES
Entre los líderes de países del Sur, la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, que intervino en la apertura de los debates, exigió una «transformación absoluta» del sistema financiero y no sólo «una reforma».
Mottley, cuyo pequeño país insular en el Caribe es uno de los más amenazados por la subida del nivel del mar a causa del calentamiento global, lo justificó señalando que «no hay otra solución más que adaptarse para evitar la extinción de la raza humana» y que «el planeta se haga invivible».
Tampoco fue tibio el presidente colombiano, Gustavo Petro, que exigió la puesta en marcha de un «plan Marshall» para financiar la lucha contra la crisis climática que, aseguró, «no puede ser resuelta por el mercado, que es quien la ha creado».
«La inversión para combatir la crisis climática supone cientos de miles de millones» y «el capital se guía por la rentabilidad», hizo notar Petro, que puso en duda «que el mercado pueda solucionar un problema que él mismo ha creado».
Si por una parte reconoció que «no hay tiempo de hacer la guerra al capital», en una claro postura ideológica, afirmó que este sí «tiene sus límites» para solucionar los problemas actuales, para los que «los recursos necesarios van más allá de la rentabilidad».